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Entrevista

“Combatir el cambio climático beneficiará enormemente la salud”

María Neira, Directora del departamento de Salud Pública, Medio Ambiente y Determinantes Sociales de la Salud,
Organización Mundial de la Salud (OMS);

Neira es médico especialista en endocrinología. Trabajó con Médicos Sin Fronteras en Honduras y con la Organización de Naciones Unidas (ONU) en Mozambique y Ruanda. Posteriormente, ingresó en la OMS como directora del departamento de Prevención y Erradicación de Enfermedades Infecciosas. Fue presidenta de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria del Ministerio de Sanidad y Consumo de España, donde se encargó de la elaboración y ejecución de los planes nacionales de alimentación y nutrición.

 

¿Por qué es tan importante para la salud global el acuerdo de la Conferencia de la ONU sobre el cambio climático?

Este acuerdo alcanzado sobre el cambio climático, que todos los países firmaron en diciembre de 2015 en París, aborda la toma de decisiones y pone sobre la mesa soluciones al problema del calentamiento global. Es importante para la salud porque todas las decisiones que se tomen para combatir el cambio climático, en el fondo, la beneficiarán enormemente. En este sentido, se deben tomar medidas para reducir el tráfico y observar, por ejemplo, si se usa un tipo de energía contaminante o no contaminante; y todas estas decisiones tendrán un impacto en nuestros pulmones y en nuestro sistema cardiovascular. Si conseguimos disminuir la contaminación del aire que respiramos, el beneficio va a ser enorme, ya que cada año mueren 7 millones de personas debido a la contaminación atmosférica.

¿Cuáles son los principales efectos del cambio climático en la salud de la población a nivel mundial? ¿Y en Europa?

El cambio climático está afectando a los pilares de nuestra sociedad: el acceso al agua potable y a los alimentos, y la forma en que nos protegemos, es decir, la vivienda. Se pueden producir desplazamientos masivos debido a desastres naturales, la escasez o mala calidad del agua o la escasez de alimentos por episodios de sequía. Todo ello repercute extraordinariamente en las bases de nuestra salud.

Por otro lado, el aumento de la temperatura media debido al cambio climático afecta a las condiciones ambientales de muchos vectores que transmiten enfermedades, como es el caso de los mosquitos, que no podían reproducirse en zonas montañosas de Kenia porque no tenían la temperatura adecuada y ahora tienen justo esos grados de temperatura necesarios para su reproducción, con lo cual empezamos a detectar casos de malaria en zonas donde no existía.

En cuanto a Europa, el cambio climático se relaciona con la distribución del agua dulce, pues va camino de convertirse en un bien muy escaso. Afecta también a la utilización del transporte y a la gestión de la contaminación atmosférica que produce, a la distribución de las cosechas a nivel internacional y a la nueva distribución de enfermedades. Es erróneo pensar que se trata de un problema que solo afectará a los países en vías de desarrollo. Por supuesto que les va a afectar mucho más que a los países desarrollados, pero también será un problema para estos.

¿A qué retos de salud pública se enfrenta un país como España a consecuencia del cambio climático?

El cambio climático va a cambiar nuestros hábitos de vida. Irónicamente, esta consecuencia del calentamiento global resultaría muy positiva. Es necesario que la gente comprenda que cuando el planeta sufre –hecho que se entiende como algo muy lejano– nuestra salud también está sufriendo. 

Pienso que en Europa lo comprobaremos pronto si tomamos medidas para combatir la contaminación del aire y cambiamos nuestros modelos de vida. Hemos de reflexionar sobre por qué usamos el vehículo privado permanentemente en lugar de usar el transporte público o caminar; o el hecho de no realizar actividad física, movernos en coche o moto y llevar una vida muy sedentaria. Todo esto tiene un gran impacto en las enfermedades no transmisibles.

Uno de los problemas es que la gente no ve las conexiones entre el calentamiento global y la salud. Por tanto, hay que explicarlas. Una vez que se entiende que, por ejemplo, el aumento de casos de asma o de alergias está relacionado con el cambio climático, las personas se convierten en líderes del movimiento para combatir el calentamiento global. No es un tema de ecologistas “motivados”, es una cuestión que tiene que ver mucho con nuestra salud.

