De las distintas dimensiones que conforman el mapa de necesidades sociales, probablemente aquella donde se han registrado los cambios más relevantes en el caso de las personas mayores es la relacionada con el bienestar económico y material. Los datos que cubren la última década y media revelan una inversión del retrato tradicional en el que las personas mayores tenían un mayor riesgo de pobreza que el resto de la población. Este mayor riesgo, todavía presente al comienzo de la crisis, fue reduciéndose hasta pasar al signo contrario y con una brecha mayor (a favor) en el momento actual. La razón de ese cambio tan drástico en el riesgo diferencial de pobreza hay que atribuirla a la estabilidad de las rentas del colectivo, muy dependiente del sistema de pensiones públicas, frente a la pronunciada caída de las del resto de la población, debida al alto desempleo en los momentos más álgidos de la crisis y a la reducción general de la actividad económica.
La forma tradicional de medición de la pobreza, con criterios relativos -fijando el umbral como un porcentaje de la renta media de la población- ha contribuido también a una mayor visualización de la disminución de la pobreza en las personas mayores. Sus rentas, de hecho, han crecido casi al mismo nivel que los precios, dada la ausencia de grandes cambios en el sistema de actualización de las pensiones. Sin embargo, cabe destacar un aumento continuado de la pensión media, como consecuencia de la progresiva entrada en el sistema de trabajadores con historiales laborales más completos y con la pensión máxima, compatible con la presencia de pensiones muy bajas. En el período más reciente, sin embargo, esa misma estabilidad de las rentas ha hecho que aumentara el riesgo relativo de pobreza de las personas mayores, dada una evolución mucho más pausada que la de las rentas del resto de la población, que fueron aumentando a medida que se recuperaba el crecimiento económico y el empleo.
En una línea muy similar, tampoco hay grandes variaciones en uno de los grandes rasgos de la vulnerabilidad de los hogares españoles, como son las dificultades declaradas para llegar a fin de mes. En el caso de las personas mayores, a diferencia de la media de la sociedad, este problema no registró grandes cambios durante la crisis y se ha reducido notablemente con la recuperación, aunque no a un ritmo tan acelerado como en el resto de población.
A los menores riesgos de pobreza y de dificultades económicas generales se une también una menor incidencia de las formas más severas de la primera, como son las relacionadas con la pobreza consistente o simultaneidad en un mismo hogar de los problemas de pobreza monetaria y privación material. En la fase de mayor deterioro de la economía (2013), el porcentaje de personas mayores afectadas por tal realidad (3,9%) llegó a ser una tercera parte del correspondiente al total de población (9,7%). No obstante, el aumento de la pobreza monetaria en las personas mayores en la etapa más reciente por las razones señaladas y la mejora del resto de grupos ha hecho que el diferencial vuelva a reducirse, introduciendo dudas sobre la capacidad real del sistema de aseguramiento de rentas en la vejez para dar cobertura a este tipo de riesgo.
Más positivos son los resultados en términos de la cronicidad de la pobreza, que es uno de los indicadores que reflejan con mayor severidad la falta de cobertura de las necesidades sociales ligadas a la suficiencia de los ingresos del hogar. A diferencia de la sociedad española, el riesgo de pobreza crónica entre las personas mayores es hoy inferior al que había a mediados de la década pasada, aunque se advierte, de nuevo, un cierto repunte en la etapa de recuperación económica, vinculado a las citadas dificultades para que las rentas de este grupo demográfico puedan seguir un ritmo similar a las del resto de los perceptores de ingresos en las etapas expansivas.
EL BIENESTAR ECONÓMICO Y MATERIAL DE LAS PERSONAS MAYORES EN LA «ESPAÑA VACIADA»
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Uno de los estereotipos más habituales en la interpretación de las necesidades sociales de las personas mayores es que las que viven en el ámbito rural ven compensada la mayor incidencia de la pobreza monetaria respecto a las personas mayores que viven en las zonas urbanas con el disfrute de mejores condiciones de vida. Los datos de privación material desdicen, sin embargo, tal valoración, al mostrar que los problemas de privación material de este colectivo son también mayores en el ámbito rural que en las zonas muy pobladas e intermedias, si bien las diferencias son menores que cuando el indicador de bienestar se ciñe al nivel relativo de ingresos.
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