Entrevista

«Es prioritario regular el trabajo de los inmigrantes indocumentados en el sector del cuidado»

Giovanni Lamura, Investigador en el Instituto Nacional de Salud y Ciencia del Envejecimiento (INRCA) de Ancona, Italia;

Giovanni Lamura es responsable del Centro de Investigación Socioeconómica sobre el Envejecimiento, que forma parte del INRCA (Istituto Nazionale di Riposo e Cura per Anziani). Licenciado en Económicas, realizó el doctorado sobre el curso de la vida y las políticas sociales en la Universidad de Bremen (Alemania) y ha sido investigador visitante en la Universidad de Hamburgo-Eppendorf (Alemania) en 2006-2007 y el Centro Europeo de Investigación y Políticas de Bienestar Social en Viena (Austria) en 2010-2011. Su investigación se ha centrado en familia y cuidados a largo plazo, cuidadores inmigrantes, prevención de maltrato a mayores, apoyo basado en las TIC para cuidadores informales, solidaridad intergeneracional, e investigación interdisciplinaria sobre el envejecimiento.

 

 

Economista de formación, Giovanni Lamura ha centrado toda su carrera en la investigación socioeconómica relacionada con el envejecimiento, un campo vocacional para él: en su juventud escogió, en lugar de hacer el servicio militar, trabajar como cuidador de ancianos en el municipio de Saltara (Pesaro, Italia central). Treinta años después de aquella primera experiencia, reflexiona sobre la situación actual de los sistemas de atención a la dependencia, cuya sostenibilidad está puesta en cuestión en muchos lugares de Europa.

 

¿Nos enfrentamos a una «crisis de cuidado», en la que los cuidadores informales serán cada vez menos y con menos disponibilidad para cuidar de sus familiares mayores. ¿Hasta qué punto es preocupante esta situación?

No me gusta el término crisis. Parece que sea algo repentino, inesperado. Todos sabíamos que esta situación iba a llegar. Y en realidad, la demografía es aún favorable: los baby boomers están llegando ahora a la edad de jubilación. La mayoría de los cuidadores informales tienen entre 50 y 60 años y están cuidando a sus padres. Por otro lado, están los cónyuges, que sí son personas de edad muy avanzada. Entre ambos conforman el grupo de población más grande, así que demográficamente no nos enfrentamos a un problema grave hoy en día. La cuestión es que la tendencia a alargar la vida laboral está poniendo bajo presión a estas personas.

 

Es decir, en un futuro próximo, los que hoy están en edad laboral serán menos capaces de proporcionar atención porque tendrán que trabajar más tiempo.

Bueno, en algunos casos ya está pasando. En Italia hubo una gran reforma laboral hace cinco años y se fijó la edad de jubilación en los 67 años. ¡Es muy tarde! Lo mismo ocurre en los países del norte de Europa. Pero observo otros problemas mayores: la reducción de prestaciones públicas a causa de las limitaciones financieras está trasladando a las familias algunos servicios de cuidado que tradicionalmente brindaba la atención pública.

 

¿Se dan estos mismos desafíos en los países del norte y en los del sur de Europa?

En los países escandinavos se invierte mucho más dinero en configurar el sistema de atención. Es mucho más profesionalizado. En el pasado era más residencial, y ahora está más enfocado a los cuidados en el hogar. En el sur, por otro lado, los mayores están menos dispuestos a ir a una residencia porque hay un concepto diferente del hogar y la gente mayor quiere permanecer en casa, aunque no estén en las mejores condiciones.

 

Entonces, el dinero desempeña un papel…

Ciertamente, los países escandinavos invierten mucho más en los cuidados de larga duración que los países mediterráneos y del este de Europa. Pero también es una cuestión de preferencias y de diseño del sistema. En el sur de Europa, y también en algunos países de la Europa Central como Alemania y Austria, se aprecia un patrón consistente en ofrecer dinero a las familias (en vez de prestaciones) para que sean estas las que obtengan los servicios por su cuenta. ¿Y qué es lo que ocurre entonces? Las familias recurren al «mercado negro».

 

¿En busca de qué?

De trabajadores inmigrantes. Las familias compran un servicio más barato y no declarado, pues es la única manera de que el cuidado informal resulte asequible en algunos países. Esto ocurre en España e Italia, por ejemplo. Y muchos gobiernos están cerrando no uno, sino los dos los ojos ante esta situación, que permiten porque es lo más fácil para ellos.