¿Cómo nos afectan los determinantes ambientales? ¿Cómo podemos minimizar sus efectos sobre nuestra salud?

Los determinantes ambientales son responsables de casi 13 millones de muertes al año. Desde un punto de vista positivo, si nosotros gestionáramos el medio ambiente de una manera lógica, inteligente y sostenible, evitaríamos 13 millones de muertes anuales y la gente tendría una mejor calidad de vida.

Si al diseñar nuestras ciudades nos centráramos en el individuo y los ciudadanos, y las planeáramos pensando en la posibilidad de que la gente camine o se desplace en bicicleta, tenga acceso a zonas verdes y respire un aire más puro, estaríamos protegiendo la salud. La idea no es evitar la enfermedad, sino proteger la salud gracias a un mejor diseño de las ciudades, pensadas sobre todo para los ciudadanos. Y este tipo de acciones también son fundamentales para tener éxito en la lucha contra el cambio climático.

Entre los condicionantes ambientales, ¿cuáles son los más importantes en relación con la salud? ¿Podemos prevenir las enfermedades cuidando del medio ambiente?

La prevención primaria es la mejor medicina. Cuanto más protejamos el medio natural, que es el que nos sustenta, nos alimenta, nos da de beber y en el que nos resguardamos y respiramos, tanto mejor nos protegerá. Lo contrario no existe. El medio ambiente es el que decide.

Evidentemente, uno de los principales retos a los que nos enfrentamos es el acceso al agua potable. En Europa parece algo banal; sin embargo, hay muchos países en los que la población no tiene acceso regular y rutinario al agua potable. No es tan fácil como abrir un grifo; es una importante lucha diaria. Otros condicionantes ambientales son la contaminación del aire, la exposición a sustancias químicas, pesticidas u otras sustancias tóxicas presentes en nuestra vida diaria, así como la gestión de los residuos.

La optimización del entorno de nuestros municipios es fundamental para mejorar nuestra salud. Cuanto mejor planifiquemos nuestros entornos, mayor será el beneficio para la salud. Cuanto mejor planeemos el transporte público colectivo, mayor será la disminución de las congestiones de tráfico y del número de muertes y lesiones por accidentes. Todo esto resulta muy beneficioso para la salud. Queremos que se desarrollen políticas urbanas saludables dirigidas al ciudadano, pensando en quien será el beneficiario o “sufridor” de estas políticas. 

¿Qué efectos tendrían en la salud las mejoras de nuestro entorno en las ciudades?

Es importante para la salud reducir la contaminación atmosférica, ya he mencionado que provoca 7 millones de muertes anuales, una cifra que debemos recordar. Es, ahora mismo, uno de los riesgos ambientales más importantes a los que nos enfrentamos. Obviamente, afecta mucho más a los países en vías de desarrollo que a los países industrializados, pero la previsión de que, en apenas veinte años, el 80% de la población mundial vivirá en las ciudades es muy preocupante y hay que hacer algo al respecto.

Cada ciudad debe realizar su propia evaluación sobre el origen de esta contaminación. Una gran parte se produce por el transporte relacionado con los vehículos que circulan por la ciudad. Otra parte procede de la gestión de los residuos: hay lugares en el mundo donde las basuras se queman en el propio hogar, lo que produce sustancias tóxicas y contaminación. La producción agrícola alrededor de las ciudades y la producción industrial de algunos países, que no tienen normativas sobre las emisiones de los contaminantes de las fábricas, provocan la contaminación del aire. No hay una causa única que provoque la contaminación atmosférica, ya que depende, por ejemplo, del tipo de combustible que se utilice en los vehículos, sea diésel o gasolina.

A partir de aquí, hay que poner en marcha una batería de medidas para reducirla, siendo la mejor que el ciudadano entienda que reducir la contaminación atmosférica es importante para la salud, que empiece a demandar mejores medidas urbanísticas en este sentido y que contribuya usando menos el vehículo privado en sus desplazamientos, gestionando mejor los residuos en casa y aplicando una política energética eficiente en el hogar, no poniendo la calefacción o la refrigeración al máximo, entre otras medidas.

Casi dos tercios de todas las muertes globales se atribuyen a las enfermedades no transmisibles. ¿Cómo podemos abordar este enorme reto social y de la salud pública?

