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1Según el Censo de Población de 1991 casi el 90% de los chicos de 16 años vivían con sus dos progenitores en la misma casa. Hoy en día, esa estructura familiar ya no es tan habitual. Los datos del censo más reciente indican que en 2011 alrededor de una cuarta parte de los chicos y chicas de 16 años no vivían en la misma casa que su padre y su madre biológicos.
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2En las últimas décadas las familias con un nivel de estudios bajo han cambiado mucho más que las que tienen un nivel superior. En 2011 casi el 40% de los niños con una madre sin estudios de primaria no vivían con su padre biológico, frente al 17% de los que tenían una madre con título universitario.
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3Los niños que viven en hogares monoparentales tienen una probabilidad ligeramente menor de terminar la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) a su debido tiempo.
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4La influencia de la estructura familiar es muy reducida, en comparación con los efectos que tienen el nivel de estudios de la madre y las diferencias de recursos económicos entre las familias.
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5Dada la importancia de los factores socioeonómicos, las políticas destinadas a prevenir que los niños se queden rezagados en la escuela tendrán más probabilidades de éxito si se orientan a reducir las diferencias socioconómicas entre los hogares.

Este gráfico indica qué porcentaje de niños nacidos en 1995 no terminó la ESO a su debido tiempo en cada uno de los grupos en los que se han dividido. En el primer grupo, se aprecia que la influencia de la estructura familiar no llega al 5%. En cambio, en el segundo grupo se observa que, dependiendo del régimen de tenencia del hogar, la diferencia supera el 17%. Por último, si se comparan por el nivel de estudios de la madre, las diferencias son todavía más acusadas, y la diferencia aumenta hasta un 29%. Desde esta perspectiva, queda claro que factores como el nivel de estudios de la madre son mucho más importantes para el resultado escolar, que el número de progenitores con los que habitan los hijos.
Introducción
España está cambiando con rapidez y también sus familias. Todavía no hace mucho tiempo que la inmensa mayoría de los niños españoles seguía viviendo en la misma casa que su padre y su madre biológicos hasta que la abandonaban para crear su propio hogar. En muchos otros países de Europa las familias ya habían sufrido una drástica transformación, pero España aún parecía bastante tradicional en lo tocante a estructura familiar. Sin embargo, desde comienzos de la década de 1990 los rápidos cambios que ha experimentado el país han sido tan sorprendentes que ahora las familias españolas se parecen mucho más a las de los países del norte de Europa que a las de sus vecinos mediterráneos.
Por ejemplo, en España el número de divorcios es igual de elevado que en países como Dinamarca, Alemania y los Países Bajos, y bastante mayor que el de países como Italia y Grecia, antes parecido al nuestro. España se acercó especialmente a los países más septentrionales después de la aprobación en 2005 del llamado «divorcio exprés», que agilizó y facilitó este trámite. La disponibilidad de estadísticas recientes sobre la estabilidad de las parejas no casadas es mucho menor, pero, dado que el incremento de la cohabitación ha sido un fenómeno reciente en España (Domínguez-Folgueras y Castro-Martín, 2013), es probable que las tendencias de la inestabilidad a lo largo del tiempo fueran todavía más pronunciadas si tuviéramos en cuenta ese tipo de parejas.
El incremento de los divorcios y las separaciones de los progenitores hace que cada vez haya más niños que no viven de manera cotidiana con su padre o madre biológicos. Algunos viven con uno de los progenitores y otros viven también con una nueva pareja de la madre o el padre. También hay muchos menores que alternan regularmente su lugar de residencia para pasar tiempo con ambos progenitores.
Aunque la separación y el divorcio libran a menudo a los niños del contacto directo con progenitores enfrentados, no vivir en la misma casa que la madre o el padre tiene desventajas. Las familias monoparentales tienen más probabilidad de ser pobres y los niños suelen mantener menos contacto con el progenitor que no vive con ellos (Amato, 2010). Un único progenitor también puede ser menos eficaz en las labores de supervisión y tutela de sus hijos, simplemente porque dispone de menos tiempo para dedicarles durante su etapa escolar y durante su vida.
Estos problemas suscitan la preocupación de que el cambio familiar pueda afectar al bienestar de los niños y a sus perspectivas vitales.
En el presente artículo se analiza hasta qué punto es así en España. En primer lugar, se describirá la situación de las familias españolas en la actualidad, presentando datos sobre cuántos niños crecen en cada tipo de estructura familiar. En segundo lugar, se observará el desarrollo escolar de los que viven en diversas estructuras familiares, utilizando datos del Censo de Población de 2011, el más reciente de los realizados en España. El objetivo es saber hasta qué punto incluye la estructura familiar en el desarrollo escolar infantil y qué importancia tiene este factor en comparación con otros como el nivel de estudios de la madre y los recursos económicos.
