No cabe ninguna de que en España los jóvenes deben hacer frente a múltiples problemas, pero el cambio climático −o la crisis ecológica en general− suele figurar entre los más importantes (Eurobarómetro, 2022). Las escasas posibilidades de lograr el objetivo de 1,5 °C fijado en el 2015 por el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático exigen la adopción de medidas drásticas y urgentes. Los jóvenes de hoy deberán efectuar cambios sustanciales en su estilo de vida, tanto para reducir las emisiones de carbono como para adaptarse a un clima más cálido, posiblemente motivado por las generaciones anteriores. 

La problemática del cambio climático guarda una estrecha relación con la disparidad económica. (Chancel, 2022). En España, al igual que sucede en la mayoría de los países industrializados, el ciudadano medio presenta una huella de carbono que ronda las 5 toneladas anuales de dióxido de carbono equivalente (CO₂e), mientras que las huellas de los muy ricos rebasan sensiblemente esta cifra (Drews y Konc, 2023). Estas emisiones tan elevadas obedecen a distintos factores, como un estilo de vida hipermóvil, tener o utilizar una o varias casas de grandes dimensiones, diversos automóviles, embarcaciones, etc. Además, las emisiones tienden a ser ligeramente más altas (7%) entre los baby boomers que entre los adultos más jóvenes, lo que refleja, entre otras cuestiones, un aumento de la prosperidad económica a lo largo de la vida (Zheng et al., 2022; Drews y Konc, 2023). Asimismo, si bien los efectos del cambio climático ya son palpables en la actualidad, resulta evidente que quienes más los acusarán serán los jóvenes de hoy.   

Estos hechos plantean importantes cuestiones de equidad intergeneracional, pero el discurso público apenas se ha hecho eco de ellas. Se desconoce cuáles son las percepciones de los jóvenes con respecto a las desigualdades en materia de huellas de carbono y cómo pueden repercutir en sus actitudes a favor o en contra de una intervención política. 

Este artículo presenta diversas conclusiones clave de una encuesta en línea realizada a una muestra de 1.547 ciudadanos españoles de entre 16 y 32 años (media = 28,3 años). La encuesta se llevó a cabo en diciembre del 2022 y se fijaron unas cuotas para que fuera representativa de la población en términos de género y región geográfica. 

El primer paso de la investigación consistió en explorar cómo perciben los jóvenes las diferencias en materia de huellas de carbono personales en España. Antes de que contestaran a las preguntas, se les facilitó una breve explicación de cómo se miden las huellas de carbono, así como varios ejemplos ilustrativos (e. g.: conducir un automóvil mediano durante unos 10.000 km genera 1,5 toneladas de CO₂e). En torno al 56% de los encuestados consideran que las diferencias en materia de huellas de carbono de la población general de España son significativas o muy acusadas. Dado que la investigación se centraba en los jóvenes, también era importante medir cómo perciben las diferencias dentro de su propio grupo social. Los resultados de la encuesta señalan que estas diferencias son ligeramente inferiores. 

El siguiente paso fue explorar de qué modo los encuestados perciben las huellas de carbono en términos de cifras concretas. Se les informó de que, en España, la huella de carbono media ronda las 5 toneladas de CO₂e al año. A continuación, se les pidió que seleccionaran rangos de valores de huellas que representaran tres grupos; en concreto, el 10% inferior, el 10% superior y el 1% superior de los emisores. Los resultados indican, por ejemplo, que el 22% de los encuestados consideran que las huellas del 1% superior de los emisores rebasan las 50 toneladas de CO₂e al año.

Luego, se compararon las huellas de carbono percibidas con valores reales de huellas de consumo extraídos de fuentes de datos correspondientes a España y puestas a disposición pública (World Inequality Database, 2022). Estos datos indican que, por término medio, el 1% superior de los emisores de España generan en torno a 20 toneladas de CO₂e, y el 10% superior, 10 toneladas de CO₂e, mientras que el 10% inferior son responsables de 2 toneladas de CO₂e. Posteriormente, se emplearon estos datos para calcular el porcentaje de encuestados que habían percibido las huellas de carbono con precisión y el de aquellos que habían proporcionado una sobreestimación o una subestimación de las emisiones. Se considera que las huellas de carbono emitidas se han percibido con precisión cuando se sitúan dentro del +/- 50% del valor real. Por ejemplo, las percepciones correspondientes al 1% superior comprendidas entre 10 y 30 toneladas se clasificaron como precisas. La comparación entre las huellas percibidas y las reales muestra que alrededor del 20% de los jóvenes españoles tienden a subestimar las emisiones del 1% superior de los emisores, mientras que casi el 35% las sobreestiman. Por lo general, los encuestados tienen percepciones más precisas del porcentaje inferior de la distribución de las huellas, tendiendo a sobreestimar, más que subestimar, las emisiones de cada grupo: el 10% inferior, el 10% superior y el 1% superior. 

El siguiente paso consistió en explorar hasta qué punto los encuestados perciben diferencias en materia de huellas de carbono en cuatro grupos de la población: las personas mayores frente a las jóvenes, y las personas pobres frente a las ricas. En concreto, en la encuesta se preguntaba cuál era la huella media de estos grupos en comparación con la media de la población de España (5 toneladas de CO₂e). El 40% de los encuestados consideran que las personas mayores presentan huellas superiores a la media, mientras que casi el 30% piensan que son las personas jóvenes las que tienen huellas más elevadas. Los datos reales correspondientes a España indican que el porcentaje de las huellas de carbono de las personas mayores es ligeramente más elevado (7%) que el de los jóvenes (Drews y Konc, 2023). Las percepciones relativas a las diferencias según los ingresos fueron más inequívocas: casi el 80% de los encuestados consideran que las huellas de carbono correspondientes a las personas de ingresos elevados (> 100,000 euros netos al año) superan a la media española. Estas percepciones son correctas, dado que se ha determinado claramente que en muchos países, entre ellos España, cuanto más altos son los ingresos, más altas son las emisiones de carbono (Chancel, 2022).

