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Perspectivas sobre la participación cultural en Europa

Reseña

Perspectivas sobre la participación cultural en Europa

Antonio Ariño Villarroya, Universitat de València;

Victoria M. ATECA-AMESTOY, Victor GINSBURGH, Isidro MAZZA, John O’HAGAN y Juan PRIETO-RODRIGUEZ (eds.): Enhancing Participation in the Arts in the EU. Challenges and Methods. Berlín: Springer, 2017.

Este extenso libro, cuyo objeto no es solo medir la participación en las actividades culturales en el área europea, sino promoverlas para contribuir a la inclusión social y a la ciudadanía activa, ofrece los resultados de un proyecto de investigación financiado por el programa Cultura 2007-2013 de la Comisión Europea, con una amplia participación de académicos, gestores y expertos de distintos países. Se inscribe en las preocupaciones y objetivos de la Comisión, que entiende la participación cultural como una herramienta relevante para la consolidación de la democracia y el estado de bienestar mediante la democratización cultural, pero también como un instrumento de desarrollo económico merced a la expansión de las industrias creativas y del mercado cultural.

Esta obra continúa una larga tradición de investigaciones que, desde los años setenta, han utilizado las encuestas de preferencias y prácticas como un instrumento de medición de expectativas y demandas de la población, al mismo tiempo que se propone una evaluación de estos instrumentos y la incorporación de otros nuevos para comprender mejor la participación cultural.

Tres interrogantes orientan la investigación: cómo evoluciona la participación; qué sucede si un amplio sector de la población no participa en las actividades culturales (de hecho, la distribución es muy desigual no solo por sectores artísticos, sino en función de las principales variables sociodemográficas); y cómo se puede contribuir a identificar los factores que permiten mejorar la participación de manera que las políticas tengan en cuenta los correspondientes hallazgos.

Los veinticinco capítulos de la obra están estructurados en cinco partes de tamaño desigual: la primera presenta los instrumentos de medida y los evalúa desde una perspectiva comparada internacional; la segunda se ocupa del análisis de varios sectores: música, teatro, museos y patrimonio cultural; la tercera se centra en el turismo; la cuarta trata sobre el impacto de las nuevas tecnologías; y la quinta dedica sendos artículos a la financiación y la innovación.

Los distintos capítulos abordan explícita o implícitamente los problemas fundamentales que afectan a este campo: qué se entiende por cultura o cuál es la extensión del campo cultural; qué se entiende por participación; cómo medirla y qué dificultades hay para hacerlo y para realizar comparaciones; finalmente, qué resultados de relevancia se obtienen de todo este proceso.

Según el título del libro, su contenido debería circunscribirse al concepto anglosajón de las artes, pero en realidad se ocupa del repertorio habitual de actividades culturales que recogen las encuestas europeas (música clásica, teatro, museos, etc.), si bien el abanico se abre significativamente para incluir otras tres tan importantes como el deporte (el caso de Irlanda), los videojuegos y el turismo (en diversas ciudades, incluida Hong Kong), que no siempre se incorporan a los cuestionarios nacionales porque suelen ser objeto de encuestas específicas. Nos hallamos, pues, ante una de las problemáticas actuales de mayor importancia: cuál es la extensión del campo cultural que deben abordar las investigaciones sobre participación, consumo y hábitos culturales.

El término participación, que procede de los estudios políticos, no ha dejado de suscitar dificultades cuando se aplica a la cultura. Habitualmente, se reconocen dos enfoques: el francés, que distingue entre prácticas dentro del hogar y fuera del hogar, además de las dedicadas a la promoción de la identidad cultural; y el inglés, que utiliza la participación como sinónimo de asistencia y frecuencia (asistencias, visitas y lecturas), y que permite diferenciar entre una actitud más activa y otra más receptiva.

