Los desajustes entre las horas que una persona trabaja y las que desearía trabajar tienen importantes conse-cuencias en el ámbito personal, familiar y organizativo. Por un lado, quienes trabajan menos horas de las deseadas son propensos a sufrir depresión y baja autoestima (Dooley et al., 2000). Por otro lado, la sobrecarga de horas aumenta el riesgo de ira y resentimiento, y los conflictos entre trabajo y familia (Jacobs y Gerson, 2004). Además, la insatisfacción con el tiempo de trabajo también tiene consecuencias para las organizaciones, ya que a menudo desencadena conductas laborales que perjudican la productividad: absentismo, uso indebido de las bajas por enfermedad y otras formas de evasión (Clark, 2001). 

Trabajar menos horas de las deseadas es particularmente problemático entre los jóvenes, ya que los desajustes pueden tener consecuencias negativas para su futuro laboral y personal al reducir la acumulación de capital humano, proporcionar salarios insuficientes, retrasar la edad de emancipación y provocar la postergación, e incluso renuncia, de la maternidad (Chinchilla et al., 2017). ¿Cómo ha evolucionado la insatisfacción con el tiempo de trabajo entre los jóvenes a lo largo del tiempo? ¿Qué implicaciones ha tenido la crisis del 2008? ¿Quién son los más afectados por estos desajustes? Responder a estas preguntas es crucial para el desarrollo de políticas que fomenten la igualdad de oportunidades entre jóvenes, así como el bienestar organizativo y social.

El gráfico 1 muestra el porcentaje de jóvenes que desean trabajar más o menos horas de las que trabajan desde el año 2000 hasta 2018. Una mirada rápida sirve para constatar que el déficit de horas de trabajo continúa siendo el principal problema en España. Entre el 2000 y el 2007, el porcentaje de jóvenes que deseaba trabajar más horas decreció hasta alcanzar un valor mínimo del 10%. A partir de ahí, y coincidiendo con el estallido de la crisis global, comenzó a aumentar de nuevo y en el año 2018 afectaba a casi 1 de cada 4 jóvenes en 2018 (24%). En el mismo año, sólo 1 de cada 10 trabajadores mayores de 32 años deseaba trabajar más horas (9,8%). 

Por otro lado, el exceso de horas pasa de ser un problema prácticamente inexistente en el año 2000, a afectar a un 7% de la población joven en 2006. Con la recesión económica la cifra se ha estabilizado en torno al 3%, pero hay indicios de que la cultura del exceso de trabajo está emergiendo en los primeros años de experiencia laboral. 

Trabajar 2 horas semanales más o menos de las deseadas no tiene las mismas consecuencias económicas y personales que trabajar 10, o 20. Por ello, entender la magnitud el problema requiere conocer no sólo el número de jóvenes afectados, sino el tamaño de la brecha entre horas trabajadas y deseadas. Como refleja el gráfico 2, el déficit de horas trabajadas pasó de 13,3 en el año 2000, a casi 18 en 2018.

También ha variado la brecha entre los que desearían reducir su jornada, aunque de forma menos lineal. Llama la atención el fuerte incremento entre 2004 y 2007, pasando de 8,6 a 14,2 horas en tan sólo 3 años. Posteriormente, durante los años de crisis, la brecha disminuyó ligeramente hasta alcanzar las 12,2 horas en 2018.

La precariedad laboral es la principal causa del déficit de horas trabajadas. Esto es lo que muestra el gráfico 3, que presenta el porcentaje de personas que desean trabajar más horas según el tipo de empleo.  El 57% entre los jóvenes empleados a tiempo parcial y el 25% entre los que tienen un contrato temporal querría trabajar más horas, dejando constancia de que la jornada a tiempo parcial es, en muchos casos, involuntaria. Además, la probabilidad de querer un incremento de horas es mayor en las ocupaciones mayoritariamente femeninas (23,8%) que en las mayoritariamente masculinas (12,6%), y en las de bajo estatus (servicios, administrativas y manuales).

Por ejemplo, vendedoras, limpiadoras (domésticas, de hotel y de oficina,) cuidadoras y profesionales asociadas con la salud (asistentes dentales, recepcionistas de centros médicos, etc.) son algunas de las ocupaciones más afectadas. Estos datos son el resultado de análisis estadísticos más sofisticados que también incluyen variables relacionadas con las características de la persona y que mostramos en el gráfico 4.

En lo que se refiere a las características de las personas, el gráfico 4 muestra que el 24% de los jóvenes pro-venientes de países de fuera de la UE desean trabajar más horas, frente al 18% de españoles y el 7% de los que llegan de UE-15. También las mujeres son más propensas a sufrir un déficit de horas que sus homólogos masculinos, tanto si tienen hijos como si no. Por último, el problema se acentúa a partir de los 27 años, una vez que los jóvenes han abandonado el sistema educativo.

El número de personas que desean reducir su jornada es comparativamente más bajo, pero su incremento se ha dejado notar desde el año 2000. Los jóvenes empleados en ocupaciones directivas y profesionales (médicos, desarrolladores, analistas de datos, analistas financieros y gerentes de hostelería y comercio, entre otros) son los principales afectados por la cultura de las jornadas largas de trabajo y querrían una reducción del 35% de su jornada, frente a la reducción del 19% que desearía el personal administrativo.

Además de la situación de los jóvenes en ocupaciones de alto estatus (profesionales y directivas), trabajar demasiadas horas es también un problema frecuente entre las mujeres con hijos, dejando entrever la falta de flexibilidad y una cultura de empresa muy poco sensible con la maternidad.

Trabajar más o menos horas de las deseadas tiene importantes consecuencias para la vida laboral, personal y familiar de los jóvenes. El estallido de la crisis económica no sólo intensificó el problema, sino que disparó la brecha entre hombres y mujeres, y entre jóvenes de diferentes estratos sociales y provenientes de otros países. Tener en cuenta estas características es de crucial importancia a la hora de diseñar las políticas que fomenten la igualdad de oportunidades entre jóvenes, particularmente a las puertas de la crisis económica que se derivará de la actual emergencia sanitaria provocada por el covid-19.

CHINCHILLA, N., E. JIMÉNEZ y M. GRAU (2017): «Maternidad y trayectoria profesional en Es-paña: análisis de las barreras e impulsores para la maternidad de las mujeres españolas», IE-SE. 

CLARK, A.E. (2001): «What really matters in a job? Hedonic measurement using quit data», Labor Economics, 8. 

DOOLEY, D., J. PRAUSE y K.A. HAM-ROWBOTTOM (2000): «Underemployment and depres-sion: longitudinal relationships», Journal of Health and Social Behavior, 41.

JACOBS, J.A., y K. GERSON (2004): The time divide: work, family, and gender inequality, Cam-bridge, MA: Harvard University Press.