Entrevista
“El perfil del consumidor de cultura español es similar al europeo”
En la entrevista, Víctor Fernández Blasco destaca que, a diferencia de lo que la mayoría pueda pensar, la digitalización de algunos productos culturales no resta capacidad de socialización, sino que los canales de esta participación mutan hacia diferentes vías. Esto significa, según Fernández Blanco, adaptarse a los cambios de la ya no existente cultura tal como se entendía hace unos años y afrontar que su consumo cambia día a día.
El investigador expone que no pueden apreciarse claras diferencias en cuanto a la participación cultural de los españoles y la de los ciudadanos de otros países europeos. Tampoco en el cine, sector en el que Fernández Blanco es especialista. En su opinión, el acceso al mismo se ha democratizado, entre otras cosas, por la llegada de las nuevas tecnologías. La industria cinematográfica, afirma, ya no fía todo su porcentaje de negocio a la explotación de las películas en las salas de cine, sino que busca nuevas vías de emisión de sus productos, adaptándose a los crecientes cambios que están produciéndose en las plataformas de visualización.
¿Cuáles crees que son los beneficios individuales y sociales que comportan el consumo y la participación cultural?
Los beneficios individuales y sociales del consumo y la participación cultural son varios. Son tradicionales, puesto que representan la satisfacción de una de las necesidades básicas del ser humano, que es comunicarse, contactar con los demás, establecer canales de relación, ofrecer tus experiencias, descubrir nuevas experiencias en los demás… Por lo tanto, desde ese punto de vista, que va más allá incluso del punto de vista económico, la cultura ofrece beneficios personales y de relación que son claramente imprescindibles hoy, como lo han sido siempre a lo largo de la historia de la humanidad.
Pero a ello debemos añadir también algunos beneficios claramente de carácter económico. Satisface una necesidad básica de los seres humanos; genera actividad económica para las ciudades, para las regiones; permite la defensa y el mantenimiento de determinados valores que estarían en riesgo de desaparición; estimula la educación, la formación, la creación de capital humano tanto individual como social en cada una de las personas; facilita las relaciones sociales; crea canales de socialización y, por lo tanto, enriquece las sociedades. Y, además, la cultura es siempre un campo abierto y por lo tanto no solo enriquece de manera endógena a la propia sociedad en la que estamos viviendo, sino que al ser un ámbito siempre abierto hacia nuevas sensaciones y nuevas experiencias sirve también para enriquecer la relación de una sociedad con sus sociedades vecinas, tanto las más cercanas como también las más distantes.
¿Crees que la inversión pública en cultura es justificable en tiempos de crisis?
Por supuesto. Yo creo que la inversión pública en cultura es justificable en todos los momentos, y también en los momentos de crisis. Como es sabido, la cultura genera una serie de valores externos que la provisión privada y el funcionamiento autónomo de los mercados no serían capaces de captar y de valorar. Por lo tanto, es necesaria la intervención del Estado para proteger y estimular esos valores externos, esos efectos externos de los que hablábamos en términos económicos, que son altamente valiosos para la sociedad en su conjunto y para los individuos en particular. Tanto desde el punto de vista de la creación como de la conservación de patrimonio, como de la creación de redes de conexión entre los ciudadanos, como de la participación social, cultural y no solo cultural, de los ciudadanos… Esos son efectos que merecen atención por parte de los poderes públicos. Y esta atención va aparejada con valores de carácter estrictamente económico como la inversión, pero también con una política decidida de acción en favor de la cultura. No es solamente un problema presupuestario, es también un problema de política cultural decidida en favor de la cultura y de la participación de los ciudadanos en la cultura.
¿Qué factores son los que más inciden en el consumo cultural en España?
Los factores que inciden más en el consumo cultural en España son fundamentalmente factores que tienen que ver, en primer lugar, con la educación. A mayor nivel educativo, mayor consumo cultural en todo tipo de productos. Desde los productos digamos de cultura más elevada o clásica, estaríamos hablando por ejemplo de la música clásica, la ópera o la participación en los mercados del arte, hasta también la cultura de carácter más actual, dinámica o, si queremos utilizar los viejos perfiles, la cultura popular. También en los conciertos de música clásica, igual que en los conciertos de música pop, una mayor educación alimenta el consumo de cultura. Al mismo tiempo, la edad: los consumidores de cultura son jóvenes. En general, en la mayor parte de los bienes de consumo cultural predominan los jóvenes. A la par, las responsabilidades familiares actúan como una rémora, como un lastre, para poder participar en eventos culturales y poder facilitar el consumo cultural, sobre todo cuando estás fuera del domicilio. Las personas con responsabilidades familiares se ven cada vez más abocadas a un consumo doméstico en el mundo de la cultura. Y también hay una cierta influencia de carácter regional y local. Hay dos regiones en España que son las grandes agregadoras de eventos culturales, Madrid y Barcelona, que facilitan el consumo de los ciudadanos. Pero también las ciudades de tamaño medio, como pueden ser Valladolid o Bilbao, tienen una oferta lo suficientemente rica y unas facilidades en términos de coste del tiempo que facilitan mucho el consumo cultural. Quizás es en las localidades con menor volumen de población donde hay mayores dificultades de acceso, no tanto en términos de coste del tiempo sino en términos de oferta. La oferta es menor y, de nuevo, volvemos a lo que comentábamos antes: la acción pública es absolutamente necesaria en esas localidades con menor tamaño. La inversión pública que no se fija tanto en disponer de un tamaño de mercado que haga rentable la inversión en cultura, sino que se fija en proveer de unos servicios básicos a los ciudadanos.
