Los juegos de apuestas y de azar representan una actividad económica muy relevante que se está promocionando por parte de las empresas del sector y algunas administraciones. Sin embargo, tanto la comunidad científica como las autoridades sanitarias consideran que el juego es un problema de salud pública, puesto que produce un trastorno de adicción. La oferta de juego legal en España es de las más amplias del mundo y las condiciones sociopolíticas son muy favorables para su expansión social. Desde su legalización en 2011, el juego en línea ha crecido exponencialmente y su expansión ha sido especialmente importante tras las medidas de prevención de la expansión de la covid-19.
Aunque existen diferencias individuales y sociales en el grado de vulnerabilidad para padecer adicción al juego, la principal variable explicativa del desarrollo de este trastorno es la experiencia que se tenga con el juego. En este sentido, las características de los juegos (Parke y Griffiths, 2006) y el grado de exposición a los mismos (Chóliz et al., 2019) son dos de las principales variables que hay que tener en cuenta. Al igual que ocurre con las drogodependencias, la presencia de otros problemas psicológicos es la regla, más que la excepción.
Teniendo en cuenta que la adolescencia es un período del desarrollo especialmente vulnerable a padecer cualquier adicción (Chambers et al., 2003), incluida la adicción al juego, y que la prevalencia de este tras-torno entre los jóvenes multiplica por tres al de la población general, se exponen aquí las principales conclusiones de este estudio.
Aunque el juego es un problema de salud pública debido a su potencial adictivo, no todos los juegos son igualmente peligrosos. Las loterías son menos adictivas que las tragaperras y los juegos de casino, por ejemplo.
Las condiciones en las que se presentan los juegos de azar modulan la capacidad adictiva. En este caso, la modalidad en línea de cualquier juego tiene mayor riesgo que su forma tradicional. Los chicos están en mayor riesgo que las chicas de padecer adicción al juego, puesto que se exponen más a todos los juegos, probablemente por una cuestión de género. El juego es una forma masculina de diversión, siendo esencialmente una actividad competitiva.
Existe comorbilidad entre adicción al juego y consumo de sustancias (alcohol, tabaco y marihuana), quizá porque las drogas potencian los efectos psicológicos y ayudan a superar el malestar.
La comorbilidad con las adicciones tecnológicas no es tan elevada, tal vez porque existe una competición entre los procesos psicológicos implicados entre ellas. El juego se ha convertido en la principal obsesión y preocupación, por encima de cualquier otra actividad.
Los resultados de este trabajo, en los que se evidencia la problemática de la adicción al juego en los adolescentes, sugieren la necesidad de desarrollar e implementar programas de prevención de la adicción al juego que estén basados en la evidencia, como el programa de prevención Ludens (Chóliz, 2017).