Entrevista
«La idea de que los inmigrantes quitan el trabajo a los autóctonos es errónea»
Giovanni Peri (1969) es profesor de economía en la Universidad de California, en Davis, donde fundó y dirige el Centro de Migraciones Globales. Nacido y graduado en Italia, es reconocido por sus investigaciones sobre el impacto económico de la inmigración en los EE. UU. y Europa. Especialista en economía laboral y urbana, se ha centrado también en los determinantes económicos de las migraciones internacionales. Es miembro del National Bureau of Economic Research, una de las organizaciones principales de investigación económica de los EE. UU.
Tras la crisis de refugiados de 2015, ¿ha habido cambios significativos en cuanto a la inmigración en Europa?
Al observar los últimos cuarenta años, destacaría que la migración de los países en vías de desarrollo a países desarrollados ha crecido de manera constante. No es tanto la cantidad total de migrantes, sino que hay más personas que se trasladan de países más bien pobres a países más bien ricos, y así ha sido durante un tiempo. Los principales receptores son Europa y Norteamérica, y en menor medida Australia.
Es una tendencia a largo plazo. De hecho, llegaron más inmigrantes a Europa entre 2000 y 2010 que entre 2010 y 2020. Estas personas se mudan a otro país principalmente por razones económicas. Sin embargo, la migración de los países muy pobres es escasa; no salen muchosemigrantes del África subsahariana. Los países con rentas medias generan un mayor flujo de migrantes: al subir la renta, la gente tiene algo más de dinero para migrar cuando descubren oportunidades. En los países más pobres, la gente no tiene siquiera los medios para irse. Así pues, ha crecido la migración de los países con rentas medias a los países más ricos. Se trata de encontrar mejores oportunidades económicas.
En los Estados Unidos debe ser así, ya que la mayoría de los inmigrantes son de Latinoamérica, pero en Europa el origen es África, lo que incluye los países más pobres, como los subsaharianos. Por eso se argumenta que Europa tiene que invertir más en ayuda al desarrollo en otros países: para reducir la inmigración.
Es incorrecto pensar que con más ayuda habrá menos migración. Es cierto que África es una fuente importante de inmigrantes a Europa, pero la gran mayoría provienen de países de África del norte y Oriente Medio (Argelia, Túnez, Marruecos y Egipto) y estos no son los más pobres. Aunque hay inmigrantes del Congo y Nigeria, son una minoría.
No hay muchas evidencias de que la ayuda exterior sea especialmente efectiva para generar crecimiento. Solo supone una pequeña parte, ya que los países suelen crecer mediante dinámicas económicas internas. Además, si los países subsaharianos pasan de ser pobres a tener rentas medias, es más probable que este cambio lleve a un aumento de la migración que a un descenso. El nivel de renta típico en Latinoamérica coincide más o menos con el nivel de los países en los que el aumento de la renta resulta en una emigración menor. Pero en la mayoría de los paísesdel África subsahariana el nivel de renta per cápita es muy bajo, por lo que es probable que el crecimiento llevase, al menos por un tiempo, a una migración mayor, no menor.
Volvamos a Europa. Se están estableciendo duras políticas de contención y disuasión para los refugiados. ¿Deberíamos distinguir entre refugiados e inmigrantes?
La mayoría de los inmigrantes legales se aceptan en los países ricos para ocupar empleos que requieren estudios superiores o habilidades profesionales. Hay muy pocos canales para que las personas que hacen trabajos no especializados o manuales entren legalmente. Los países ricos han rechazado la inmigración económica de los países pobres y solo han aceptado refugiados si los ha declarado como tales la Convención de Ginebra o si hay una crisis internacional en su país de origen. Esta forma de manejar la inmigración denota poca visión.
En Europa no ha habido planificación ni proyección de futuro. Pongamos un ejemplo: la principal crisis migratoria reciente en Europa ha sido la crisis de los refugiados sirios de 2015, con la llegada de cientos de miles de personas que huían de la guerra, pero la guerra en Siria empezó en 2012 y en esos años hubo refugiados en los países vecinos. Europa ignoró el problema hasta que los refugiados llegaron a sus costas. Una política alternativa consistiría en controlar los puntos críticos y pensar en los inmigrantes para dejarlos entrar de una manera más gradual y organizada, quizá con la presencia o en contacto con los Gobiernos de algunos de esos países.
