El papel de las escuelas e institutos en los procesos de detección precoz de la violencia machista que los niños y las niñas sufren en casa es un terreno poco explorado, tanto en términos de investigación como en la práctica, sobre todo en nuestro país (Montserrat, Garcia-Molsosa, Planas-Lladó, y Soler-Masó, 2022). Los centros educativos, como espacios seguros y con personas adultas cercanas y de confianza, pueden desempeñar un papel determinante en ello. No obstante, según las evidencias de investigación internacionales consultadas, existen algunas dificultades: el alumnado no identifica a los docentes como personas que puedan ayudarles en estos casos (Mullender et al., 2002), y los docentes no siempre piensan que ayudar a los niños y las niñas que se encuentran en esta situación forme parte de sus funciones (Münger y Markström, 2019).

En el artículo que presentamos se preguntó a docentes y a los equipos directivos de 86 centros educativos del territorio catalán, de entre los 106 que participaron en la primera fase de la investigación, qué papel debería asumir la escuela o instituto en casos de violencia machista dentro de la familia, y qué obstáculos existen a la hora de detectarlos y de actuar. También se les preguntó qué necesitarían para que el centro educativo pase a ser un agente clave capaz de ayudar a los niños y las niñas que son víctimas de este tipo de violencia. Seguidamente se presentan los principales resultados a partir de los 322 cuestionarios recibidos.

Según el personal docente encuestado, el modo en el que los centros educativos tratan la violencia machista es satisfactorio, pero mejorable: la media de satisfacción es de 7 sobre 10, sin diferencias significativas entre los centros de educación primaria y los de secundaria. En todas las etapas educativas se suele trabajar más la violencia física (90%), la sexual (78%) y la psicológica (76%) que la vicaria o la económica. No obstante, en este último caso sí que se observa que esta cuestión está más presente en las escuelas de primaria que en las de secundaria. El siguiente gráfico refleja el tipo de violencia sobre la que se habla con el alumnado, por etapa, y el porcentaje de docentes que han marcado cada tipo de violencia en las opciones de respuesta.

El trabajo de la violencia machista en las aulas está poco sistematizado: tan solo el 22% de los docentes afirman que la temática está integrada en el proyecto educativo de centro en forma de programa específico. En primaria, este porcentaje es aún más bajo y la mayor parte del personal educativo encuestado afirma que el modo en el que se trata depende de cada docente y de la etapa educativa. En secundaria, la temática se aborda mediante información gráfica de un modo generalizado. El profesorado de secundaria percibe que existe un porcentaje más elevado de alumnado que niega la existencia del problema o que lo minimiza, constatando también más cansancio entre el alumnado que el profesorado de primaria. El siguiente gráfico recoge el tratamiento de la violencia machista por etapa y de acuerdo con las respuestas de los docentes.

Con respecto a la pregunta de cómo les gustaría que se tratara la cuestión de la violencia machista en su centro educativo, el 97% del personal docente preferiría contar con la presencia de personas expertas en las aulas. Aunque consideran que es pertinente trabajarlo de un modo puntual en días especiales (86%), sirviéndose de folletos y carteles informativos (85%), o de forma espontánea de acuerdo con las inquietudes del alumnado (85%), también creen que habría que sistematizarlo más e incorporarlo como un programa específico en el proyecto educativo de centro (73%), pero no en formato de asignatura (el 82% afirman que no).

Según se resume en el gráfico 3, el alumnado no suele comunicar estas situaciones al profesorado: en la mayoría de los casos no dicen nada (67%) y rehúyen el tema o protegen a sus progenitores (46%). Cuando los centros educativos son conscientes de la situación, es gracias a signos evidentes de dicha violencia o por medio de otros profesionales.

