La evidencia disponible muestra que la humanidad está siguiendo una trayectoria insostenible en su relación con el medio ambiente. La cultura medioambiental y climática constituye una de las bases esenciales para una transición hacia modelos de vida más sostenibles (Abson et al., 2017). En el actual escenario de emergencia climática, es fundamental que la sociedad comprenda las causas y consecuencias del cambio climático, y que ello se traduzca en comportamientos que den lugar a acciones de prevención, adaptación y mitigación. Los modelos climáticos sitúan España entre los países de la Unión Europea más vulnerables a los impactos del cambio climático. La superación de la actual crisis climática implica, entre otros, tres puntos críticos: a) implementación de políticas climáticas; b) aceptación de estas políticas por parte de la sociedad, y c) comportamientos proambientales. 

Hasta la fecha, no existían datos acerca de los niveles de conocimiento sobre el cambio climático en España ni sobre su relación con los niveles de preocupación y los hábitos climáticamente sostenibles; de ahí que no fuera posible evaluar si la actual transferencia de conocimientos climáticos hacia la sociedad es suficiente. El presente estudio plantea tres objetivos para abordar estos aspectos: a) evaluar los niveles de conocimiento en torno al cambio climático por parte de los jóvenes y adultos españoles; b) determinar su nivel de preocupación y ansiedad frente a las consecuencias ‒presentes y futuras‒ del cambio climático, y c) analizar sus comportamientos y hábitos climáticos. Ello permitirá comprender mejor hasta qué punto es eficaz la información que se transmite a la población española sobre: a) el cambio climático, b) sus causas y consecuencias, y c) la sostenibilidad climática de sus hábitos. 

Para alcanzar estos objetivos, se llevó a cabo una encuesta en línea a población adulta (35-54 años) y joven (14-18 años): 3.050 encuestas a lo largo de todo el territorio español. El estudio se realizó con un número y distribución de participantes que cumplían con los criterios de representatividad en términos de edad, género y comunidad autónoma. La encuesta se dividió en tres apartados principales. Un primer apartado pretendía evaluar su nivel de conocimiento sobre el cambio climático (Leiserowitz y Smith, 2011); un segundo apartado abordaba la evaluación de los niveles de preocupación y de ansiedad frente al cambio climático (Stewart, 2021), y un tercer apartado medía los hábitos de la población que ejercen un impacto potencial en el clima (hábitos climáticos) (Lange y Dewitte, 2019). 

El nivel de conocimiento sobre el cambio climático (índice de conocimiento) se analizó a partir de 34 preguntas relacionadas con distintos aspectos del cambio climático. Por edades, el promedio del índice de conocimiento de los jóvenes y de los adultos es moderado y, dentro del grupo con un conocimiento elevado, el de los adultos es superior al de los jóvenes. Entre los jóvenes, los de 14-16 años saben ligeramente más que los de 17-18 años. Con respecto al género, parece que este no afecta al nivel de conocimiento entre los jóvenes. En cambio, el tipo de población en la que residen sí que influye. Quienes viven en áreas poco pobladas (menos de 5.000 hab.) tienen un conocimiento inferior. En el caso de los adultos, se aprecia una clara relación positiva entre el nivel de educación y de ingresos y el nivel de conocimiento: un adulto con estudios universitarios, sin hijos y con más ingresos posee un conocimiento ligeramente superior. Cabe destacar que esta relación puede ser redundante, ya que, en general, los niveles de ingresos y de estudios están estrechamente relacionados entre sí. 

El nivel de preocupación sobre el cambio climático se evaluó mediante nueve preguntas relacionadas con los niveles de preocupación y de ansiedad generados por el cambio climático. En España, los niveles de preocupación, tanto de los jóvenes como de los adultos, son muy elevados. Así, se estimó que más del 50% de los participantes en el estudio se encuentran altamente preocupados por las consecuencias asociadas con el cambio climático. Cabe destacar que, con respecto a los niveles de preocupación, no se apreciaron diferencias entre los jóvenes y los adultos. 
Por otro lado, se observó que el género es un factor determinante en el índice de preocupación, de modo que las mujeres presentan una preocupación más elevada que los hombres, tanto si se trata de personas jóvenes como de adultas. El nivel de ingresos también marca diferencias, aunque no se aprecia una tendencia clara en función de los niveles de renta. Al igual que sucede con el índice de conocimiento sobre el cambio climático, los jóvenes que viven en localidades pequeñas (menos de 5.000 hab.) presentan un nivel de preocupación inferior. 

La evaluación de los hábitos sostenibles con respecto al cambio climático se llevó a cabo mediante el índice de hábitos climáticos, basado en 17 preguntas sobre hábitos en la vida cotidiana. Se observó que no existen diferencias entre los jóvenes y los adultos y que ambos grupos presentan unos hábitos medianamente responsables con el clima. 
En los jóvenes y los adultos, los hábitos de las mujeres son más sostenibles y respetuosos con el medio ambiente y el clima, aunque la mayoría de los hombres y las mujeres se sitúan en la categoría media. De un modo similar, los adultos sin hijos presentan unos hábitos ligeramente más sostenibles. 
 

La relación entre varios aspectos socioeconómicos y los niveles de conocimiento, preocupación y hábitos climáticos se evaluó mediante modelos estadísticos. 
Se detectó que existe una clara relación entre los niveles de conocimiento, los niveles de preocupación y la incidencia de los hábitos sostenibles. Quienes poseen un mayor conocimiento sobre el cambio climático y se declaran más preocupados por él son más responsables en sus hábitos desde un punto de vista climático. 