1. Las familias en la España de 2011
El Censo de Población de 1991 seguía indicando que casi el 90% de los chicos de 16 años vivía con sus dos progenitores en la misma casa. Hoy en día, esa estructura familiar ya no es tan habitual.
En 2011 la mayoría de los niños seguían viviendo con el padre y la madre biológicos (el 73%), y, de ellos, unos pocos compartían también casa con uno o más abuelos (el 4% del total). El 23% de los menores no vivía con su madre o con su padre biológicos. Algunos vivían con una pareja, pero uno de los dos miembros era la madrastra o el padrastro del menor. En 2011 el 6% de los niños vivía con su madre y la pareja de esta, en tanto que el 2% compartía casa con el padre y su pareja. De los niños que vivían con uno de los progenitores o con ninguno, el grupo más numeroso era el de los que habitaban con una madre sola (el 12%), seguido del de los niños que no vivían con ninguno de sus progenitores (por ejemplo, los que viven únicamente con abuelos u otros parientes, el 4%) y de los menores que viven solo con el padre (el 3%).
2. Criarse con o sin los dos progenitores en casa
¿Cómo les va en la escuela a niños que viven en diferentes estructuras familiares y qué importancia tiene este factor en comparación con otros factores como los recursos económicos y la formación de los progenitores? ¿Por qué cabe esperar que el número de progenitores que vive con el menor influya en su desarrollo escolar?
El entorno familiar de los niños que cohabitan con un único progenitor no es igual que el de los menores que viven con su padre y su madre biológicos. Algunas de las diferencias propias de esa situación influyen en el desarrollo escolar de los niños (Härkönen et al., 2017). En primer lugar, si los padres supervisan los deberes de sus hijos y participan en actividades relacionadas con su desarrollo, tienen mejores resultados escolares. Esa «crianza intensiva» puede ser más difícil para progenitores que no viven en la misma casa. Para las madres o los padres solos que sí viven con sus hijos, la crianza intensiva también puede resultar difícil, porque llevar una casa solo deja poco tiempo libre para enseñar a los niños.
Un segundo factor que puede incidir en el desarrollo escolar infantil son los recursos económicos. Es más probable que las familias monoparentales sean pobres, porque suelen depender de los ingresos de un adulto, no de dos. La pobreza puede generar mucha tensión dentro de la familia y repercutir en el comportamiento de los niños y su desarrollo escolar (Conger et al., 2010). El dinero facilita que las familias vivan en barrios ricos, permite que los padres contraten a profesores de apoyo y también que apunten a los niños en actividades extraescolares. Todos esos factores incrementan las posibilidades de que a los niños les vaya bien en la escuela.
Por último, la mayoría de los menores que no viven con la madre o el padre biológicos han sufrido la separación de sus progenitores. Los hijos suelen necesitar algún tiempo para adaptarse a esta nueva situación, y esto también podría afectar temporalmente a los resultados académicos.
Muchos de los problemas que tienen las familias monoparentales pueden superarse, y muchos niños que viven con un solo progenitor tienen resultados parecidos a los de sus compañeros, pero la mayoría de los estudios empíricos demuestran que el promedio de los niños en esta situación obtienen resultados escolares ligeramente peores que los de otros niños (Amato, 2010). Estudios anteriores han demostrado que tanto la elevada implicación (emocional y económica) de los progenitores que no conviven con sus hijos como la custodia compartida minimizan el impacto que la separación de los progenitores puede tener en los niños (Härkönen et al., 2017). Los obstáculos que plantea la crianza en soledad también pueden superarse gracias a pensiones alimenticias, guarderías públicas y otras ayudas para familias monoparentales. Las nuevas parejas de los progenitores pueden aliviar hasta cierto punto el peso que sufren los padres o madres solos y aportar recursos económicos al hogar, aunque la presencia en casa de madrastras o padrastros también puede exigir a los niños más ajustes emocionales.
En resumen, existen razones que inducen a pensar que el hecho de vivir con uno o los dos progenitores influye en el desarrollo escolar del menor. En el siguiente apartado se verá hasta qué punto es así en España.
3. Terminar la Educación Secundaria Obligatoria a su debido tiempo
Para observar la evolución escolar de los niños se utilizan datos del Censo de Población español de 2011. Una de las preguntas que este plantea a los encuestados es si terminaron el ciclo de Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO). Este ciclo se suele terminar a los 16 años. Esto significa que cuando tuvo lugar el Censo (noviembre de 2011) los nacidos en 1995 tendrían que haber terminado la ESO. Quienes no la habían terminado, o bien repitieron algún curso o bien abandonaron la escuela. La repetición de curso o el abandono del sistema escolar tienen una enorme influencia en la vida posterior, en cuestiones como el éxito académico, la renta, la salud y la vida familiar.