Los principales obstáculos para que el alumnado pida ayuda a sus maestras o al profesorado cuando sufre una situación de violencia machista en casa guardan relación con aspectos organizativos (falta de tiempo y de espacio, falta de coordinación con otros servicios o dificultades en dicha coordinación), con una formación insuficiente por parte del personal docente, y con la existencia de unas percepciones determinadas, como, por ejemplo, que no es el niño o niña quien debe buscar la solución, o que el hecho de explicarlo puede acarrearle consecuencias negativas. Según se observa en el siguiente gráfico, elaborado a partir de los resultados de la suma de los porcentajes correspondientes a Bastante de acuerdo y Totalmente de acuerdo para cada ítem en una escala del 1 al 5 (1 = nada de acuerdo y 5 = totalmente de acuerdo), el profesorado de secundaria percibe más falta de confianza por parte del alumnado, como también falta de formación del profesorado y falta de tiempo.

Según se indica en el gráfico 5, el profesorado considera que debe implicarse más en el problema; tan solo el 1% afirma que no debe quedarse al margen de ello. Los maestros de primaria lo asumen como una función propia de forma más generalizada que el profesorado de secundaria, aunque en ambos casos el porcentaje que opina que esta cuestión no forma parte de sus funciones es muy bajo. Según el cuerpo de docentes, la función principal que deben llevar a cabo los centros educativos consiste en derivar al servicio correspondiente los casos que hayan podido detectar (más del 80% tanto en primaria como en secundaria). El siguiente gráfico recoge, a partir de los resultados de la suma de los porcentajes correspondientes a Bastante de acuerdo y Totalmente de acuerdo para cada ítem en una escala del 1 al 5 (1 = nada de acuerdo y 5 = totalmente de acuerdo), el rol que según los profesionales de la docencia deben tener los centros educativos en estas situaciones. 

El personal docente detecta una serie de necesidades a la hora de llevar a cabo la tarea de detección y derivación. Piden un espacio tranquilo y seguro, una mejor coordinación entre los distintos servicios, una reconfiguración de las tutorías individuales (en especial, en primaria) y un programa específico en el proyecto de centro. Piensan que deberían contar con el apoyo de la dirección, disponer de más formación y conocer los protocolos (sobre todo, en primaria). También creen, de un modo muy generalizado, que convendría que en el aula hubiera una persona experta que se encargara de trabajar estos temas con el alumnado. El siguiente gráfico muestra las respuestas del personal docente a la pregunta de cómo se debería organizar el centro educativo para que pase a ser un espacio que ofrezca seguridad a los niños, niñas y adolescentes a la hora de confiar en los docentes para explicarles la violencia que viven en casa. Los valores que se presentan son el resultado de sumar los porcentajes correspondientes a Bastante de acuerdo y Totalmente de acuerdo para cada ítem, en una escala del 1 al 5 (1 = nada de acuerdo y 5 = totalmente de acuerdo). 

Con respecto a la persona referente que debería encargarse de estas cuestiones, las respuestas entre los profesores y maestros son diversas: el 35% creen que debería ser una persona no docente del centro [educador/a social, técnico/a de integración social (TIS), psicopedagogo/a, etc.]; el 29%, que debería ser un/a docente; el 24%, un referente externo de la red de servicios existentes, y el 13%, un referente externo (no necesariamente de la red de referentes existentes). El siguiente gráfico especifica, de acuerdo con la opinión del profesorado, quién debería ser la persona referente para el alumnado a la hora de solicitar ayuda ante situaciones de violencia machista en casa. Los valores presentados son el resultado de sumar los porcentajes correspondientes a Bastante de acuerdo y Totalmente de acuerdo para cada ítem, en una escala del 1 al 5 (1 = nada de acuerdo y 5 = totalmente de acuerdo). 

El personal docente es sensible a las situaciones de violencia machista que el alumnado puede sufrir o sufre en casa. Ahora bien, pese a que algunos centros trabajan este tema en las aulas, por lo general suele ser de un modo poco sistemático y sin hacer demasiado hincapié en las formas más indirectas que adopta la violencia machista. El personal docente no duda de que debe desempeñar un papel en ello, pero difiere sobre quién debe actuar en estos casos y cómo debe hacerse. Además, considera que no siempre dispone de suficiente formación y conocimientos para tratar la violencia machista de la mejor forma posible. 

