Aunque las habilidades comunicativas orales en los ámbitos académico y profesional son clave, no existen datos que evalúen cómo los estudiantes universitarios alcanzan esta competencia; solo se cuenta con algunos estudios de ámbito local centrados en muestras mínimas de estudiantes de titulaciones concretas, o con investigaciones efectuadas en otras etapas formativas, como la escolar (Rodero y Rodríguez de Dios, 2021).

El presente estudio tiene por objeto realizar un diagnóstico del nivel de competencia de los estudiantes universitarios en habilidades de comunicación oral. Para ello, se ha analizado cómo se ha trabajado esta competencia en cada etapa de su formación, cuáles son los principales retos a los que deben enfrentarse al dirigirse a una audiencia, y cuál es su competencia oral.

A tal efecto, se administró en línea una encuesta semiestructurada (preguntas cerradas y abiertas) a 2.400 estudiantes universitarios de grado, de edades comprendidas entre los 18 y los 25 años, residentes en España. Desde la perspectiva de género, la muestra estaba equilibrada (el 56% eran mujeres). Además, se distribuyó por áreas de conocimiento según el número total de estudiantes matriculados en cada una de ellas: Ciencias Sociales y Jurídicas (46,1%), Ciencias de la Salud (19,4%), Ingeniería y Arquitectura (17,7%), Arte y Humanidades (10,5%) y Ciencias (6,3%).  
 

El 77,5% de los estudiantes afirman no haber recibido formación en comunicación oral en ninguna de las distintas etapas educativas. Los alumnos de Ciencias (82%) son los que afirman con más frecuencia no haber recibido ninguna formación en oratoria, seguidos de los de Arte y Humanidades, los de Ciencias de la Salud, y los de Ingeniería y Arquitectura (80 %), mientras que los de Ciencias Sociales y Jurídicas se sitúan en último lugar (74,4%). 

El 93% de los estudiantes opinan que deberían recibir formación en comunicación oral en las distintas etapas de su trayectoria educativa, al considerar que es clave para su carrera y futuro profesional (6 sobre 7). En concreto, los alumnos de Ciencias Sociales y Jurídicas (6,2) son los que la consideran más importante, seguidos de los de Ciencias de la Salud y los de Arte y Humanidades (6,1), los de Ciencias (6) y los de Ingeniería y Arquitectura (5,8).

Con respecto a los estudiantes que sí han recibido formación en comunicación oral, el número total de horas impartidas ha sido muy bajo: una media de seis.

A pesar de estos datos, resulta curioso constatar que más de la mitad de los estudiantes que sí han recibido formación para hablar en público (63%) consideran que los conocimientos adquiridos han sido suficientes; en concreto, el 74% de los alumnos de Ingeniería y Arquitectura, frente a tan solo el 57,5% de los de Arte y Humanidades. Las cifras correspondientes al resto de las áreas de conocimiento son bastante similares: el 64% de los alumnos de Ciencias de la Salud y de Ciencias y el 60% de los de Ciencias Sociales. 
 

De todos los estudiantes a los que se les ha impartido formación en comunicación oral para hablar en público, el 56% la han recibido en el instituto, el 34,5% en la universidad, y el 22% en el colegio. Solo en muy raras ocasiones la han adquirido en cursos privados, en estudios de Formación Profesional, en otras entidades −como la Iglesia− o por cuenta propia. Normalmente, la han recibido en el marco de una asignatura, tanto en el instituto (51%) como en la universidad (32%) y en el colegio (23%) y, en menor medida, en cursos específicos programados por el propio centro educativo, que únicamente representan porcentajes mínimos en las tres etapas formativas: el 16% en el instituto, el 12% en la universidad y el 6,5% en el colegio. También hay estudiantes que afirman haberla recibido en ligas de debate (17 %) y en estudios de Formación Profesional o en cursos extraescolares (2,7 %). Ello significa que apenas se imparte formación específica en oratoria. Por tipos de centros en los que habitualmente han recibido esta formación, las instituciones públicas encabezan la lista (68%), seguidas de los centros de educación privados (33%) y, a gran distancia, de empresas, de servicios de empleo y de centros concertados. Estos datos pueden estar condicionados, en parte, por el hecho de que la mayoría de los alumnos participantes en este estudio asisten a universidades públicas.