Por ejemplo, teniéndolo en cuenta cada vez que se toma una decisión relacionada con el futuro de una ciudad, es decir, pensando en qué enfermedades puede evitar o provocar. La exposición a factores de riesgo ambientales es una de las primeras causas de muerte de enfermedades cardiovasculares. Antes se creía que solo influían otros factores de riesgo, también importantísimos, como el tipo de alimentación, la falta de ejercicio y el consumo de tabaco y alcohol, pero hoy sabemos que uno de los factores de riesgo más importante es la exposición a la contaminación del aire. Por tanto es una de las tareas pendientes que debemos abordar.

Hay muchas maneras de tratar los efectos de la contaminación atmosférica en la salud, pero la labor divulgativa que realizan los medios de comunicación es fundamental para que la gente los conozca. No se trata de una campaña para salvar al planeta, que suena como algo muy lejano. Es una acción para salvar “mis pulmones” y “mi corazón”. Una campaña para prevenir la salud de todos. Creo que es un mensaje que llega más al ciudadano.

¿Cuáles son los principales problemas de salud a los que se enfrentan los países en vías de desarrollo? ¿Cómo se deberían tratar?

Estos problemas se deberían trabajar con inteligencia, tomando decisiones estratégicas para cada país, atendiendo a cómo y dónde se invierte. Desde luego, educación y salud son siempre las mejores inversiones, sobre todo si se hacen de forma sostenible para poderlas mantener en el tiempo.

También es necesario reflexionar para decidir qué fuentes de energía se van a usar en países en vías de desarrollo, que se están industrializando y están cambiando su modelo de vida, decisiones que afectarán al modelo de transporte que van a desarrollar. ¿Copiarán el nuestro? ¿Copiarán nuestro sistema industrial, que ha sido tan contaminante? ¿Harán como en China, donde todo el desarrollo implica contaminar los ríos y el aire, donde la economía está por encima de todo a pesar de los problemas generados?

El principal mensaje es que puede existir un desarrollo económico que no destruya los recursos naturales ni afecte a la salud de la gente. Las enfermedades a las que nos enfrentamos en los países en vías de desarrollo son duales. Por un lado, las enfermedades infecciosas –malaria, tuberculosis, etc.– continúan siendo un problema, pero además han aparecido problemas de diabetes y enfermedades cardiovasculares, que se relacionan con estilos de vida sedentarios y la obesidad. Es decir, estos países conviven con las dos epidemias, lo que hace más difícil resolver la ecuación.

¿Cómo podemos mejorar la salud pública a través de la educación, la cultura, la investigación y la innovación? ¿Podría proponernos tres medidas que, a su entender, supondrían un cambio radical en este aspecto?

La educación es fundamental para cambiar la situación sanitaria en los países. También es básica la gobernanza: si en un país, aunque sea muy rico, sigue habiendo corrupción, mala gestión de los recursos y malas decisiones en inversión, no va a poder tener un desarrollo adecuado en sanidad, aunque cuente con mucha asistencia, como ha ocurrido en África. Es necesaria una demanda de la población exigiendo una buena gestión y menos corrupción.

A partir de aquí, tres medidas que pueden suponer un cambio: la educación de las niñas en primer lugar. Es importante que las niñas asistan a la escuela, ya que serán ellas las que gestionarán su casa y los recursos. Se ha observado que gracias a la gestión de dichos recursos también llevarán a sus hijos a la escuela. Educar a niñas es siempre una excelente inversión.

Otra medida es invertir en salud. Para ello, los países deben tenerla en su agenda como una prioridad. No se trata solo de construir hospitales, sino, por ejemplo, de reducir la mortalidad materna mediante la educación sanitaria en las clínicas. Y la tercera medida, potenciar la solidaridad. Es decir, seguir ayudando de una forma inteligente y estratégica allí donde hay resultados. Adicionalmente, otra medida importante sería posibilitar el acceso al agua potable y a la educación para todos, como pilares básicos para mejorar la salud pública.  

¿Qué recomendaciones en cuanto a las políticas públicas haría para mejorar la salud de los ciudadanos?

En países con más medios, como los nuestros, necesitamos entender que la salud es multisectorial. La salud no son los hospitales. Estos son fundamentales para la salud de las personas, pero son el último escalón. Se emplean cuando las personas ya han enfermado.

