Además, si las familias tienen problemas económicos crónicos, éstos influirán en la concentración de los niños y en su capacidad para rendir adecuadamente en la escuela.
Aunque gran parte de las diferencias de rendimiento se deban a desigualdades anteriores a la entrada en la escuela, una parte considerable –entre el 30 y el 40%– de esa brecha surge durante la escolarización. ¿Se podría decir que la escuela genera desigualdades?
Los mismos factores familiares que generan desigualdad en la primera infancia también pueden perpetuarla durante los años de escuela.
Pero también hay que fijarse en el papel de los centros. Hemos descubierto que, en la mayoría de los países desarrollados, a los niños con más necesidades se les adjudican los profesores más capaces, los que tienen más experiencia. Pero en Estados Unidos no es así. También hemos visto que, por lo general, la cualificación de nuestros docentes deja bastante que desear.
En el Reino Unido, Canadá y Australia, el salario de los profesores equivale por término medio al 100%, el 95% y el 102%, respectivamente, del que reciben otros licenciados universitarios, mientras que en Estados Unidos se sitúa en torno al 67% de lo que ganan otros profesionales con formación superior.
¿Por qué parece que en Estados Unidos se tienen menos expectativas que en otros países sobre el rendimiento de los alumnos?
Creo que en muchos países se separa a los niños según sus capacidades, lo que demuestra que se tienen diferentes expectativas a ese respecto y se cree que cada niño alcanzará niveles distintos. En todos los países se han seguido estrategias de este tipo, pero me parece que ahora muchos de ellos están avanzando hacia un modelo más inclusivo, más integrador. En este sentido, Finlandia es realmente ejemplar. No solo sus profesores tienen una cualificación y una excelente formación, sino que aspiran a que todos los niños aprendan con los mismos materiales, independientemente de su capacidad inicial, y se asume que algunos necesitarán más ayuda que otros.
Me parece que en Estados Unidos tendemos a clasificar las cosas, a clasificar a los niños teniendo en cuenta cuáles pueden alcanzar el nivel máximo en matemáticas y cuáles deben quedarse en un nivel inferior. Por lo tanto, se está condenando a ciertos niños a tener un menor rendimiento.
En el libro se habla de la «carrera de armamentos» en la que se ha convertido la obsesión de los padres por invertir en actividades extraescolares. ¿A qué se refieren exactamente?
Otra cosa que no sabía antes de comenzar esta investigación es hasta qué punto éste es un fenómeno estadounidense. En Estados Unidos hemos asistido a un aumento de la desigualdad económica y social; los progenitores están más preocupados que antes por el futuro de sus hijos, y su capacidad para invertir en ellos también se ha vuelto más desigual. Cuando se conjugan todos estos elementos se termina convirtiendo la inversión en los hijos en una especie de «carrera armamentista». Antes, el gasto de los padres en educación infantil, en libros y en jugueteso en actividades extraescolares no variaba mucho según la posición socioeconómica, pero ahora esas inversiones están creando una brecha cada vez mayor. Y esto explica en gran medida por qué los niños llegan a la escuela con un bagaje mucho más desigual.
¿Qué soluciones políticas deberían aplicarse en las escuelas para reducir esta brecha?
Como una parte considerable de la desigualdad surge durante los años de escuela, también examinamos ciertas políticas centradas en esos años. Se debería homogeneizar más el currículum, algo que contribuiría a fomentar expectativas más uniformes para todos los niños.