Reseña
El arte y el avance de la economía y la sociedad
¿Están relacionados el arte y la economía? La respuesta a esta pregunta parece obvia: aunque las obras de arte pueden producirse por razones puramente estéticas, se compran y se venden en los mercados, tienen un precio y, en muchos otros sentidos, su existencia tiene una dimensión económica. Pero las interacciones entre la economía y el mundo de las artes tienen implicaciones mucho más amplias, derivadas de las nociones de valor. ¿Se puede racionalizar el significado cultural del arte para la sociedad ante su indudable valor comercial? ¿Y cómo genera la práctica del arte, que requiere de manera única creatividad e imaginación, una innovación que puede a su vez conducir al crecimiento económico?
Los subtítulos de estos dos libros indican de qué manera ambos ocupan una parte de esta amplia área. La pregunta que explora el libro de Patrick Kabanda es «¿Pueden las artes contribuir al avance del desarrollo?». Y el volumen de Michael Hutter lleva por subtítulo «La invención artística y el crecimiento económico». Ambos se ocupan de las formas en las que el trabajo de los artistas ayuda al progreso de la economía y la sociedad, y ambos abordan la experiencia del arte en la vida cotidiana por parte de las personas en cuanto consumidores. Pero los dos tratan estos temas desde puntos de vista muy diferentes. El interés de Kabanda es la aportación que el arte y la cultura pueden hacer al desarrollo económico, sobre todo en los países del Sur. Hutter, por otro lado, construye un completo marco teórico para interpretar cómo las ideas artísticas han generado producción comercial a lo largo de la historia, y cómo puede suceder lo contrario cuando el crecimiento económico afecta a la invención artística.
The Creative Wealth of Nations [La riqueza creativa de las naciones] se sitúa en el extenso debate de los últimos años sobre el papel de la cultura en el desarrollo sostenible; un debate que ha prestado especial atención a las industrias creativas y culturales como el escenario en el que la práctica de la cultura se transforma en beneficio económico. De hecho, las industrias culturales se han descrito como impulsoras potenciales de desarrollo por derecho propio, ya que la rentabilidad económica que generan se complementa con los efectos en la sociedad y con un mayor reconocimiento de la importancia de las artes y la cultura en la vida cotidiana. En un sentido más general, se puede argumentar que la cultura es el contexto en el que se produce el desarrollo, de modo que cualquier estrategia de desarrollo que no tenga en cuenta la cultura está destinada a quedarse corta. Amartya Sen apoya firmemente estos planteamientos en su prólogo al libro, y otros dos premios Nobel de Economía (George Akerlof y el fallecido Kenneth Arrow) repiten el respaldo a la obra de Kabanda en la contraportada.
En los últimos cuarenta años, los economistas han ampliado el concepto de «desarrollo» para que vaya más allá del simple crecimiento económico e incluya medidas de educación, estado nutricional, salud y servicios ambientales. Un importante argumento presentado en el libro es que el concepto debe ampliarse aún más para abarcar la experiencia y la práctica personales de la cultura, que se refleja de manera inmediata en las artes. No es nuevo que se haga un llamamiento a la comunidad de desarrollo para que amplíe su visión del mundo en esta dirección, pero se presenta aquí con vigor y originalidad, estrechamente vinculado a un sentido popular sobre la aportación del arte al bienestar humano.
El autor es un músico consumado que empezó la carrera en su infancia en Uganda y continuó con variadas actividades profesionales y títulos en los Estados Unidos. La experiencia personal en el mundo del arte da a su escritura una sensación de frescor e inmediatez; argumenta su posición desde una firme convicción personal sobre la importancia del arte y la cultura en las cuestiones humanas, tanto en general como específicamente en el mundo en vías de desarrollo. Cita una amplia gama de ejemplos ilustrativos para apoyar su punto de vista, extraídos de muchos países de todo el mundo, especialmente de África. Gran parte de sus pruebas tienen un valor anecdótico y muchas de las fuentes citadas se encuentran en los medios de comunicación, el periodismo y la literatura gris; es decir, materiales e investigaciones producidas más allá de las vías de publicación y distribución comerciales o académicas. La exposición es más polémica que académica: el libro está escrito en un estilo coloquial que es fácilmente accesible y, de hecho, resulta entretenido para el lector corriente. Al mismo tiempo, se debe tener en cuenta que el libro puede hacer una auténtica aportación al discurso académico; puede considerarse como un largo estudio de caso práctico que complementa el debate académico y político más formal sobre una serie de temas del ámbito.
