No obstante, a pesar de las semejanzas señaladas, los objetivos de ambos libros difieren, fundamentalmente por el hecho de analizar realidades históricas muy dispares que han conducido a sistemas de vivienda claramente distintos y divergentes en su eficacia. De un lado, la trayectoria que han seguido los Estados Unidos de América, fundamentalmente liberal, y del otro la de muchos países europeos, de corte socialdemócrata. In Defense of Housing recoge una crítica a las capacidades del sistema capitalista para hacer frente a la escasez o la falta de vivienda. Conduce al lector a través de un razonamiento de desconfianza en las capacidades del propio sistema para establecer mecanismos que garanticen la provisión de vivienda para todos. Por el contrario, Social Housing in Europe analiza, comparativamente y en detalle, los diferentes modelos de intervención, identificando cómo se ha resuelto la provisión de vivienda social en algunos países europeos y qué factores han influido en la resiliencia de los diferentes sistemas después de la crisis.
En el libro de Madden y Marcuse se cuestionan las posibilidades reales del sistema capitalista, hoy en extremo globalizado y neoliberal, de preservar y garantizar el derecho a la vivienda. Subrayan la creciente mercantilización de la vivienda, que obvia su función como hogar. Esta preocupación les lleva a defender la vivienda como un bien complejo con múltiples significados para las personas y las familias, más allá de representar un bien transaccional en el mercado.
Los capítulos forman parte del relato pero, a la vez, tienen sentido aislados y cada uno de ellos permite posicionar a los autores. En primer lugar se muestran en contra de la mercantilización de la vivienda. A continuación, señalan los efectos adversos sobre las personas de las condiciones de infravivienda. Seguidamente, los autores asocian la lucha por la vivienda a los conflictos de poder, recursos, autonomía y agencia, evidenciando a su vez múltiples efectos negativos a escala urbana que esta lucha conlleva como, por ejemplo, la gentrificación o la segregación. También critican la conceptualización de la política de vivienda como un artefacto ideológico dominado, en su opinión, por la necesidad de preservar el mercado. El último capítulo del libro retrata el caso de los movimientos y activismos a favor del derecho a la vivienda en Nueva York.
La conclusión de Madden y Marcuse es probablemente uno de los capítulos más sustanciosos del libro, mostrándose a favor del derecho radical a la vivienda. Los autores argumentan su defensa de la vivienda como bien no de mercado, retomando el alcance global de tal convicción así como las diferentes escalas en las que participa la vivienda, a saber, el barrio y la comunidad. Los autores se reafirman en la necesaria combinación de actores partícipes del sistema de vivienda (desde la política pública al activismo) para un diseño justo y democrático del derecho a la vivienda.
En cuanto a Social Housing in Europe, de forma muy útil para lectores ávidos de indicadores y estadísticas, se provee de tablas comparativas sobre vivienda social en 12 países europeos, incluyendo España. Se ofrece información relevante sobre dimensión, tenencia, esquemas de determinación de alquileres y requisitos de acceso de cada sistema de vivienda social de estos países. La primera parte del libro utiliza la dimensión del sector de vivienda social como estructura: sector grande (Holanda, Escocia, Austria), sector mediano (Dinamarca, Suecia, Inglaterra y Francia) y sector pequeño (Irlanda, Chequia, Alemania, Hungría, España y los países post-socialistas). Expertos nacionales en vivienda analizan aspectos como la trayectoria del sistema de vivienda y los cambios recientes, los mecanismos de asignación y provisión, la financiación y la prospectiva de futuro. Al final de cada uno de ellos ofrecen un denominador común (la Country Box).