La participación artística permite generar sentido de comunidad e identidad, y promueve la integración y la cohesión social merced a su eficacia simbólica

En la obra caben otras distinciones más complejas y de carácter cualitativo, que tienen en cuenta las barreras para participar, así como las motivaciones y competencias cognitivas o las trayectorias. Por ejemplo, uno de los autores, Pierre-Michel Menger, al analizar los públicos de la música contemporánea en el marco de la transformación histórica de los espacios o posibilidades de elección, distingue tres tipos de públicos según su trayectoria: los principiantes, los ocasionales y los comprometidos. Y Víctor Fernández-Blanco et al. identifican 12 tipos de consumidores musicales, utilizando como criterio guía el consumo de música clásica y atendiendo a las diversas variables sociodemográficas. De los 12 tipos, 4 son considerados «omnívoros», mientras que el resto se caracteriza por un bajo consumo de música clásica y, en ciertos casos, por una carencia de interés en cualquier tipo de música.

Por otra parte, diversos artículos prestan atención a los cambios que se proponen desde la perspectiva de la oferta para captar unos públicos, los de las sociedades de comunicación y digitales, que tienen unas expectativas más complejas que en etapas precedentes. En la participación fuera del hogar, los públicos ya no se conforman con la asistencia a actos o eventos concretos, sino que precisan la implicación en experiencias significativas. Por ello, quienes se encargan de la programación han de adoptar estrategias multiproducto (se ofrecen diversos bienes y servicios) o multifunción (regeneración urbana, promoción de la creatividad, educación, inclusión social). Estos aspectos son tratados en los artículos de Tiziana Cuccia et al., de Michel Hambersin o de Roberto Cellini et al.

Lo mismo sucede con el turismo cultural, ya que el consumidor comprometido no se contenta con la visita a sitios patrimoniales, sino que requiere la integración de distintos componentes del territorio–patrimonio, entorno, cultura material… Por ejemplo, Calogero Guccio et al. describen y analizan la oferta en la zona del lago Orta de Italia. Imma Fondevila estudia las transformaciones en los museos españoles, que no solo persiguen un incremento de las audiencias en números absolutos, sino que también pretenden abrirlos a la variedad de tipos de visitantes, reflexionar sobre la función que han de desempeñar los equipamientos públicos y conseguir un cambio cualitativo en la implicación de los asistentes mediante las visitas guiadas, las propuestas de educación, mediación e interpretación, así como la creación de experiencias con el uso de nuevas tecnologías, entre otros.

Una de las transformaciones que están en juego con los nuevos públicos es la combinación de la finalidad clásica de desarrollo o realización personal (educación) con la creciente necesidad de entretenimiento o distracción (entertainment). Francesco Mannino y Anna Mignosa introducen el concepto híbrido de edutainment para abordar esta problemática. Y Michel Hambersin señala también la necesidad de prestar atención a las expectativas de las nuevas audiencias en su artículo sobre música clásica.

El objetivo político de relacionar participación con inclusión social y, por tanto, llegar a nuevos públicos, en especial a grupos sociales vulnerables (minorías excluidas, población inmigrante), queda patente en dos de los capítulos: el de Mannino y Mignosa sobre el monasterio benedictino de Catania y el de Marco Ferdinando Martorana et al. sobre la participación en barrios desfavorecidos. Estos sostienen que las artes y la cultura contribuyen a la acumulación de capital social, reducen la exclusión y, por tanto, mejoran el desarrollo de entornos urbanos deprimidos, pero se requiere una actuación pública prolongada para que tengan éxito.

En el capítulo introductorio se presta una gran atención a esta dimensión de la política y la participación cultural. Al tratar de ella se habla tanto de los beneficios individuales (diferenciando entre población infantil y adulta) como de los beneficios sociales y públicos. Sin duda, la participación artística genera nuevas formas de aprendizaje y nuevos lenguajes para interpretar el mundo que son claves en el proceso educativo, pero también permite generar sentido de comunidad e identidad, y promueve la integración y la cohesión social merced a su eficacia simbólica. Esta es una cuestión que, en el futuro, no solo debe ser proclamada sino investigada con amplitud y rigor empírico, sin eludir los conflictos y tensiones que generan las formas simbólicas en sociedades constitutivamente plurales.