Otra pregunta se refería a la capacidad de las personas y hogares para reducir su huella de carbono. Así, por ejemplo, a los hogares ricos les resulta más fácil cambiar de automóvil y adquirir uno menos contaminante. Los jóvenes son más flexibles a la hora de cambiar hábitos perjudiciales para el clima. La opinión más generalizada (45%) es que ambos grupos de edad disfrutan de las mismas posibilidades. En cambio, algo más de la mitad de los encuestados consideran que a los hogares de ingresos elevados les resulta más fácil reducir sus huellas de carbono.

Además de medir las percepciones con respecto a las desigualdades en materia de huellas de carbono, un segundo objetivo importante era evaluar si los jóvenes consideran que la política climática debería abordar tales desigualdades. En primer lugar, se formuló una pregunta general al respecto: el 20% de los encuestados piensan que el objetivo del Gobierno debería ser reducir las emisiones de carbono con independencia de las desigualdades entre las personas con respecto a las huellas de carbono, pero el 74% de los jóvenes están a favor de que estas desigualdades se aborden. En concreto, el 49% piensan que el Gobierno debería asegurarse de que todos los ciudadanos reducen su huella de carbono, pero debería hacer hincapié en que aquellos que dejan la huella más elevada sean los que más reduzcan sus emisiones. El 25% consideran que el Gobierno debería facilitar oportunidades para que todos los ciudadanos puedan reducir su huella de carbono. 

Por último, se preguntó a los encuestados hasta qué punto estaban a favor o en contra de varios instrumentos políticos susceptibles de reducir (en mayor o menor medida) tales desigualdades. Por término medio, el porcentaje de apoyo más elevado (79%) corresponde a gravar los activos que sean especialmente perjudiciales para el clima (por ej., las acciones en empresas de combustibles fósiles), que los autores del presente artículo han denominado «impuestos sobre los activos sucios». Otras políticas, como un impuesto general sobre el carbono, o un impuesto sobre el patrimonio, también recibieron un alto nivel de apoyo por parte de los jóvenes, mientras que solamente la aplicación de un impuesto sobre la aviación en vuelos frecuentes no obtuvo un apoyo mayoritario. La encuesta también analizó hasta qué punto la ideología política de los encuestados, medida en una escala de «de derechas - de izquierdas» influye en sus actitudes frente a las distintas políticas climáticas. Por ejemplo, el impuesto sobre los activos sucios recibe un 10% más de apoyo por parte de los participantes que se identifican como de izquierdas, pero la mayoría de los encuestados de derechas también defienden esta política. En cambio, en todo el espectro político no se observó ninguna diferencia clara en el apoyo al impuesto sobre la aviación. Con respecto a otras características sociodemográficas, como el género, los ingresos o la edad, (16-24 vs. 25-32 años), no se apreciaron diferencias significativas en las actitudes relativas a la adopción de políticas climáticas.

En este artículo se exploran las percepciones de los jóvenes con respecto a las diferencias en materia de huellas de carbono en España y hasta qué punto están a favor o en contra de intervenciones políticas. Los resultados indican que la mayoría de los jóvenes perciben que las diferencias en materia de huellas de carbono son significativas (33%) o muy acusadas (24%). 

Al comparar sus percepciones con estimaciones numéricas concretas de huellas de carbono extraídas de fuentes académicas, se aprecia que solamente una minoría de los encuestados tienen percepciones bastante precisas, y que en la mayoría de los casos tienden a sobreestimar, en lugar de subestimar, las huellas de quienes más contaminan; es decir, las personas pertenecientes al 10% superior o al 1% superior. En comparación con datos académicos reales, los resultados también indican claramente que es mucho más probable que los jóvenes perciban que las diferencias en huellas de carbono guardan relación con diferencias en los ingresos y en la edad. Así, por ejemplo, el 70% de los encuestados consideran que las personas de ingresos elevados tienen huellas de carbono superiores a la huella del ciudadano medio. Por consiguiente, parece razonable que la mayoría de los jóvenes defiendan que a la hora de planificar la transición a una economía baja en carbono se tengan en cuenta las desigualdades en materia de huellas de carbono. Además, muchos de ellos están a favor de que se apliquen impuestos sobre el patrimonio y se adopten otras medidas climáticas susceptibles de reducir tales desigualdades. 

Por último, es importante matizar que estos resultados deben interpretarse con cierta cautela, dado que en torno al 62% de los encuestados se autodeclararon de izquierdas, siendo este porcentaje ligeramente superior al indicado por otras encuestas realizadas a este grupo de edad. Cabe la posibilidad de que ello incremente en varios puntos porcentuales las percepciones de las desigualdades y las actitudes frente a las políticas climáticas. No obstante, los resultados demuestran que incluso cuando los encuestados se identifican como de derechas, la mayoría apoyan políticas tales como un impuesto sobre los activos sucios o un impuesto general sobre el patrimonio. En cualquier caso, los resultados sugieren que en las investigaciones futuras y en el debate público sobre políticas climáticas deberían tenerse en cuenta las desigualdades en materia de huellas de carbono.