Jordi Sevilla, economista;
Vivimos una era de la confrontación. Una época en la que se imponen «los discursos de odio que intentan suscitar no la empatía, sino la antipatía; no la pertenencia, sino la división; no la continuidad, sino la ruptura». Una época «de caos y de choques que deja poco espacio para la deliberación democrática, los relatos colectivos e incluso, simplemente, la palabra». Un momento histórico que hace «un uso estratégico de la mentira» y que «impone un combate frontal que acaba con el terreno de la política y con la diversidad de la sociedad» (Christian Salmon).
Puntos clave
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1Una oleada de furia ciudadana recorre el mundo, con movilizaciones sociales en Francia, Hong Kong, Chile, Argelia, India… una oleada que la pandemia ha impulsado, aunque cambiando el contenido de las pancartas. Tras la derrota occidental en Afganistán, dos cosas quedan claras: no hay un orden internacional y la democracia socioliberal está de repliegue en el mundo. La primavera árabe, los movimientos en protesta por la crisis mundial de 2008, el Me-Too, aquellos en favor de combatir de forma urgente el cambio climático, o los negacionismos frente a la ciencia o el asalto al congreso americano radiografían esas rupturas de viejos consensos sociales y políticos.
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2Atravesamos una época de identidades ofendidas que cuartean la fraternidad democrática. A falta de un objetivo compartido, movilizador e ilusionante, el clima de ofensas cruzadas hace inviable construir algo común, porque esa pretensión, ha salido de la ecuación cuando se sacraliza lo banal y lo efímero, replicados hasta el infinito por las redes sociales.
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3Tras un primer momento en el que la pandemia nos unió en la incredulidad y el miedo ante lo desconocido, en seguida vinieron las divisiones entre quienes aplaudían a los sanitarios y quienes golpeaban cacerolas para protestar contra el gobierno por la gestión de la pandemia.
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4Hemos vivido más protestas en el primer mundo contra las restricciones puestas en marcha para controlar el virus que protestas en el tercer mundo reclamando vacunas o mejor atención sanitaria. Y, en todas partes, la amalgama de negacionistas y contrarios a las vacunas tomando, enfurecidos, las calles.
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5Tras la última Gran Recesión y las políticas puestas en marcha, muchos ciudadanos se vieron golpeados por la crisis, que dejó heridas rápidas y profundas. Además, cuando los ciudadanos de los países más desarrollados, sobre todo los europeos, se volvieron hacia sus gobiernos buscando protección, se encontraron con que estos les daban la espalda, atrapados por unos compromisos internacionales que limitaban sus márgenes de actuación y los empujaban a aplicar recortes y austeridad.
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6Todo ello dejó un poso de desigualdad y una sensación de descontento e injusticia social. Y esto está siendo aprovechado por el populismo y por las ideologías extremas, alimentadas por las promesas incumplidas, por una recuperación económica que no está llegando a todos por igual, por la insatisfacción ciudadana ante la polarización creciente de la renta y la riqueza, por el miedo de aquellos que sienten que su futuro les ha sido hurtado y por la humana necesidad de buscar culpables. La pandemia ha agudizado este clima de descontento y malestar.
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7Estamos ante un conjunto de revueltas dispares y desarticuladas contra «lo que no me gusta», cuyo origen reside en un colectivo que se siente maltratado, agredido, o no tenido en cuenta (lo que nos lleva al concepto de brecha) por los poderes públicos. Pero, además, las diversas brechas que existen o se han creado se sostienen sobre aquello que nos diferencia; se convierte al adversario en enemigo, a la negociación, en claudicación, y al acuerdo, en rendición.
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8El objeto del trabajo que aquí prologamos, «Brechas sociales», es ayudar a entender las causas de todos estos preocupantes fenómenos sociales, e intentar proponer soluciones. Nos referiremos, en particular, a las brechas que amenazan la cohesión social y deterioran la convivencia democrática entre ciudadanos que comparten los mismos derechos formales. Brechas, en definitiva, que impiden a las personas desarrollar plenamente sus proyectos de vida en libertad.