 

Por otro lado, son trabajadores sin preparación...

Correcto, la capacitación de los trabajadores y la calidad del servicio es otro problema. Todo está relacionado. No puedes esperar cuidadores preparados si los buscas en el mercado negro. Todo está conectado: explotación de los inmigrantes, baja calidad de los servicios y contribuciones que no se pagan.

 

Ante este panorama, ¿cuáles son las políticas que se deberían priorizar hoy para hacer frente a todos estos problemas?

En los países mediterráneos, la cuestión de regular el trabajo de los inmigrantes indocumentados debería ser una prioridad. No es aceptable que se conviertan en otras víctimas de este sistema. En su situación actual no tendrán pensión, ni acceso al sistema sanitario, ni paro.

 

¿Cuáles son los problemas en el norte de Europa?

La cuestión de los cuidadores indocumentados y contratados en negro no es exclusiva de los países del sur. Por otra parte, los países escandinavos se enfrentan a un problema de sostenibilidad del sistema. La esperanza de vida sigue creciendo, así que será necesario seguir invirtiendo mucho dinero en prevención para que las personas envejezcan de forma activa y saludable. Los cuidados a largo plazo son muy costosos, y está por ver que se pueda mantener este nivel de inversión a lo largo del tiempo.

 

Entonces, ¿qué elementos de los modelos nórdicos se podrían importar más fácilmente?

Lo ideal sería implantar un sistema de cuidados a largo plazo como el que prevé la Ley de la Dependencia en España, por ejemplo, y a la vez exigir el reconocimiento del trabajo de los cuidadores inmigrantes. Habría que invertir más y ser muy estrictos en el control del dinero destinado a las familias para el cuidado de los mayores. Es decir, te asigno una prestación y tú, a cambio, tienes que emplear de manera regular a personas con la formación adecuada para certificar que provean servicios de cuidado de alta calidad. Este es el camino más fácil para transferir a los países mediterráneos los servicios profesionales de los sistemas del norte de Europa.

 

Y a la inversa, ¿hay algo que los nórdicos puedan envidiar de nosotros?

El cuidado personal que proveen los cuidadores inmigrantes es algo que muchos países nórdicos envidian de España o Italia, en especial, por su extensión: cuidados las 24 horas del día, incluidas noches, y en muchos casos seis días a la semana. El problema es que esto es explotación laboral, pero la realidad es que esto es precisamente lo que necesitan muchas personas mayores dependientes que no pueden pagar una residencia.

 

¿Cuál es el perfil dominante del cuidador informal en Europa?

En los países escandinavos son principalmente los cónyuges. Muchos no quieren que sus hijos se ocupen de ellos, o al menos no tanto como en los países mediterráneos, donde aún hay muchos hijos, y sobre todo hijas, que cuidan a sus padres.

 

Se suele hablar de «carga de cuidado» en términos negativos. Pero ¿hay algún efecto positivo en la asunción de cuidados?

Sí, claro que hay efectos positivos. Cuando alguien decide ejercer de cuidador por voluntad propia, generalmente se crea un vínculo interpersonal muy sólido con la persona a la que se asiste. Además del afecto recibido, beneficiar a alguien mediante cuidados fortalece la identidad del cuidador. Yo diría que este es el principal aspecto positivo.

 

Sin embargo, los cuidadores están poco reconocidos en la sociedad...

Sí, ocurre en muchos lugares, y me temo que los propios médicos han influido negativamente pues no tienen en cuenta el trabajo de los cuidadores ni sus opiniones sobre las personas a su cargo.

 

¿Cuáles son los apoyos formales que a su juicio necesitan los cuidadores para desempeñar de manera sostenible las tareas de cuidado?

En primer lugar, el papel del cuidador debe ser reconocido. Tiene que haber una evaluación formal en el comienzo del proceso para entender qué necesidades puede tener el cuidador, porque si no corre el peligro de convertirse en la segunda víctima de la enfermedad de la persona mayor; en segundo lugar, asesoramiento, con el doble fin de ofrecer oportunidades de crecimiento para el cuidador y de aliviar su carga de trabajo. Para los cuidadores son muy importantes los grupos de apoyo que permiten conocer a otras personas que están en la misma condición. De este modo se rompe el aislamiento de muchos cuidadores, gente que a menudo está atrapada en hogares, de los que prácticamente no salen. El cuidador debe tener su propia vida personal; en tercer lugar, formación. Y finalmente, las tecnologías, que también ayudan mucho. En realidad, todos estos apoyos están interconectados.

