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¿Se pueden enseñar competencias de ciudadanía inclusiva en el marco de la construcción de universidades más sociales?
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1El alumnado y el profesorado solo muestran un acuerdo ligero con la afirmación de que se están promoviendo actuaciones de atención a la diversidad en las aulas de las universidades españolas (entre la posición neutral [3] y el acuerdo [4], estudiantes y docentes obtienen un promedio de 3,46 y 3,63 puntos, respectivamente).
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2En el pretest del experimento realizado, el alumnado de primer año manifestó contar con un grado de empatía notable (126,1 sobre 165 puntos posibles), siendo más elevado en las mujeres (127,9) que en los hombres (118,1). En todo caso, las respuestas al test de empatía pudieron estar sesgadas por los roles estereotipados de género.
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3La metodología docente de carácter activo y con componentes cooperativos utilizada para potenciar la capacidad empática no fue capaz de modificarla durante el período de la intervención (10 horas distribuidas en dos meses y medio). La puntuación media se estancó en torno a los 129 puntos en el grupo en el que se aplicó en exclusiva esta metodología.
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4La metodología docente de carácter activo y con componentes cooperativos empleada para facilitar el desarrollo de la competencia moral sí demostró ser efectiva. En el grupo de desarrollo moral, la puntuación en la competencia pasó de ser media-baja (13,5 puntos) a media-alta (29,2) en tan solo dos meses y medio (se toman los 20 puntos como referencia del nivel exigible para convivir en una sociedad democrática).

El gráfico muestra, por una parte, que una metodología docente basada en actividades de toma de perspectiva, sintonía afectiva, reflexión grupal e introspección no facilitó el desarrollo de la capacidad empática de estudiantes universitarios de primer año en las 10 horas de la intervención. Un factor que pudo dificultar la efectividad docente habría sido el elevado nivel empático de partida con que los estudiantes dijeron contar, relacionado este a su vez con la composición mayoritariamente femenina de la muestra.
Por otra parte, una metodología docente basada en el planteamiento de dilemas, debate de los estudiantes adheridos a posiciones contrarias, reconocimiento mutuo de los argumentos morales de calidad e introspección sí promovió el desarrollo de la competencia moral en un número de sesiones equivalente al de la intervención empática. La mejora de la competencia fue significativamente mayor en el grupo al que se aplicó en exclusiva esta metodología, si bien se observó una tendencia al alza en los juicios morales del resto de los grupos, probablemente a causa de la convergencia de dos factores: la etapa evolutiva de los participantes y la formación humanística y social de las titulaciones cursadas (Grados en Educación Primaria y Educación Infantil).
Los resultados del experimento ecológico representan un avance en la fundamentación de la enseñanza de la competencia moral en el alumnado universitario de primer año. A partir de aquí, sobre este mismo ámbito de innovación para una docencia inclusiva, habría que extender la investigación a otro tipo de capacidades (comunicación en contextos de diversidad, actitud de responsabilidad social, ética del cuidado, etc.), así como a la integración de las metodologías profesionalizadoras con las de formación en ciudadanía, tanto en la universidad como en entornos comunitarios.
Esta línea, en la que confluye la investigación con la innovación, se integraría en los planes estratégicos de las universidades, con los que estas tienen la capacidad de impulsar su misión social.