En la parte que trata el impacto de las nuevas tecnologías, Hasan Bakhshi reclama la necesidad de financiar la innovación en el campo cultural, al mismo tiempo que muestra cómo puede expandirse al público mediante distintas aplicaciones y técnicas. En este sentido, narra la experiencia del Teatro Nacional de Londres con la obra Fedra, que fue proyectada en cines digitales, logrando tanto una audiencia amplia como nueva. Noam Shoval y Bob McKercher muestran la eficacia de los rastreadores digitales para conocer no solo las pautas de los turistas en los espacios patrimoniales sino en el conjunto de la ciudad de Hong-Kong. Christian Handke et al. analizan el impacto de la digitalización. En todos estos casos, se habla de tecnologías de la información y la comunicación, pero obviando que son también tecnologías de la organización y, por tanto, de nuevas formas de participación. No solo «alteran» las formas precedentes de consumo o expanden el acceso (como los proyectos Gutenberg o Europeana), sino que generan prácticas nuevas y es esta su dimensión más relevante.

La ampliación de públicos no depende tanto de la reducción de precios cuanto de eliminar barreras

Uno de los aspectos más innovadores de este libro radica en la inclusión de la neurociencia de la música. En su artículo, Sylvie Nozaradan se pregunta cómo el cerebro humano interactúa con el ritmo musical, recordando que la experiencia musical es una actividad de compromiso integral antes que una práctica de escucha. La investigación de la percepción del ritmo musical constituye una oportunidad para iluminar los procesos de interacción entre las determinaciones biológicas y las culturales.

Ha quedado deliberadamente para el final de esta reseña la cuestión de las fuentes y de las oportunidades y limitaciones que presentan. En la primera parte de la obra, cuatro capítulos analizan los instrumentos más importantes de medida de las actividades culturales. El primer artículo se ocupa de la comparabilidad internacional; el segundo, tercero y quinto se centran respectivamente en España, Italia e Irlanda. Todos los autores concluyen que se precisan estadísticas y que estas han de ser adecuadas.

¿Qué problemas fundamentales se registran y analizan? En el caso de las encuestas nacionales, hay diferencias en los objetivos de estudio, en las variables utilizadas (por ejemplo, en España es imposible conocer la clase social), el diseño de las preguntas, la población encuestada y el tamaño de la muestra o el período de observación de las actividades; se utilizan taxonomías pobres cuando se estudian los géneros (el caso de la música) y varía la periodicidad de realización.

En las encuestas de ámbito europeo sobre condiciones de vida (Encuesta Europea de Ingresos y Condiciones de Vida), sobre valores (Encuesta Social Europea), sobre educación de adultos (Encuesta de Educación de Adultos) o en los Eurobarómetros se utilizan procedimientos diferentes para recoger los datos y se dan dificultades de estandarización por cuestiones de diversidades lingüísticas e identidad.

En conjunto, se pueden identificar en la obra tres aportaciones fundamentales, con independencia de las que ofrece cada capítulo: la necesidad de generar información fiable y la prudencia en el uso de la actualmente existente; la crítica a la infrautilización de la misma para el diseño de políticas públicas; y la constatación de que la ampliación de públicos no depende tanto de la reducción de precios cuanto de eliminar barreras, la principal de las cuales radica en la debilidad del capital educativo. Para ello se requiere una actuación decidida en la formación escolar primaria.

La obra es de gran interés para quienes tienen responsabilidad en el diseño de políticas públicas, pero también para programadores públicos y privados; por supuesto, para los académicos especializados en el tema y para un público amplio que desempeña funciones profesionales en la creación, difusión y programación cultural.

En definitiva, un texto imprescindible para el debate sobre el papel de las artes y de la cultura en nuestras sociedades. 

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