El gráfico 3 indica qué porcentaje de los niños nacidos en 1995 no terminó la ESO en cada uno de los grupos en los que se han dividido.
Primero se comparan los niños que viven con sus progenitores biológicos y los que viven en hogares monoparentales (es decir, con un progenitor que no vive con otra pareja). El 23% de los primeros no terminó la ESO, frente al 28% de los segundos. De estos datos parece deducirse que el número de progenitores que habita con los niños sí influye en su desarrollo escolar. ¿En qué medida son importantes estas diferencias y cómo debemos interpretarlas?
Para evaluar adecuadamente el peso de estas diferencias podemos compararlas con discrepancias surgidas de otros factores ampliamente estudiados, que ya sabemos que influyen en el rendimiento escolar de los niños. En el gráfico 3 se observa que la probabilidad de terminar la ESO no es la misma entre los niños que viven en una casa alquilada y los que habitan una casa en propiedad. Se puede apreciar que el 20% de los niños que viven en una casa propiedad de su familia no terminó el ciclo escolar a tiempo, frente el 37% de los que viven en viviendas alquiladas. Esta diferencia del 17% es bastante mayor que la que se observaba entre los niños que vivían con dos progenitores y los que vivían con uno (5%).
En este gráfico también se aprecian diferencias relacionadas con el nivel de estudios de la madre. Se eligieron las dos posibilidades más extremas respecto a este indicador, ya que en muchas familias monoparentales no se disponía de datos sobre la formación del padre. En este caso las diferencias son todavía más acusadas, ya que se observa un 29% de diferencia entre los niños que tienen una madre con formación universitaria y aquellos cuya madre carece de títulos académicos. Desde esta perspectiva, queda claro que factores como el nivel de estudios de la madre son mucho más importantes para el resultado escolar de los niños que el número de progenitores que habita con ellos.
4. ¿Cómo se explican las diferencias entre porcentajes de niños que terminan el ciclo escolar en cada tipo de familia?
Como se ha visto, entre los niños que viven con un progenitor y los que viven con el padre y la madre biológicos se observa un 5% de diferencia respecto al índice de finalización del ciclo escolar. Se puede decir que es una diferencia relativamente pequeña, pero ¿cómo debemos interpretar tal porcentaje? ¿Acaso significa que sí importa con quién viven los niños?
Al interpretar estas diferencias en el desarrollo escolar es preciso tener en cuenta cómo se establece la causalidad. El hecho de que dos factores estén relacionados —en este caso, la estructura familiar y el rendimiento educativo— no supone automáticamente que uno sea la causa del otro. Para ilustrar este aspecto, basta decir que los niños que viven en casas alquiladas no tienen peor rendimiento escolar porque alquilar la vivienda sea una experiencia determinante, sino por los demás rasgos típicos de las personas que alquilan su vivienda. Por ejemplo, los inquilinos de un hogar suelen tener menos dinero que si son propietarios del mismo. Además, entre ellos hay un porcentaje mayor de residentes en barrios desfavorecidos. En consecuencia, se podría decir que las diferencias en materia de finalización del ciclo escolar entre esos dos grupos tienen que ver con el dinero, no con el régimen de tenencia de la vivienda que se habita.
Lo mismo puede decirse de las familias en las que los niños no conviven con su padre o con su madre biológicos. Uno de los aspectos llamativos de los cambios observados en las últimas décadas es que las familias con un nivel de estudios bajo han cambiado mucho más que las que tienen un nivel superior. En 2011, casi el 40% de los niños cuya madre carecía de títulos académicos no vivían con su padre biológico, frente al 17% de los que tenían una madre con título universitario. Es bien sabido que los niños de progenitores con formación tienen más posibilidades de ir bien en la escuela (una pauta similar a la ilustrada en el gráfico 3). Los progenitores con educación superior transmiten capacidades y actitudes a sus hijos y pueden ayudarles a manejarse en el sistema educativo. Si muchos de los niños de hogares monoparentales tienen progenitores con poca formación, esto podría explicar que tengan menos probabilidades de terminar el ciclo escolar a su debido tiempo. En consecuencia, no está tan claro si el número de progenitores que conviven con el menor influye realmente en sus resultados escolares o si estos son peores por otros factores.
Para abordar este asunto, la primera estrategia es presentar estadísticamente los rasgos contextuales que podrían explicar las diferencias en el desarrollo escolar. Dicho de otro modo, podemos ajustar los índices de finalización del ciclo escolar en función de los niveles de estudios de las madres de los niños. Este es el ejercicio que muestra el gráfico 5.