¿Existen diferencias relevantes con respecto a otros países del entorno europeo?
No se pueden apreciar claras diferencias en cuanto a la participación de los ciudadanos españoles en comparación con los ciudadanos de otros países europeos. Prácticamente el perfil de los consumidores de cultura en general y de cada uno de los productos en particular es muy semejante. Puede haber pequeñas diferencias en cuanto a determinados tipos de productos culturales, que son genuinos o más extendidos en una zona que en otra. Por ejemplo, a pesar de que es una de las lagunas, es mucho más frecuente el consumo de zarzuela o de opereta en España y en Austria que, por ejemplo, en el Reino Unido. Pero, en general, pensando en grandes constructos de consumo cultural, el perfil del consumidor español es semejante al de cualquier consumidor europeo.
¿Existen distintos perfiles de consumidores culturales en España? ¿Estos perfiles han cambiado en los últimos años?
En algunos tipos de productos culturales hemos observado cambios en los perfiles de los ciudadanos. Sobre todo hemos observado un proceso de paulatino envejecimiento en las artes escénicas y, muy particularmente, en la ópera y en la zarzuela. Son campos que difícilmente están calando en las nuevas generaciones y, por lo tanto, se produce un fenómeno de envejecimiento. Sin embargo en otros productos culturales se consolida la importancia de los jóvenes. Estamos pensando, por ejemplo, en el caso del mundo del cine. El cine es una de las actividades más consumidas por ciudadanos de todas las edades, pero especialmente por los más jóvenes. Los individuos comprendidos entre los 15 y los 30 años son realmente los grandes consumidores de cine. En los últimos cuatro o cinco años, se ha acrecentado todavía más esa diferencia a favor de los más jóvenes.
¿Cómo ha impactado la digitalización en el consumo de cine en España?
La digitalización en el mundo del cine ha provocado importantes cambios en los últimos años tanto en la esfera del consumo como en la esfera de la producción. Pero creo que, más que hablar de cine sin más, deberíamos hablar del mundo del audiovisual. Porque ya no solo se ven películas en la gran pantalla, sino que de manera creciente estamos viendo productos audiovisuales a través de otros canales, a través de otras ventanas, de los medios que nos ofrecen las nuevas tecnologías. Y ya no solo vemos películas de cine tradicionales, sino que estamos viendo cada vez más series, cada vez más productos hechos directamente para ser explotados por todos los canales audiovisuales. Y desde el punto de vista de la producción pasa lo mismo. Lo que antes eran dos mundos separados, el mundo de la televisión y el mundo de la gran pantalla, hoy son dos mundos convergentes. Hoy se hace una película pensando en todas las posibles ventanas de exhibición. Se comienza con la gran pantalla, pero la gran pantalla es el gran escaparate. A partir de ahí se pasa a la televisión de pago, a televisiones sindicadas, locales, a la venta de DVD, al consumo cada vez más importante en streaming o a la descarga de películas… Por tanto, es un mundo completamente diferente que, como decíamos, va más allá de ser solo cine para ser todo el mundo audiovisual.
¿Crees que ha favorecido el consumo de cine y, por tanto, su democratización a capas más amplias de la sociedad?
Sin duda, podemos decir que la llegada de las nuevas tecnologías y, en concreto, la digitalización, ha facilitado el acceso de todos los ciudadanos al mundo audiovisual y al mundo del cine. El cine nació con una ambición de ser interclasista, intergeneracional, de llegar a todos los individuos. Pero cuando nosotros ponemos medios fáciles, al alcance, baratos, que consumen poco tiempo y que son de fácil acceso, sencillamente estamos permitiendo que más gente disfrute de más productos y en distintas condiciones, mucho mejor adaptadas a sus necesidades personales o familiares.
¿Han variado los hábitos en el consumo de cine?
Los hábitos en el consumo de cine están variando casi de manera cotidiana. Hay un denominador común que se mantiene prácticamente desde que el cine es cine, a principios del siglo xx, que es el atractivo de la sala oscura y la capacidad de socialización. Pero las nuevas tecnologías, la digitalización, han abierto nuevas vías para hacer esto, para un consumo que uno podría pensar, teóricamente, que es menos socializante, porque tú consumes las películas de cine con tu propio ordenador, en tu propia casa y ya no con la mística de la gran pantalla. Eso es cierto, pero hoy el consumo de cine a través de plataformas digitales, de tabletas, de ordenadores, se convierte también en un mecanismo de socialización, porque cada vez más el consumo de cine va asociado a comunicarte a través de redes sociales. Lo que estamos cambiando es la vía de socialización; ya no es la sala oscura, ahora es la red la que permite socializar a los individuos, e incluso comentar en tiempo cómo se va desarrollando una película o generar foros de debate para productos como las series, que generan sus propios foros de debate donde los individuos participan.