Además, los niveles de conocimiento, preocupación y hábitos también están relacionados con el nivel de ingresos, de estudios y con haber experimentado personalmente las consecuencias del cambio climático. Este último hecho parece ser decisivo, dado que quienes han sufrido las consecuencias del cambio climático (48% de los encuestados) poseen un mayor conocimiento sobre él y su preocupación es considerablemente superior, hasta el punto de que se refleja en sus hábitos.
 

La mayor parte de la población (más del 90% de los encuestados) es consciente de que el cambio climático es un hecho real, pero un elevado porcentaje (alrededor del 80%) considera que necesita bastante más información para comprender las causas, consecuencias y posibles formas de mitigar el cambio climático y de adaptarse a él. Quizá debido a esta falta de información, solo el 60% de los entrevistados creen que la actividad humana es la causa principal del cambio climático. 
Alrededor del 65% de los adultos y jóvenes encuestados se mostrarían muy de acuerdo con que el Gobierno implementara más programas de información y concienciación sobre el cambio climático. De un modo similar, el 64% se muestran muy de acuerdo con que se integre la educación climática en los centros educativos. 
 

Los jóvenes y los adultos recurren a distintas fuentes de información para comprender el cambio climático y sus consecuencias. Los jóvenes obtienen información principalmente a través de los centros educativos a los que asisten (60%), de internet (55%), de las redes sociales (45%) y de documentales y películas (44%). La familia y los amigos también suponen una fuente de información importante para ellos (42%). Los adultos, a diferencia de los jóvenes, no disponen de una fuente de referencia equivalente a los centros educativos, por lo que tienden a informarse a través de documentales/películas (47%), de internet (46%), y de libros y revistas (39%). Los eventos culturales relacionados con el cambio climático, como exposiciones o actividades, también son una fuente de información importante (jóvenes 38%, adultos 31%). 
En el apartado anterior queda reflejado el apoyo de la población a programas de concienciación e información sobre el cambio climático impulsados por la Administración pública, pero se aprecia que actualmente las fuentes de información oficiales no se cuentan entre los principales recursos informativos utilizados por la población. 

El nivel de conocimiento sobre el cambio climático, tanto en los jóvenes como en los adultos, puede clasificarse como medio, lo que indica la existencia de un importante margen de actuación en el desarrollo de una cultura climática. Así, aunque el 90% de los encuestados reconocen que el cambio climático es un hecho, el 40% de ellos identifican sus causas de forma errónea. Ello lleva a reflexionar sobre dos cuestiones. Por un lado, pone de manifiesto que la educación y los medios de información actuales no son efectivos o no bastan a la hora de fomentar el desarrollo de una cultura climática sólida. Por otro, puede interpretarse como un indicio de la presencia no controlada de información falsa sobre el cambio climático y su grado de incidencia en la población. Asimismo, las encuestas revelan que un elevado porcentaje de los participantes en el estudio declaran que precisan más información para comprender y conocer las causas del cambio climático, así como sus consecuencias y posibles soluciones. Además, apoyan de forma significativa la implementación de una educación climática, tanto en los centros educativos como mediante programas de concienciación impulsados por la Administración pública. 
En términos generales, el nivel de conocimiento de los encuestados no es especialmente alto, pero sus niveles de preocupación en torno al cambio climático sí que son elevados. Ello se debe a que la preocupación manifestada por la población no solo está influida por el nivel de conocimiento, sino también por el hecho de haber vivido personalmente las consecuencias del cambio climático (el 48% de los encuestados afirman haberlas experimentado). Los resultados apuntan a que un aumento de las iniciativas educativas y/o de difusión de información, al que la población se muestra receptiva, podría traducirse en un incremento de los hábitos climáticos, a pesar de que estos también están claramente condicionados por el nivel de ingresos de la persona en cuestión. Este último punto es importante, dado que la renta puede ser un factor limitante en la adopción de hábitos más sostenibles desde un punto de vista climático. 
 

Los índices calculados en este estudio son generalistas y no permiten extraer información detallada sobre los niveles en las diferentes áreas de conocimiento, preocupación y hábitos de los grupos estudiados. Para ello se precisaría llevar a cabo análisis más detallados. 
Es importante recordar que todas las conclusiones se refieren a los dos grupos de edad considerados (14-18 años y 35-54 años), no siendo extrapolables a otros rangos de edad. 
 

ABSON, D. J., J. FISCHER, J. LEVENTON, et al. (2017): «Leverage points for sustainability transformation», Ambio, 46(1), 30-39.  

CHAN, K. M. A., D. R. BOYD, R. K. GOULD, et al. (2020): «Levers and leverage points for pathways to sustainability», People and Nature, julio ,  pan3.10124 . 

LANGE, F., y S. DEWITTE (2019): «Measuring pro-environmental behavior: Review and recommendations», Journal of Environmental Psychology, 63, 92-100.  

LEISEROWITZ, A., y N. SMITH (2011): American Teens’ Knowledge of Climate Change. Yale University. New Haven, CT: Yale Project on Climate Change . Communication. 

STEWART, A. E. (2021): «Psychometric Properties of the Climate Change Worry Scale», International Journal of Environmental Research and Public Health, 18(2), 1-22.