En un simpático guiño a su práctica musical, Kabanda usa en los capítulos títulos como «obertura», «suite», «variaciones sobre un tema», «rondo» y «final». Se ocupa de una amplia gama de asuntos, incluidos la sostenibilidad, el valor económico y cultural, la gestión ambiental, el comercio en la cultura, los intercambios de artistas, el turismo cultural, cuestiones de género y discapacidad, y los desafíos de la recopilación de datos. En un capítulo especialmente significativo, analiza la importancia del arte en la educación, es decir, «cultivar mentes creativas para el desarrollo». Con una gran riqueza de ilustraciones, demuestra los efectos duraderos en las capacidades de los niños de estar expuestos y participar en el arte desde una edad temprana, y argumenta de manera convincente la asignación de mayores recursos para la educación artística en todos los niveles educativos y más adelante.
El título del libro rinde homenaje a la influyente obra de Adam Smith La riqueza de las naciones, de 1776. Una referencia similar a una gran obra del pasado se encuentra en el título de Michael Hutter, que es una evocación irónica de The Joyless Economy [“La economía sin alegría”, traducida al español como Frustraciones de la riqueza. La satisfacción humana y la insatisfacción del consumidor] de Tibor Scitovsky, publicada en 1976. Pero mientras el libro de Scitovsky dibujaba una imagen sombría de una población demasiado estúpida para dedicar las crecientes cantidades de tiempo libre a disfrutar del arte, Hutter interpreta el comportamiento de los consumidores desde una perspectiva algo más optimista. Considera que obtienen placer de experiencias de consumo en forma de literatura, música, representaciones o imágenes, entre otras, y de expandir su consumo gracias al aprendizaje de nuevos gustos y a la adquisición de nuevos productos para proporcionarse nuevas sorpresas y una alegría renovada.
En The Rise of the Joyful Economy [El ascenso de la economía feliz], Michael Hutter busca identificar las formas en las que la innovación artística tiene efectos económicos, y el proceso inverso, en el que el contexto económico influye en la naturaleza y el contenido del arte. Encuentra pruebas de estos dos efectos en la historia del arte y la sociedad occidentales en los últimos seiscientos años. En su ambicioso proyecto, señala tres períodos de crecimiento evolutivo que muestran una complejidad creciente en los mercados de bienes «felices».
El primer período comenzó en el siglo XV con el descubrimiento de la perspectiva en las artes visuales, lo que permitió a los artistas crear el efecto de la ilusión espacial, una innovación que tuvo ramificaciones generalizadas y estimuló el desarrollo comercial, incluido el crecimiento del comercio en el arte. El segundo período, que el autor denomina «período de explotación de las relaciones sociales», se prolongó desde principios del siglo XVIII hasta finales del siglo XIX. A lo largo de este tiempo, el tema en la pintura pasó a ser las personas vivas y sus entornos sociales, lo cual influyó en los gustos y condujo a su debido tiempo a cambios en los hábitos de consumo. Finalmente, en el tercer período, que comenzó en la década de 1920 y continúa en la actualidad, se ha hecho posible explotar las «variaciones en serie», la capacidad de las obras de arte para reproducirse en cantidades y variedades infinitas, generando mercados para los bienes experimentados (esto es, productos que solo se pueden valorar después de haber sido comprados y consumidos) en las artes visuales, el cine, la televisión, la música popular, etcétera. Hutter proporciona numerosas ilustraciones para cada uno de los tres períodos basadas principalmente en la historia de la pintura, pero también incluye muchos ejemplos procedentes de la arquitectura, la planificación urbana, la fotografía, la música y el diseño. El libro contiene imágenes de muchas de las obras a las que se refiere dispersas en las páginas, algunas en blanco y negro, y un grupo espléndidamente reproducido en color.
No se trata de un libro fácil de leer. La exposición es densa y está copiosamente referenciada. De principio a fin, el análisis interpreta el comportamiento, los acontecimientos, la interacción social, la creatividad artística y otros fenómenos como los juegos en los cuales la acción se realiza como una serie ordenada de movimientos sujetos a varias reglas. El avance se produce gracias a sorpresas, malentendidos, accidentes y otros hechos que generan una creciente complejidad. Los lectores pueden tener algunas dificultades para aceptar la implacable reinterpretación de la historia social y cultural en estos términos, pero la amplitud y profundidad intelectual de los estudios de Hutter son innegables, y la originalidad de sus ideas impresiona. A pesar de los desafíos a los que se enfrenta, gran parte del libro interesa tanto al lector corriente como al especialista.
En conjunto, estas dos obras ofrecen enfoques que contrastan, pero son igualmente gratificantes en la fascinante área situada en los campos del arte y la economía, y entre ambos. Desde sus distintas perspectivas, ambos autores presentan argumentos convincentes sobre la importancia de la creatividad y la innovación en las artes, y el efecto que la cultura en su sentido más amplio tiene en la vida económica.