En conclusión, los países ricos deberían contar con políticas de inmigración y determinar cuántos inmigrantes necesita y puede absorber la economía. Y los refugiados deberían tener un estatus diferente porque huyen de la violencia inmediata. Una política más proactiva evitaría la oleada masiva cuando estalla una crisis.
Habla de necesidades y de cantidades que se pueden absorber. ¿Qué significa eso? ¿Qué cantidad es absorbible?
Europa tiene un problema de coordinación en las políticas de inmigración, ya que hay muchos países dentro de la Unión Europea y del espacio Schengen. No es fácil. Incluso en los Estados Unidos, cada estado tiene un enfoque diferente y querría una cantidad distinta de inmigrantes. Algunos están muy a favor de la inmigración, como California o Nueva York, y otros lo están mucho menos. El Gobierno federal procura unificar estas preferencias. Europa es más problemática, pero, puesto que hay libre movimiento, hace falta una política de inmigración común. Como economista recomendaría buscar el éxito económico y demográfico en Europa: ¿cuáles son unas buenas políticas de inmigración desde una perspectiva económica?
Deberíamos admitir que la mano de obra de los países europeos ha empezado a disminuir a causa del descenso demográfico. En países como Italia, España y Grecia, la tasa de fecundidad ha caído muy por debajo de la sustitución, y la población disminuirá en varios millones en las próximas décadas. Alemania y Francia están algo mejor, pero van por el mismo camino. Así pues, se pueden calcular los puestos de trabajo que no se sustituirán por nuevos y jóvenes empleados, y considerar la cantidad de inmigrantes necesaria para mantener el volumen de empleos.
Hay que decidir también qué tipo de inmigrantes deberían admitirse en el país para ocupar esos puestos. Otra línea razonable consistiría en admitir más trabajadores en los sectores económicos y las regiones con más demanda. Pensemos, por ejemplo, en la necesidad creciente de cuidadores de personas mayores, un trabajo que ya desempeñan en gran parte inmigrantes. Puede anticiparse la necesidad de este tipo de puestos y admitirinmigrantes de África del norte, las Filipinas y Latinoamérica para ocuparlos. Sumando la demanda, puede obtenerse una cantidad representativa y razonable de visados de entrada que podrían convertirse en puestos de trabajo. Deberíamos centrarnos más en la economía y la demografía, y menos en la ideología, para llegar a mejores políticas de inmigración.
Usted propone empezar con una propuesta económica. Sin embargo, según el discurso actual, cuantos más inmigrantes vienen, menos trabajo consiguen la gente de aquí. ¿Debería haber un cambio de discurso?
Sí, hay que prestar atención a los datos y las investigaciones. Muchos estudios desarrollados en los Estados Unidos –y en Europa– destacan dos hechos. En primer lugar, aunque hay muchos inmigrantes poco cualificados, también los hay muy cualificados, sobre todo en países como los Estados Unidos, el Canadá y Australia. El equilibrio es esencial: no pueden admitirse solo inmigrantes poco cualificados y con un sueldo bajo, sino también expertos cualificados. El Reino Unido y Alemania tienen esta combinación. Los países mediterráneos han atraído más trabajadores poco cualificados. Habría que buscar el equilibrio atrayendo a más cualificados. Entre los empleos poco cualificados, el cuidado de personas mayores, los trabajos agrícolas, los trabajos manuales intensivos en construcción… tienen alta demanda y una baja proporción de trabajadores del país. Estos trabajos contribuyen al crecimiento de la economía, y crean o se vinculan con otros, a menudo ocupados por gente del país.
La idea de que los inmigrantes quitan el trabajo a los locales es errónea y muchos estudios lo demuestran: este debería ser el discurso imperante. La gente suele pensar que si un extranjero ocupa un puesto, no lo puede ocupar un local. Pero en el mercado laboral de una economía compleja se crean y destruyen puestos sin cesar. Y una economía así necesita muchos tipos de empleos.
Por ejemplo, en el sector agrícola, la producción necesita agricultores, pero también directores, supervisores, comerciales y distribuidores para la venta al por menor y a los restaurantes. Las empresas que pueden dar trabajo a campesinos crecen y crean más empleos, de modo que los inmigrantes que ocupan determinados puestos crean demanda de otros tipos de empleos que ocuparán trabajadores del país. El crecimiento económico es importante y las políticas de inmigración que permiten el crecimiento y el desarrollo en Europa serán parte del mismo.
