Reseña
Entender la inmigración para convivir en el futuro
La inmigración es un fenómeno extremadamente relevante en el contexto actual de globalización y lo va a seguir siendo en el futuro. El crecimiento de la población en los países en vías de desarrollo, la desigualdad económica mundial, los conflictos bélicos y la crisis climática son algunos de los fenómenos económicos y sociales que nos inducen a pensar de esta manera. Al mismo tiempo, algunas de dichas realidades están transformando la naturaleza misma de la inmigración. Debemos tener en cuenta también que en la actualidad la inmigración no es solo económica, sino que muchas personas emigran buscando sobre todo sociedades más seguras.
Es indudable que la inmigración tiene ramificaciones poliédricas. Tiene importantes efectos en la evolución demográfica de los países receptores, en el mercado de trabajo y en la viabilidad económica y política de los estados de bienestar. Además, provoca cambios políticos y culturales en las sociedades receptoras (en los valores, la integración cultural de la diversidad, un posible auge de partidos xenófobos, la indefinición de los derechos de ciudadanía, etcétera). Todos estos fenómenos no son nuevos, pero sí que adquieren una nueva dimensión en el actual contexto de globalización. Buscar soluciones inteligentes, innovadoras y colaborativas a este fenómeno se convierte en una tarea imprescindible y, en cierta manera, urgente. Dos libros nos pueden iluminar en esta búsqueda.
El primero, editado este mismo año por Maciej Duszczyk, Marta Pachocka y Dominika Pszczółkowska, lleva por título Relations between immigration and integration policies in Europe. Challenges, opportunities and perspectives in selected EU member States. Escrito desde una perspectiva paneuropea, examina la toma de decisiones en las políticas de inmigración e integración a lo largo de varias décadas. No abarca todos los países de la Unión Europea, sino que realiza un análisis comparado de seis de ellos (Alemania, Países Bajos, Dinamarca, España, Polonia y República Checa) y uno de fuera del contexto europeo (Australia). Quizá uno de sus mayores atractivos es la inclusión de los países de Europa central y del este, países que tradicionalmente han quedado excluidos en otros estudios sobre el tema.
En cuanto a España, la obra destaca que los debates sobre migración, ciudadanía y comunidad nacional están todavía abiertos. La gobernanza multinivel de las políticas de migración, que está en manos del Gobierno español en cuanto a la admisión, y a cargo de las administraciones autonómicas cuando se trata de integración, se visualiza en dos ámbitos que funcionan a menudo de manera independiente y sin estructuras que garanticen la cooperación y la coordinación. Es en este punto en el que surgen la mayoría de las tensiones. El caso concreto del empadronamiento (que da derecho a la educación y a la cobertura sanitaria, sea cual sea el estatus legal) es solo un ejemplo de las diferencias entre dos narrativas políticas que se podrían coordinar mejor.
La idea clave del libro es que las políticas de inmigración y de integración están estrechamente interconectadas, y que las primeras no deberían tener prioridad frente a las segundas. Las políticas de integración pueden ser determinantes y, en ocasiones, prioritarias para los buenos resultados de la inmigración. Según los autores, en el pasado se desconectaron las políticas de integración y de inmigración, y esto explicaría algunos de los problemas que vivimos en la actualidad. La experiencia española, que se basa en una importante colaboración entre las organizaciones no gubernamentales y los gobiernos locales, nos puede ayudar a encontrar algunas respuestas institucionales eficaces.
Una de las conclusiones que podemos extraer del libro es que la Unión Europea se está alejando de los argumentos racionales y económicos para abrazar argumentos más políticos. A partir de los crecientes sentimientos críticos con la inmigración, así como la criminalización de los conflictos relacionados con ella, continuamente alimentados por los partidos de extrema derecha en todo el continente europeo, la Unión Europea se ve obligada a reformular las políticas de inmigración.
La segunda obra es de Stephen Smith y lleva por título La huida hacia Europa: la joven África en marcha hacia el Viejo Continente. Publicada en España por la editorial Arpa en 2019 y escrita con un estilo ensayístico, pone el foco en un análisis comúnmente olvidado por los economistas y politólogos: el de la geografía humana.
El objetivo del libro es ponernos ante un espejo: frente a la decadencia demográfica de las sociedades europeas emerge con fuerza el fenómeno del crecimiento demográfico de los países africanos, una población joven que aumenta continuamente y que en el futuro puede tensionar aun más los flujos migratorios hacia el Viejo Continente. Y para ello aporta datos realmente extraordinarios por su dimensión. Pongamos algunos ejemplos.
Según las cifras que maneja el autor, la población al sur del Sáhara casi se ha cuadruplicado, pasando de 230 millones en 1960 a 1.000 millones en 2015. Otro dato: en la actualidad, 510 millones de europeos viven en la Unión Europea (incluyendo al Reino Unido), mientras que África cuenta con 1.300 millones de habitantes. En 35 años, esta relación será del orden de 450 millones de europeos y de 2.500 millones de africanos, aproximadamente; es decir, la población africana será cinco veces mayor que la europea.
En este siglo, África constituirá una excepción demográfica. El territorio subsahariano será la única zona del mundo en la que la población seguirá creciendo entre un 2,5 y un 3% hasta 2050. El resultado: en 2100, de una población mundial de poco más de 11.000 millones de habitantes, el 40% serán africanos, si bien es cierto que quizá debamos tomar con muchas reservas las previsiones a tan largo plazo. Además, el crecimiento económico africano en los últimos años ha permitido emerger una cierta clase media «en un océano de pobreza». Este es otro vector que impulsa y contribuye al aumento de la emigración, ya que los que emigran son los que han acumulado una cierta renta.
En su obra, Stephen Smith despliega críticas hacia casi todo el mundo. Escribe que «durante largo tiempo han prevalecido tres tipos de actitudes [hacia la inmigración africana]: la inatención, la negación y la torpeza». El incremento de la desigualdad, los efectos perversos de la ayuda al desarrollo y el estrés ecológico son factores que no hacen más que agravar esta situación. El diagnóstico es correcto, pero creemos que la mayor debilidad del libro es la falta de propuestas de políticas públicas que puedan ser aplicadas, de manera consensuada y coordinada, por los países europeos.
En resumen, se trata de dos obras muy diferentes entre sí, pero, precisamente por sus enfoques distintos, resultan complementarias para el lector. La primera es más técnica y académica en su contenido y, consecuencia de ello, nos aporta algunos diseños institucionales para afrontar el reto de la inmigración. El análisis comparado siempre es una buena herramienta para extraer, a partir de las experiencias históricas en diversos países, las lecciones necesarias que inspiren mejores políticas públicas en el futuro. En cambio, el libro de Stephen Smith, escrito con un enfoque más periodístico, se aproxima a un manifiesto visceral que nos hace poner la mirada en una realidad: los desequilibrios demográficos a nivel mundial. Aunque no debemos vivir tal realidad como problema, sí que es un hecho que hay que tomar muy en serio. El reto es encontrar mecanismos colaborativos de regulación de la inmigración que contribuyan a reequilibrar los flujos migratorios para, en definitiva, construir un mundo mejor y más justo.