Uno de los rasgos principales de la desigualdad entre hombres y mujeres es la mayor vulnerabilidad económica de estas últimas que, aun teniendo cubiertas sus necesidades básicas, a menudo da lugar a situaciones de estrecheces y renuncias. Las diferencias de género en las personas que viven en hogares en situación de vulnerabilidad económica es especialmente grave en los mayores de 65 años. En 2016, la brecha o distancia en las pensiones medias de mujeres y hombres mayores de 65 años en España era de 32,5 puntos. Esta brecha disminuyó en la etapa más reciente, pero es todavía muy elevada y, por tanto, determinante de la brecha de género en la situación de vulnerabilidad económica de las personas mayores de 65 años. Tales diferencias se explican en gran parte por la importante brecha laboral y salarial entre hombres y mujeres y las consecuencias que tienen en el largo plazo a través del sistema de pensiones.
Destaca que la distancia entre hombres y mujeres de 65 y más años que viven en hogares pobres (por debajo del 60% de la renta mediana) es pequeña y, en cambio, es precisamente en este colectivo donde se registra la mayor brecha de género de los que viven en hogares en situación de vulnerabilidad económica (por debajo del 75% de la renta mediana). En este sentido, parece que los ingresos procedentes de las pensiones permiten tanto a hombres y, en menor medida, a mujeres, permanecer relativamente ajenos a los ciclos económicos, como se vio en el apartado anterior, y a no caer por debajo del umbral de pobreza. Pero la cuantía de estas prestaciones, estrechamente relacionadas con el historial laboral y salarial de hombres y mujeres, resulta determinante para caer o no en situación de vulnerabilidad económica.
Sea cual sea la franja de edad considerada, estas diferencias entre hombres y mujeres se visualizan claramente a través del indicador de la independencia económica personal, que se caracteriza por una amplia y persistente brecha de género. Disponer de ingresos propios mejora la autonomía individual, proporciona libertad y aumenta el poder de negociación dentro de la familia y es un valor perseguido por la mayoría de los adultos. Este indicador empeoró durante el período considerado para la media de la población, salvo en 2017, debido al menor número de perceptores de rentas del trabajo, pero destaca especialmente la amplia diferencia entre hombres y mujeres. La falta de autonomía en las mujeres es más del doble que la de los hombres en todos y cada uno de los años objeto de estudio, e incluso el triple en algunos años. Esta brecha de género se repite en todas las edades, si bien se amplía a medida que estas crecen.