¿Qué tipo de actividades culturales consume cada grupo social? ¿Cómo las consume? Si bien lo anterior permite describir el consumidor medio en cada manifestación cultural, para identificar qué barreras son relevantes consideramos las diferentes manifestaciones culturales y su forma de acceso conjuntamente. Para ello clasificamos los individuos según la forma en que participan (física/digital) e implementamos un modelo estadístico que relaciona la participación con factores personales (edad, género, estudios, etcétera). Además, la técnica empleada permite identificar los efectos indirectos que la participación digital puede tener en la participación física, y la física en la digital. La tabla 1 agrupa los principales resultados, distinguiendo entre participación física y participación electrónica.

La primera diferencia observada es la edad. En ambos casos, participación física y digital, nos encontramos con un impacto que es inicialmente positivo (a más edad, más participación) y que, tras alcanzar un máximo, empieza a decaer (a más edad, menos participación). La diferencia la encontramos en el punto de inflexión, mayor en el caso del consumo tradicional (47-49 años) que en el del consumo a través de internet (29-35 años). Esta cuestión podría apuntar a una diferencia generacional y de hábitos de consumo más amplia, así como ligarse con la existencia de la brecha digital, vinculada a la edad.
Una segunda diferencia es la brecha de género para el consumo físico, que desaparece en el consumo digital. La mayor participación femenina en la cultura de élite ha sido profusamente analizada (véase como ejemplo Christin, 2012) y suele atribuirse a una socialización temprana en las artes o a diferencias en el mercado de trabajo. La desaparición de las diferencias de género en la participación a través de internet podría ocultar la existencia de una brecha digital de género. Observando los distintos usos de internet (gráfico 5), se constata una menor participación femenina en el consumo de contenidos culturales, y el uso recreativo e informativo del mismo. La única excepción se da en las actividades relacionadas con la generación de contenidos (subir contenidos, participar en foros, chats y redes sociales).

En tercer lugar, el nivel de educación tiene un impacto positivo en la participación en ambos medios. La educación puede reflejar tanto el conjunto de habilidades necesarias para la correcta interpretación y disfrute de determinadas manifestaciones de cultura de alto nivel como el nivel socioeconómico.
En cuarto lugar, la situación con respecto al mercado de trabajo es relevante. Ya se ha señalado que el desempleo, vinculado a restricciones en los recursos de los individuos, incrementa el consumo digital y reduce el físico. En la misma dirección afecta el tener una incapacitación, mientras que ser estudiante aumenta el consumo en ambos ámbitos.
En quinto lugar, el número de personas en el hogar disminuye la probabilidad de participar en ambos ámbitos. Esto podría relacionarse con una menor disponibilidad de tiempo, como es el caso de padres con hijos a su cargo, o con restricciones de ingresos, individuos mayores de edad que viven con sus padres.
En sexto lugar, la distribución espacial de la oferta es importante para explicar el consumo físico. El tamaño del municipio de residencia determina la probabilidad de asistencia. También se observan diferencias regionales en el consumo, de manera que la comunidad autónoma de residencia influye en la probabilidad de participación, un aspecto que puede asociarse a la concentración geográfica de la oferta cultural. Sorprendentemente, estos dos factores resultan de igual modo relevantes para explicar el consumo en línea, resultado que sugiere la existencia de limitaciones en el acceso a internet en función de la residencia.
Finalmente señalar que se observa la existencia de una propensión a consumir cultura de alto nivel que subyace a todos los individuos con independencia de la forma en que se consuma. Ello sugiere que ese 2,6% de los individuos que solo consumen en formato digital podrían, si las barreras a las que se enfrentan perdieran relevancia, ser también consumidores físicos.