El profesorado considera que debería existir una mejor coordinación entre los distintos servicios y que existe un margen de mejora en la organización del centro educativo para hacer efectiva esta tarea; es decir, que convendría una sistematización más rigurosa a la hora de abordar esta temática desde los centros educativos. Al respecto, parece que los actuales protocolos no bastan para que cada docente sepa, por un lado, cómo efectuar –en el centro y con su grupo clase– un tratamiento general y transversal del tema de la violencia machista; por otro, cómo actuar ante un caso concreto de violencia en el hogar: qué hay que hacer y cómo hay que articularlo posteriormente con la red de servicios. Ello coincide con lo que afirmaban los niños, niñas y adolescentes en la primera fase de la investigación: no saben a quién contárselo y temen hacerlo por las repercusiones que ello podría comportarles (Montserrat et al., 2022). 

Por consiguiente, aún queda un largo camino por recorrer, dado que hay que prestar apoyo y establecer unos modelos claros que ayuden al personal docente a desarrollar con garantías la tarea de brindar un espacio de ayuda al alumnado víctima de la violencia machista, de modo que los centros educativos pasen a ser espacios privilegiados para una detección precoz del problema y se proporcione acompañamiento a los docentes para que no se encuentren solos en esta tarea. Confiamos en que la figura del coordinador/a de protección que la Ley 8/2021 prevé que cada centro educativo deberá establecer pueda contribuir a ello.  

Para que los protocolos y programas para combatir la violencia sean eficientes y eficaces, es preciso que el alumnado se sienta seguro; el personal docente debe recibir formación y apoyo; el centro educativo debe integrar esta cuestión en el proyecto de centro, y la red de servicios debe ser proactiva y trabajar de forma coordinada. Se han adoptado medidas para mejorar en esta cuestión, pero hay que avanzar con más decisión. Los siguientes pasos de la investigación «¡EstamosAquí!» tienen por objeto contribuir a ello mediante la elaboración de un modelo consensuado para la detección precoz de las situaciones de violencia machista en los hogares aplicable al entorno escolar.
 

El presente artículo se basa en datos procedentes del cuestionario para docentes y equipos directivos elaborado en el marco del proyecto de investigación «¡EstamosAquí! Detección de la violencia machista desde la perspectiva de los niños, niñas y adolescentes», elaborado por Carme Montserrat, Marta Garcia-Molsosa, Pere Soler, Anna Planas, Edgar Iglesias y Paula Boned de Liberi, Grupo de Investigación en Infancia, Juventud y Comunidad, de la Universitat de Girona. Los resultados expuestos en el presente artículo se enmarcan en la segunda fase, en la que se ha recogido la perspectiva de las direcciones y del profesorado de 86 de los 106 centros educativos participantes en el estudio. La tercera fase se centrará en el diseño del modelo de detección que se propone implantar en el marco escolar. En esta investigación, financiada por la Fundación ”la Caixa”, también han colaborado el Departamento de Derechos Sociales y el Departamento de Educación de la Generalitat de Catalunya.

Ley Orgánica 8/2021, de 4 de junio, de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia.

MONTSERRAT, C., M. GARCIA-MOLSOSA, A. PLANAS-LLADÓ, y P. SOLER-MASÓ (2022): «Children’s understandings of gender-based violence at home: The role school can play in child disclosure», Children and Youth Services Review, 136, 106431.

MONTSERRAT, C., M. GARCIA-MOLSOSA, P. SOLER, A. PLANAS, E. IGLESIAS, y P. BONED (2022): L’impacte de la violencia machista en els fills i les filles: el paper de l’escola segons l’alumnat, El Observatorio Social de la Fundación ”la Caixa”.

MULLENDER, A., G. HAGUE, U. F. IMAM, L. KELLY, E. MALOS, y L. REGAN (2002): Children’s perspectives on domestic violence, SAGE Publishing.
 
MÜNGER, A. C., y A. M. MARKSTRÖM (2019): «School and Child Protection Services Professionals’ Views on the School’s Mission and Responsibilities for Children Living with Domestic Violence - Tensions and Gaps», Journal of Family Violence, 34(5), 385-398.