 

Analicemos alguno de estos aspectos en detalle. ¿Qué papel desempeña la formación?

Si le preguntas a los cuidadores, muchos te dirán: «Yo no necesito ninguna formación. Ya sé lo que tengo que hacer». Pero esto no es verdad. No hay que dar por sentado que, por el hecho de saber cómo tratar algunos aspectos específicos de la enfermedad, o simplemente por hacer lo que siempre has hecho, no tienes nada que aprender. Soy partidario de diseñar un paquete de formación inicial que sea eficaz para las distintas formas de implicación de los cuidadores, porque también es cierto que en muchas ocasiones no se necesita un perfil muy alto de profesionalización para este trabajo.

 

¿Cómo se debería proveer esta formación?

Debería hacerse de la manera menos invasiva posible para las vidas de los cuidadores. Hay que ser consciente de que muchos tendrán dificultades para asistir a esta formación, porque tienen personas a su cargo. Así que habría que proveerles de sustitutos ocasionales.

 

¿Qué competencias deberían fomentarse en los cuidadores?

Más allá de las cuestiones técnicas, creo que la más importante es la habilidad para ser respetuoso todo el tiempo. Porque cuando el cuidado informal se convierte en un hábito permanente, a menudo el cuidado se transforma en abuso. ¡Y ni siquiera se es consciente de ello! Por eso, permanecer sensible a la situación del otro es muy importante.

 

Dentro de la provisión de cuidados, ¿qué papel desempeña el voluntariado?

Su utilidad depende de la organización del voluntariado. En algunos lugares hay asociaciones muy potentes que ofrecen un apoyo muy importante. El reverso de la moneda es que nadie está obligado a hacer voluntariado, como la propia palabra indica, así que hay mucha rotación. Lo que yo sugeriría es hacer campañas dirigidas a los jóvenes, especialmente en países afectados por el desempleo juvenil, como España. Creo que a los jóvenes les conviene involucrarse en el voluntariado destinado a las personas mayores, porque les ayudará a entender cómo van a acabar sus vidas: «Mira, ahora eres fuerte, estás en forma, pero al final de tus días esto es lo que te va a pasar». Es una buena lección de vida.

 

Pero la realidad es que el sector del cuidado no resulta muy atractivo para los jóvenes….

Por eso digo que se ha de invertir en campañas para sensibilizar a la población y a la gente joven en particular. A menudo me pregunto, y creo que todos deberíamos preguntarnos: ¿por qué es tan mala la imagen del cuidado de personas mayores? Creo que es una oportunidad para los jóvenes de darse cuenta de hasta qué punto podrían ser útiles y necesarios para alguien. ¡Ni se lo imaginan! Estoy convencido de que la atención a la dependencia podría cambiar la vida de muchos jóvenes, pero lamentablemente muchos consideran que la vejez les queda muy lejos...

 

Por último, la introducción de tecnología en el cuidado (welfare technologies), ¿hasta qué punto puede ser una solución que contribuya a la sostenibilidad de los sistemas de cuidado? ¿Qué ventajas e inconvenientes tiene?

Las tecnologías permiten hacer las tareas más rápido, facilitan a las personas estar en contacto, compartir información e incluso proveen mejores herramientas de trabajo. Pero detrás de todo esto tiene que haber una persona sensible, porque si no hay una intermediación humana, las tecnologías no resuelven nada por sí solas.

El inconveniente es que no son fáciles de usar. Y no me refiero solo a los usuarios: la principal barrera para usar la tecnología en el campo del cuidado de personas mayores son los profesionales. Por una parte, están preocupados porque algunas tecnologías supongan la pérdida de sus puestos de trabajo; y por otra parte, simplemente no saben usarlas y, además, no reciben la suficiente formación. Muchos trabajadores del sector no son personas jóvenes, sino de mediana edad. Son reacios a aprender algo nuevo en el trabajo. Es un obstáculo importante y necesitamos invertir en formación para superarlo.

 

 

Entrevista por 

Juan Manuel García Campos

Periodista de La Vanguardia

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