En la obra caben otras distinciones más complejas y de carácter cualitativo, que tienen en cuenta las barreras para participar, así como las motivaciones y competencias cognitivas o las trayectorias. Por ejemplo, uno de los autores, Pierre-Michel Menger, al analizar los públicos de la música contemporánea en el marco de la transformación histórica de los espacios o posibilidades de elección, distingue tres tipos de públicos según su trayectoria: los principiantes, los ocasionales y los comprometidos. Y Víctor Fernández-Blanco et al. identifican 12 tipos de consumidores musicales, utilizando como criterio guía el consumo de música clásica y atendiendo a las diversas variables sociodemográficas. De los 12 tipos, 4 son considerados «omnívoros», mientras que el resto se caracteriza por un bajo consumo de música clásica y, en ciertos casos, por una carencia de interés en cualquier tipo de música.
Por otra parte, diversos artículos prestan atención a los cambios que se proponen desde la perspectiva de la oferta para captar unos públicos, los de las sociedades de comunicación y digitales, que tienen unas expectativas más complejas que en etapas precedentes. En la participación fuera del hogar, los públicos ya no se conforman con la asistencia a actos o eventos concretos, sino que precisan la implicación en experiencias significativas. Por ello, quienes se encargan de la programación han de adoptar estrategias multiproducto (se ofrecen diversos bienes y servicios) o multifunción (regeneración urbana, promoción de la creatividad, educación, inclusión social). Estos aspectos son tratados en los artículos de Tiziana Cuccia et al., de Michel Hambersin o de Roberto Cellini et al.
Lo mismo sucede con el turismo cultural, ya que el consumidor comprometido no se contenta con la visita a sitios patrimoniales, sino que requiere la integración de distintos componentes del territorio–patrimonio, entorno, cultura material… Por ejemplo, Calogero Guccio et al. describen y analizan la oferta en la zona del lago Orta de Italia. Imma Fondevila estudia las transformaciones en los museos españoles, que no solo persiguen un incremento de las audiencias en números absolutos, sino que también pretenden abrirlos a la variedad de tipos de visitantes, reflexionar sobre la función que han de desempeñar los equipamientos públicos y conseguir un cambio cualitativo en la implicación de los asistentes mediante las visitas guiadas, las propuestas de educación, mediación e interpretación, así como la creación de experiencias con el uso de nuevas tecnologías, entre otros.
Una de las transformaciones que están en juego con los nuevos públicos es la combinación de la finalidad clásica de desarrollo o realización personal (educación) con la creciente necesidad de entretenimiento o distracción (entertainment). Francesco Mannino y Anna Mignosa introducen el concepto híbrido de edutainment para abordar esta problemática. Y Michel Hambersin señala también la necesidad de prestar atención a las expectativas de las nuevas audiencias en su artículo sobre música clásica.
El objetivo político de relacionar participación con inclusión social y, por tanto, llegar a nuevos públicos, en especial a grupos sociales vulnerables (minorías excluidas, población inmigrante), queda patente en dos de los capítulos: el de Mannino y Mignosa sobre el monasterio benedictino de Catania y el de Marco Ferdinando Martorana et al. sobre la participación en barrios desfavorecidos. Estos sostienen que las artes y la cultura contribuyen a la acumulación de capital social, reducen la exclusión y, por tanto, mejoran el desarrollo de entornos urbanos deprimidos, pero se requiere una actuación pública prolongada para que tengan éxito.
En el capítulo introductorio se presta una gran atención a esta dimensión de la política y la participación cultural. Al tratar de ella se habla tanto de los beneficios individuales (diferenciando entre población infantil y adulta) como de los beneficios sociales y públicos. Sin duda, la participación artística genera nuevas formas de aprendizaje y nuevos lenguajes para interpretar el mundo que son claves en el proceso educativo, pero también permite generar sentido de comunidad e identidad, y promueve la integración y la cohesión social merced a su eficacia simbólica. Esta es una cuestión que, en el futuro, no solo debe ser proclamada sino investigada con amplitud y rigor empírico, sin eludir los conflictos y tensiones que generan las formas simbólicas en sociedades constitutivamente plurales.
En la parte que trata el impacto de las nuevas tecnologías, Hasan Bakhshi reclama la necesidad de financiar la innovación en el campo cultural, al mismo tiempo que muestra cómo puede expandirse al público mediante distintas aplicaciones y técnicas. En este sentido, narra la experiencia del Teatro Nacional de Londres con la obra Fedra, que fue proyectada en cines digitales, logrando tanto una audiencia amplia como nueva. Noam Shoval y Bob McKercher muestran la eficacia de los rastreadores digitales para conocer no solo las pautas de los turistas en los espacios patrimoniales sino en el conjunto de la ciudad de Hong-Kong. Christian Handke et al. analizan el impacto de la digitalización. En todos estos casos, se habla de tecnologías de la información y la comunicación, pero obviando que son también tecnologías de la organización y, por tanto, de nuevas formas de participación. No solo «alteran» las formas precedentes de consumo o expanden el acceso (como los proyectos Gutenberg o Europeana), sino que generan prácticas nuevas y es esta su dimensión más relevante.