En cuanto al tipo de docente que normalmente imparte esta formación, el porcentaje más elevado (61%) corresponde a profesores no especializados de asignaturas varias, de modo que el personal docente especializado en comunicación oral tan solo representa el 23%. Según afirman los propios alumnos, únicamente el 15% de los docentes impartían una asignatura específica de oratoria. Otros referentes de enseñanza de esta materia mencionados por los estudiantes son los párrocos y otros alumnos. 

En líneas generales, la metodología de los cursos recibidos combina la parte teórica y la práctica. El 52% de la formación posee esta estructura, seguida de cursos prácticos (46%) y, a gran distancia, de cursos teóricos (13%). Los estudiantes también mencionan charlas, asambleas y exposiciones orales en asignaturas.

Con respecto a aspectos concretos de la formación en comunicación oral, seguidamente se indican −por orden decreciente− los más trabajados: ensayar bien el contenido del discurso; dominar el miedo escénico; estudiar la postura corporal y cómo moverse por el espacio de la presentación; practicar los gestos faciales y de manos; seleccionar, estructurar y redactar la información del discurso; diseñar unas buenas diapositivas, y controlar el tiempo de la exposición oral. Los alumnos también destacan, aunque en menor medida, la formación en voz, empatía, sonrisa y contacto visual; la improvisación, y la apariencia (aspecto físico y vestimenta).

En líneas generales, los alumnos encuestados consideran que poseen un nivel medio-alto (4,8 sobre 7) de competencia en comunicación oral. Los estudiantes de Ciencias de la Salud y los de Arte y Humanidades son los que afirman tener un nivel más elevado (casi 5), junto con los de Ingeniería y Arquitectura (4,8), prácticamente igualados con los de Ciencias Sociales. Los de Ciencias (4,7) se sitúan en la última posición.

Los estudiantes afirman realizar pocas presentaciones al mes: una media de dos. Por áreas, se observan diferencias significativas, dado que los alumnos de Ciencias y los de Ingeniería y Arquitectura realizan menos exposiciones que el resto. Por lo general, los temas que suelen tratarse en estas presentaciones son de carácter académico (81%), seguidos de temas profesionales (14%) y, a gran distancia, de temas relacionados con algún hobby o deporte. 

La mayoría de los estudiantes se toman en serio las presentaciones orales (5,5 sobre 7) y aseguran que se las preparan y hacen un guion de exposición (casi el 87%). Seguidamente se indica lo que afirman realizar: elaborar un esquema, escribir un guion y preparar las diapositivas (42%); solo escribir un guion y preparar las diapositivas (32,5%); solo preparar un esquema y las diapositivas (17%), y solo diseñar las diapositivas (8%). Un porcentaje marginal afirman improvisar por completo.

Una parte de los estudiantes afirman ensayar la exposición presentando el tema en voz alta, de pie y con el guion delante mientras pasan las diapositivas (43%); les siguen los que hacen lo mismo, pero sentados (22%); los que ensayan en voz baja, sentados (14%); los que solamente pasan las diapositivas en voz alta, de pie (11%); y los que hacen lo mismo, pero sentados (8%). Un porcentaje ínfimo (2%) afirman no ensayar en absoluto.  

Según los estudiantes encuestados, los dos aspectos fundamentales a la hora de realizar una presentación son dominar el miedo escénico y responder de forma clara a las preguntas del público. Les siguen, en menor medida pero de forma significativa, los siguientes aspectos: ensayar bien el contenido del discurso; seleccionar, estructurar y redactar la información del discurso; saber improvisar; saber qué postura corporal adoptar y cómo moverse por el espacio de la presentación; formarse para usar la voz de forma dinámica y efectiva en todos sus aspectos; diseñar unas buenas diapositivas; mostrar empatía mediante la sonrisa y el contacto visual con el público, y practicar los gestos faciales y de manos. Ocupan las últimas posiciones, aunque con una valoración también elevada, no sobrepasar el tiempo de exposición y tener una buena apariencia (aspecto físico y vestimenta).

