La aprobación del estado de alarma el 14 de marzo del 2020, a raíz de las medidas adoptadas para hacer frente a la pandemia por la covid-19, tuvo un efecto directo sobre la actividad laboral en España. Entre el primer y el segundo trimestre del 2020 la ocupación cayó en algo más de un millón de personas. Entre la población ocupada se incluía a todas las personas afectadas por un expediente de regulación de empleo, siempre y cuando existiera la garantía de reincorporación al puesto de trabajo una vez finalizado el período de suspensión. Sin embargo, el desplome de los ocupados se produjo fundamentalmente a costa del incremento de la población económicamente inactiva, y no tanto de los parados (es decir, de los desempleados). Por ello, en ese mismo período, la tasa de paro experimentó un aumento mucho más suave del esperado. Esta anomalía se explica por un incremento brusco de personas que, estando en situación de desempleo y disponibles para trabajar -dos criterios necesarios para formar parte del colectivo de parados, según la OIT-, dejaron de buscar activamente empleo -el tercer criterio obligatorio para esta consideración-. Al incumplir una de las tres condiciones para formar parte del colectivo de parados, muchos desempleados pasaron a ser clasificados como inactivos durante la crisis de la covid-19.

Como en crisis económicas anteriores, la destrucción de empleo durante la crisis por la pandemia de la covid-19 no afecta a todos los colectivos por igual. Los nacidos en el extranjero constituyen uno de los grupos más expuestos al desempleo tanto en España como en otros países de la OCDE. Los datos muestran cómo el riesgo de experimentar paro en nuestro país ha sido siempre mayor para los inmigrantes que para los autóctonos, pero las diferencias se agrandan en épocas en las que la ocupación se desploma. Al igual que ocurrió al inicio de la Gran Recesión del 2008, la irrupción de la covid-19 ha supuesto un incremento generalizado de la probabilidad de estar en paro, pero esta probabilidad ha crecido más entre los nacidos en el extranjero. Si en el último trimestre del 2019 la brecha entre ambos colectivos era de 6,7 puntos porcentuales, en el último trimestre del 2020 había pasado a ser de 10 puntos.

Los datos permiten identificar distintos escenarios distinguiendo por sexo. Entre los hombres, la brecha aumentó en el 2020 hasta los 8 puntos porcentuales, pero la desigualdad no alcanzó el nivel más alto vivido durante la Gran Recesión (13,8 puntos los años 2011 y 2012). Entre las mujeres, sin embargo, en el mismo año, la desigualdad se amplió hasta los 10,7 puntos porcentuales, ligeramente por encima del nivel alcanzado en el 2011 (10,3 puntos). Hay que destacar que en los años de la recuperación económica la desigualdad se reduce muy lentamente, de tal forma que en el año previo a la pandemia la brecha entre inmigrantes y autóctonos distaba mucho todavía de ser tan baja como en el 2007, especialmente entre las mujeres.

Aunque la crisis de la covid-19 ha hecho aumentar la desigualdad entre inmigrantes y autóctonos en términos de desempleo, desde el inicio de la pandemia el impacto no ha sido tan grande como el experimentado durante los peores años de la Gran Recesión. En concreto, el aumento de la brecha entre hombres inmigrantes y autóctonos se produjo principalmente en los años 2008 y 2009, con un incremento de más del 80% con respecto al año anterior. En el 2020, la desigualdad dentro del colectivo masculino creció un 42,4%. En el caso de las mujeres, el aumento de la desigualdad en el 2020 tampoco es tan grande como en el momento más crítico de la Gran Recesión (48,8% en el 2009), pero se aproxima mucho (41,5%) y supera al resto de años de la crisis del 2008 en los que la brecha también creció.

Tras dos décadas de flujos migratorios, la población inmigrante que reside actualmente en España está más asentada que la que afrontó la Gran Recesión del 2008. Según la literatura especializada, con el paso de los años y la llegada de nuevas generaciones, los inmigrantes adquieren recursos específicos del país de destino (capital humano, redes sociales, mejor conocimiento del mercado de trabajo, etc.), permitiéndoles converger laboralmente con la población autóctona.