Políticamente, una entrada mayor y equilibrada de inmigrantes también puede mejorar el sentimiento de los locales hacia ellos. Se ha demostrado que a menudo la gente teme lo que no conoce. La mayor aversión hacia los inmigrantes no se da en Londres, Milán, Nueva York o San Francisco, que atraen a una gran cantidad de inmigrantes, sino en pueblos más pequeños con menos inmigrantes, a menudo poco cualificados. Ahí puede haber una aversión cultural hacia los inmigrantes, pero podríamos cambiar esta actitud creando una relación entre los inmigrantes, por un lado, y la prosperidad y el crecimiento del país, por otro. Si los inmigrantes cualificados contribuyen al crecimiento local, ello tiene un efecto positivo en la actitud de la gente del país.
Sin embargo, la mayoría continúan ilegales al cabo del tiempo.
En los Estados Unidos hay tantos inmigrantes ilegales, en buena parte, por la falta de oportunidades legales, lo que contrasta con la alta demanda económica que había de ellos. Los países pueden reducir el volumen de inmigrantes sin papeles implantando formas legales de entrar. Por otro lado, muchos países europeos han vivido grandes flujos de inmigración indocumentada, que fueron legalizadas al cabo de un tiempo.
En España ha habido dos regularizaciones y en Italia también. Es un modo caótico de desarrollar políticas y objetivos sobre inmigración. Conduce a pensar que la gente puede llegar sin papeles para regularizarse más adelante, alimenta falsas expectativas y alienta a emprender arriesgados viajes de África a Europa. Los países europeos deberían permitir la entrada legal a los inmigrantes para que ocupen los empleos necesarios, siguiendo unas reglas y seleccionando las habilidades y la mano de obra que necesiten en sus empresas y ciudades. Además, el sur de Europa en particular debería atraer a inmigrantes cualificados. Los africanos y los indios con talento estarán encantados de venir si se les da la oportunidad. Los Estados Unidos han demostrado efectividad al atraer una mezcla de personas cualificadas y no cualificadas, lo que ayuda a la economía y proyecta la imagen de que los inmigrantes contribuyen al bienestar de la sociedad. En este sentido, el modelo americano puede resultar útil.
¿Estamos en la época de decir que no a los inmigrantes, que no los queremos aquí? ¿Puede venir otra época en la que digamos que sí los necesitamos?
Hoy en día, el péndulo político de Europa y los Estados Unidos se mueve hacia sentimientos antiinmigración. Quizá es consecuencia de las enormes olas de inmigrantes de los años noventa (en los Estados Unidos) y la década del 2000 (en Europa). Los países no estaban preparados y ha habido reacciones negativas. Las opciones populistas han ganado las elecciones en los Estados Unidos, Hungría, Polonia, Italia y el Reino Unido. Pero la presión económica y las fuerzas demográficas seguirán generando oportunidades de migración y beneficios por tener inmigrantes en Europa. En algún momento, quizá la gente vea la necesidad de unas políticas de inmigración más abiertas y razonables.
De todos modos, para tener una inmigración más abierta hace falta decisión política. Algunos países han decidido permanecer cerrados, a pesar de que los argumentos demográficos y económicos a favor son apabullantes. El ejemplo más claro es Japón, donde el envejecimiento ya está reduciendo la mano de obra, pero donde la oposición a la inmigración sigue siendo de lo más rígida. Los filipinos, indonesios y chinos tendrían muy fuertes incentivos para migrar a Japón por motivos laborales, pero los japoneses son muy celosos y protectores de su identidad y no admiten inmigración a una escala significativa.
La economía japonesa, una de las que más creció en los ochenta, ha estado estancada durante décadas. Ante la falta cada vez más acusada de trabajadores, Japón ha desarrollado soluciones robóticas. Por supuesto, la robótica es estupenda, pero ¿no es de locos tener un robot enfermero que cuesta millones de dólares cuando hay cientos de inmigrantes que harían esa tarea mejor, por un precio menor y, además, contribuyendo a la economía? Los costes económicos y demográficos de no permitir la entrada de inmigrantes pueden ser muy altos, y además no garantizan en sí mismos que Europa tome un camino distinto al de Japón.
Rafa Vilasanjuan
Director de Análisis y Desarrollo Global del Instituto de Salud Global de Barcelona