La mayoría de los estudiantes (75%) se han quedado completamente en blanco durante una presentación, y más de la mitad (52%) afirman haber pasado por una situación complicada o vergonzosa. Además, en torno al 19% se han quedado afónicos. Por áreas de conocimiento, los tres casos presentan unos porcentajes muy similares.

Al preguntarles por los retos con los que se enfrentan más a menudo, señalan la ansiedad como el más importante. Son también muy relevantes no hablar demasiado rápido, no olvidar el contenido, responder con claridad a las preguntas del público, o saber improvisar. En un grupo intermedio se sitúan aspectos tales como explicarse con claridad, gesticular adecuadamente y adoptar una buena postura corporal, mostrar empatía y sonreír al público, o estructurar bien la información. Diseñar unas buenas diapositivas y tener una buena apariencia figuran, comparativamente, como retos menos importantes. 

En la encuesta, los estudiantes también describieron las situaciones más problemáticas que han experimentado durante una presentación oral. Destacan, de forma muy significativa, quedarse en blanco; cambiar las palabras o decir cosas incoherentes; sentir ansiedad y pasar vergüenza; tartamudear o trabarse; caerse o tropezarse; tener problemas técnicos con las diapositivas; no saber responder a las preguntas del público; que falle la proyección, y que se rían de ellos. 

Para medir la ansiedad de los estudiantes universitarios a la hora de presentar una exposición, se empleó la escala de ansiedad al hablar en público de Bartholomay y Houlihan (2016). Consta de 17 ítems relacionados con cogniciones (p. ej.: quedarse en blanco), comportamientos (p. ej.: temblor de manos) y manifestaciones fisiológicas de la ansiedad al hablar (p. ej.: sudar y taquicardia). Los estudiantes evaluaron estos ítems con arreglo a una escala de siete puntos, donde el valor más bajo era «Poco» y el más elevado era «Mucho». 

En la escala general, los estudiantes declararon tener un nivel medio de ansiedad (4 sobre 7). Las manifestaciones fisiológicas fueron las reacciones más habituales (4,2), mientras que los aspectos relacionados con la cognición y el comportamiento obtuvieron una media de 4 puntos. Los estudiantes de Arte y Humanidades fueron los que declararon más problemas de ansiedad (4,2), especialmente reacciones fisiológicas, seguidos de los de Ciencias Sociales (4,1), los de Ciencias y los de Ciencias de la Salud (4) y, en último lugar, los de Ingeniería y Arquitectura (3,8).  

A menudo, ser capaz de realizar una presentación oral eficaz se percibe como clave para el adecuado rendimiento de un estudiante en los entornos académico y laboral y su participación efectiva en una sociedad democrática. 

No obstante, este estudio corrobora que los estudiantes universitarios no reciben una formación apropiada en comunicación oral, pese a que opinan que es esencial para su educación y futuro profesional. Los numerosos problemas que declaran tener durante una exposición oral, sumados a su grado medio de ansiedad, ponen de manifiesto la necesidad de actuar para reforzar esta competencia tan fundamental. En concreto, se debería reforzar en mayor medida la de los alumnos de Ingeniería y Arquitectura y los de Ciencias, dado que son los que han recibido menos formación. 

Por consiguiente, la principal conclusión de este estudio es que la formación en comunicación oral sigue siendo una asignatura pendiente entre los estudiantes universitarios.

Este estudio presenta algunas limitaciones. La primera es que, si bien la muestra se configuró teniendo en cuenta el número total de estudiantes matriculados en cada una de las áreas de conocimiento, no puede considerarse que sea estadísticamente representativa del total de la población universitaria. La segunda es el bajo número de preguntas formuladas para que la encuesta, dirigida a una población joven y administrada en línea, fuera breve.  

BARTHOLOMAY, E. M., y D. D. HOULIHAN (2016): «Public Speaking Anxiety Scale: Preliminary psychometric data and scale validation», Personality and Individual Differences, 94, 211-215. 

RODERO, E., e I. RODRÍGUEZ-DE-DIOS (2021): «Competencias de comunicación oral en la educación primaria»,  Profesional de la información, 30(6), e300601.