A pesar de lo anterior, las diferencias entre la desigualdad bruta experimentada en el 2020 y la experimentada en el 2008 se explica solo parcialmente por la variación en el tiempo de residencia de la población inmigrante en España. Una vez controlados la edad, el nivel educativo y la presencia de hijos en el hogar, la brecha entre nacidos en el extranjero y autóctonos se reduce -especialmente durante la crisis del 2008- al tener en cuenta los años potenciales en el mercado laboral español, indicador que se utiliza como una aproximación a los años de residencia. Sin embargo, este factor es insuficiente para explicar por qué entre los hombres durante la crisis de la covid-19 la desigualdad bruta es menor que durante la Gran Recesión y, en cambio, es muy similar en el caso de las mujeres.

Existen otros factores específicos de la población inmigrante que conectan con el grado de asentamiento en nuestro país de este colectivo. Para estudiar su efecto sobre la integración laboral, se requiere analizar la desigualdad entre los propios inmigrantes. Al tener en cuenta la edad a la que se emigró, los años de residencia en España, su nacionalidad y el país de nacimiento de la pareja, la brecha en términos de desempleo entre los inmigrantes procedentes de la UE-15 (colectivo con unos resultados laborales muy próximos a los de los autóctonos) y los denominados inmigrantes económicos (procedentes de países con unos niveles de renta sensiblemente más bajos que los del país receptor) experimenta reducciones en todo el período.

Pese a ello, la desigualdad entre ambos colectivos continúa difiriendo al comparar el año 2020 con el período de la Gran Recesión. Es decir, los anteriores factores tampoco son suficientes para explicar por qué la desigualdad bruta durante la crisis de la covid-19 es menor a la experimentada durante la crisis del 2008.

Los datos del estudio sobre los que se basa este artículo apuntan a que el tipo de empleo tiene una influencia decisiva en la probabilidad de transitar al paro. Una vez controlados el nivel de ocupación, el sector de actividad y el tipo de contrato, se aprecia que las diferencias iniciales entre inmigrantes y autóctonos se reducen considerablemente a lo largo de todo el período analizado. Dentro del colectivo masculino, las características del empleo continúan sin ser suficientes para explicar la menor desigualdad en el 2020 con respecto a los años de la Gran Recesión. Sin embargo, entre las mujeres, la posición que ocupan en el mercado laboral resuelve prácticamente todas las diferencias absolutas halladas. 

Tras dos décadas de inmigración en España se constata que, en igualdad de condiciones, la población procedente del extranjero sigue estando sobrerrepresentada en el segmento secundario del mercado laboral, es decir, aquel que agrupa los trabajos más precarios, de peor cualificación y con expectativas laborales más bajas. La mayor presencia de trabajadores inmigrantes en sectores menos regulados y en ocupaciones en las que la temporalidad es más frecuente habrá impedido que muchos de ellos hayan podido acogerse a un expediente de regulación temporal de empleo durante la crisis provocada por la covid-19.

Tras dos décadas de consolidación en España, la población inmigrante continúa estando más expuesta al desempleo, especialmente en épocas en las que la ocupación se desploma. Los resultados indican que la crisis de la covid-19 ha tenido un impacto negativo sobre la igualdad, aunque por el momento no tan grande como durante los peores años de Gran Recesión, especialmente entre los hombres. El asentamiento de la población inmigrante en España viene acompañado por una protección laboral más limitada de la esperada. La vulnerabilidad de la población nacida en el extranjero sigue estando estrechamente asociada a su mayor presencia en las ocupaciones más precarias, de menor cualificación y en sectores muy sensibles al ciclo económico. Aunque distintos estudios en este ámbito apuntan a que la llegada de la segunda generación de inmigrantes puede romper esta dinámica, este colectivo continúa siendo minoritario en el conjunto de la población laboralmente activa procedente del extranjero. 

La comparación entre la Gran Recesión y la actual crisis provocada por la pandemia se ha llevado a cabo con los datos disponibles de la EPA hasta el cuarto trimestre del 2020 incluido, momento en que concluyó la investigación sobre la que se basa este artículo. Para conocer el impacto total de la crisis de la covid-19 en relación con la del 2008 será necesario esperar a que la pandemia finalice y la fase del ciclo económico sea positiva.

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