¿El consumo de cine en la red (vía descarga y/o streaming) ha sustituido o complementado el tradicional consumo en sala?
Evidentemente, el consumo de cine en la red tiene un cierto efecto sustitutivo sobre el consumo de cine tradicional. Sobre todo, las personas que tienen mayores costes de transacción, que tienen un mayor coste de oportunidad (problemas familiares, problemas de desplazamiento, lejanía de las salas cinematográficas…), disponen de mayores facilidades para su consumo. Pero, de nuevo, no estamos hablando de una sustituibilidad del cine por otro producto, sino de un medio de ver audiovisuales por otro medio de ver audiovisuales. De hecho en los últimos años se puede apreciar incluso un cierto repunte de la asistencia a las salas. Las salas sufrieron una crisis muy importante a partir de mediados de la década del año 2000, asociada con la sobredotación de salas en centros comerciales. Eso retrajo un poco a los ciudadanos, pero están volviendo a las salas cinematográficas. Por lo tanto, son diferentes vías para ver el mismo producto audiovisual.
¿Crees que el consumo de cine en la red acarrea un cambio en los hábitos y prácticas de consumo, pasando de la esfera más social a la esfera más individual?
El consumo de cine a través de la red tiene, evidentemente, un componente individual. Prescinde en cierta medida de la vía tradicional de socialización, que era acudir a la sala de cine donde contemplabas una historia codo con codo con otras personas. Por lo tanto tenía un proceso de socialización claro, evidente, tradicional y que ha sido narrado desde múltiples campos: científicos, periodísticos, incluso desde la lógica común de los ciudadanos. Lo que hace el consumo a través de las nuevas ventanas digitales es modificar los canales de socialización. La socialización se hace a través de las redes sociales. Los foros sobre películas, las páginas web donde tú puedes votar, donde tú puedes convertirte en un crítico de cine, donde tus similares, tus coetáneos, otros aficionados al cine, pueden compartir experiencias, debatir contigo… Están ofreciendo otras vías diferentes de socialización, es una socialización distinta. Ofrece la posibilidad de estar viendo una serie, un producto audiovisual, al mismo tiempo que te mantienes en contacto a través de las redes con tus amigos o con tus conocidos. Por lo tanto yo creo que es una vía de socialización distinta, porque el mundo está cambiando y nos enfrentamos a un mundo diferente del tradicional.
¿Qué temas consideras que son relevantes para entender la dimensión económica de la cultura?
Para entender la dimensión económica de la cultura es muy importante comprender que la cultura es un mecanismo para satisfacer una necesidad básica de los seres humanos, que es la necesidad de comunicación. Por lo tanto lo primero que debemos comprender es el valor económico y no solo económico que tiene la cultura, para los ciudadanos en particular y para las sociedades en su conjunto. Una vez que nosotros apreciamos ese valor, el argumento fundamental es cómo proveer a los ciudadanos de productos culturales. ¿Qué parte de los productos culturales puede proveerse a través del mercado y qué parte necesita la participación del sector público, la provisión de bienes culturales a través de mecanismos estatales, locales, municipales…, en definitiva mecanismos públicos? Una vez que hemos comprendido esas dos vías, que no son opuestas sino complementarias, es muy importante conocer cuál es la eficiencia en la prestación de esos dos mecanismos de provisión de bienes públicos. El mercado genera por sí mismo la necesidad de ser eficiente, pero la provisión a través de instituciones y organismos públicos no está sujeta a la lógica del mercado. Por lo tanto, uno debe generar mecanismos de control de eficiencia; no sacrificando principios como el de la igualdad de acceso de los ciudadanos a la cultura, sino ofreciendo igualdad de la mejor manera posible, de la manera más eficiente posible.
¿Qué temas de investigación consideras que pueden ser de interés para futuros investigadores?
Los nuevos temas de investigación en el mundo de la cultura que pueden ser relevantes para nuevos investigadores o investigadoras tienen mucho que ver con el cambio que se está observando en nuestra sociedad con la aparición de las redes sociales. Hay que investigar en redes. Hay que investigar en la conexión entre la producción y el consumo, entre los propios creadores de valor cultural (desde los autores hasta los productores y los distribuidores) por un lado y, por otro lado, las redes que se establecen entre los propios ciudadanos que consumen producto cultural y cómo se pueden conectar con los proveedores de ese tipo de productos. En ese campo, todo lo que tiene que ver con la economía digital, con el big data, son caminos extremadamente prometedores para el mundo de la cultura. Exactamente del mismo modo, en una situación no solamente actual pero exacerbada por la crisis económica que hemos venido padeciendo, la eficiencia en el uso de los recursos públicos: no podemos gastar ni un euro sin saber cuál es su destino y que le estamos dando el mejor destino posible. Una vez hayamos decidido en qué invertir, hay que procurar hacerlo de la manera más eficiente posible. Por lo tanto el análisis de eficiencia es otro campo extremadamente valioso y con mucho futuro en el mundo de la cultura.