El primer conjunto de columnas del gráfico 5 presenta las diferencias, no ajustadas, de probabilidad de no haber terminado la ESO, ya observadas en el gráfico 3. El segundo conjunto de columnas representa dichas diferencias, pero ahora tiene en cuenta un conjunto de factores contextuales como el nivel de estudios de la madre, la comunidad autónoma y si los hijos han nacido en el extranjero. Aquí las diferencias entre los grupos son ligeramente inferiores, lo cual indica que los rasgos contextuales contribuyen a explicar por qué los niños que conviven con un solo progenitor tienen peores resultados escolares que los que viven con el padre y la madre biológicos.
No obstante, después de tener en cuenta estos factores, sigue habiendo un 4% de diferencia entre los dos grupos de niños. Está claro que existen muchos otros elementos contextuales que en teoría podrían tenerse en cuenta y que no figuran en los datos del censo. En consecuencia, sigue siendo posible que esa diferencia del 4% entre los grupos se deba a terceros factores. Con todo, también es probable que parte de esa diferencia refleje en realidad algo privativo de los niños que viven con un único progenitor biológico.
Antes se ha apuntado que a los niños que viven con un único progenitor se les suele criar de otra manera, tienen más probabilidades de vivir en un hogar con dificultades económicas y puede que en el pasado hayan tenido que adaptarse psicológicamente a la separación de sus padres. El tercer conjunto de columnas permite evaluar en parte el peso de una de esas tres explicaciones: las diferencias en la situación económica. Este tercer conjunto representa estadísticamente las diferencias respecto a la situación laboral de la madre y un conjunto de características del hogar que inciden en el menor (además de los elementos contextuales contemplados en el segundo conjunto de barras): si la casa cuenta con calefacción e internet y cuántas habitaciones tiene. Las diferencias entre los grupos se reducen hasta alcanzar el 3% cuando incorporamos este pequeño conjunto de factores económicos. En consecuencia, es probable que estos influyan bastante para que los niños que conviven con un progenitor tengan un rendimiento escolar ligeramente inferior al de los que conviven con los dos progenitores.
Las demás diferencias podrían explicarse con datos más precisos sobre recursos económicos como la renta familiar, o recurriendo a indicadores de crianza y bienestar psicológico. Sin embargo, el censo no proporciona esa información.
5. ¿Debemos preocuparnos de si los niños viven con un progenitor o dos?
En España las familias han cambiado drásticamente en las últimas décadas. Cada vez son más los niños que pasan parte de su infancia sin convivir con la madre o el padre biológicos bajo el mismo techo. Dados los problemas que conlleva criar a los hijos sin el cónyuge o después de una separación, no resulta sorprendente que las posibles consecuencias de los cambios familiares en el rendimiento de los niños hayan suscitado preocupación. En el presente artículo se ha observado la probabilidad de que los niños no terminen la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO) a su debido tiempo, utilizando datos del Censo de Población español de 2011. Los menores que vivían con un progenitor tenían menos probabilidades de terminar a tiempo la ESO que los que vivían con los dos progenitores. Sin embargo, una vez contrastadas las diferencias respecto al porcentaje de niños que termina ese ciclo educativo con otros factores como el nivel de estudios de la madre o el régimen de tenencia de la vivienda, queda claro que el número de progenitores que cohabitan con los niños es mucho menos importante para el desarrollo escolar que esos factores socioeconómicos.
En consecuencia, dada la importancia que tienen estos últimos factores para el desarrollo escolar infantil, el crecimiento de la desigualdad económica que se ha observado en España en los últimos años es más preocupante que los cambios familiares registrados. Por lo tanto, las políticas destinadas a prevenir que los niños se queden rezagados en la escuela tendrán más probabilidades de éxito si se orientan a reducir las diferencias socioeconómicas entre los hogares. Las escasas diferencias existentes en materia de desarrollo escolar entre los niños que viven con un progenitor y los que viven con los dos podrían atribuirse parcialmente a diferencias socioeconómicas. De este modo, las políticas destinadas a reducir la desigualdad socioeconómica podrían reducir también el desfase existente respecto al índice de finalización de la ESO entre los niños que conviven con un progenitor y los que viven con los dos.
6. Referencias
AMATO, P.R. (2010): «Research on divorce: Continuing trends and new developments», Journal of Marriage and Family, 72(3).
CONGER, R.D., K.J. CONGER y M.J. MARTIN (2010): «Socioeconomic status, family processes, and individual development», Journal of Marriage and Family, 72(3).
DOMÍNGUEZ FOLGUERAS, M., y CASTRO MARTÍN, T. (2013): «Cohabitation in Spain: No longer a marginal path to family formation», Journal of Marriage and Family, 75(2).
HÄRKÖNEN, J., F. BERNARDI y D. BOERTIEN (2017): «Family dynamics and child outcomes:
An overview of research and open questions», European Journal of Population, 33(2).
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