Por eso recomendaría invertir en prevención primaria entendiendo que la política de salud no solo se hace desde el Ministerio de Sanidad, sino que en otros ministerios como el de Medio Ambiente, el de Industria y Energía, o en los ministerios correspondientes en cada país, se hacen las políticas de bienestar. Todos los ministros deberían ser conscientes de la siguiente tarea: demostrar en qué porcentaje su cartera está contribuyendo a mejorar la salud de la gente. Y todos deben contribuir a la salud porque en todas las políticas se genera bienestar y ausencia de enfermedad. El Ministerio de Sanidad no debe preocuparse solo del enfermo, debe preocuparse y ocuparse también del sano para que siga estándolo.

¿Qué cambios en los comportamientos individuales serían necesarios para encaminarse a una mejor salud?

Muchos. Nuestros comportamientos están relacionados con la forma en que consumimos día a día. Hay que ser muy conscientes de lo que consumimos y cómo lo hacemos. Hemos de reflexionar sobre cuántos residuos de plásticos y cartón innecesarios generamos cada día, cuál es nuestra contribución a la huella de carbono y cómo nos movemos diariamente en la ciudad. Esto es fundamental.

También debemos pensar en cuánto contaminamos: cómo uso mi energía en casa y hasta qué punto soy consciente de que la energía no es un bien inagotable y que su explotación produce contaminantes. Es básico reflexionar sobre cómo consumo mi agua y mis alimentos y también cuánto deporte hago.

Por otro lado, tenemos los factores de riesgo como el tabaquismo, el consumo excesivo de grasas y el consumo de alcohol, entre otros. Sin embargo, no hay que tratarlos desde el punto de vista represivo, diciendo: “esto está prohibido”. Debemos pensar en una cultura para una vida mejor. Se trata de que “yo esté mejor” y no de amargarme la vida, sino al contrario: que en mi vida y con mi salud esté mejor y sea mucho más feliz.

Las condiciones ambientales y sociales pueden llevar a una salud precaria, y una mala salud puede precipitar a más personas a la pobreza por el aumento de los gastos de atención en salud, o la pérdida de la vivienda y de los ingresos. ¿Cómo podemos romper este círculo vicioso entre condicionantes ambientales y pobreza?

Podemos romperlo evitando que la gente se ponga enferma. Actualmente el 97% de los recursos que se destinan a la llamada salud van sobre todo a curar la enfermedad. Invertimos solo un 3% en prevenirla. Hay que cambiar estos porcentajes. Hay que invertir muchísimo en curar la enfermedad, pero hay que ser inteligente e ir a buscar la salud, como he dicho antes, en todos los ministerios y en todas las políticas. Por ejemplo, cualquier tipo de construcción debería tener un estudio de impacto sobre la salud. Una cultura de prevención primaria rompería este círculo vicioso.

¿Qué implicaría erradicar una enfermedad?

Sería una inyección de optimismo. No cabe duda de que si consiguiéramos por fin erradicar la polio, por ejemplo, la inyección de optimismo sería enorme. Pero significaría pasar ya a erradicar la siguiente enfermedad. No podemos quedarnos dormidos en los laureles ni cinco minutos. Para la comunidad internacional sería como ganar una copa mundial de fútbol, me imagino. Pero erradicar una enfermedad no significa que nuestra capacidad de enfermar no siga siendo enorme, por todos los factores de riesgo a los que estamos expuestos. Por tanto, hay que reducirlos. 

Por último, la OMS declaró la violencia como un problema esencial de salud pública global. Siendo un problema complejo y entendiendo que hay diversos tipos de violencia, ¿qué medidas preventivas destacaría para poder atajarla?

Educación, educación y educación. Está claro que una sociedad es lo que quiere ser. Si a un niño desde pequeño se le inculca que es superior a una niña o que la violencia resuelve problemas o que es un modelo en nuestra vida diaria, obviamente la sociedad se desarrollará siguiendo estas ideas. Personalmente, no es la sociedad que deseo. Creo que educación ha de ser sensibilización y hay que educar en todos los sitios: en los hogares, en las escuelas, en la calle, en los medios de comunicación y en las vallas publicitarias. Pero sin emplear represión, simplemente educando.

Entrevista por Raül Toran Navarro

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