
Evolución de los trabajadores pobres en España
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1Los trabajadores con salarios más bajos son los que han experimentado un mayor descenso de sus ingresos. Entre 2010 y 2014, el salario mediano disminuyó un 5,2%, mientras que el salario del 25% de trabajadores con salarios más bajos lo hizo un 7,5%.
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2La ligera recuperación salarial de 2016-2018 no ha compensado las pérdidas anteriores. En especial, el 25% de trabajadores con salarios más bajos se sitúan 6,2 puntos porcentuales por debajo del nivel salarial que tenían hace una década.
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3La «pobreza laboral» concierne en mayor medida a jóvenes, personas con bajos niveles de cualificación y mujeres, que son, también, los trabajadores más perjudicados por la inestabilidad laboral (temporalidad y parcialidad).

Se observa que el salario de las mujeres se sitúa en torno al 80-85% del salario de los hombres en todos los niveles salariales y momentos, lo que refleja la brecha salarial por género. Más del 15% de trabajadoras son pobres en 2018, frente al 10% de trabajadores pobres masculinos.
La proporción de trabajadores pobres menores de 30 años es 10% mayor que en el caso de trabajadores adultos (30-59 años). Entre los 35 y los 59 años existe una gran estabilidad a lo largo de los años, situándose siempre alrededor del 10% el porcentaje de trabajadores pobres y máximas cercanas al 15%, muy lejos del 28% al que llegaron en 2014 los trabajadores entre 25 y 29 años.
Introducción
Si hace unos años se suponía que la ocupación era una forma de evitar la pobreza y la exclusión social, actualmente el empleo de bajos salarios pone de manifiesto que tener trabajo puede no ser suficiente para llegar a fin de mes. De ahí que hayan surgido términos como «pobreza laboral», traduciendo el término inglés working poor, para hacer evidente la existencia de personas que, teniendo trabajo, son pobres, puesto que su salario no les permite alcanzar un nivel de ingresos suficiente.
Sin embargo, no es fácil definir la pobreza laboral (Gutiérrez y García Espejo, 2010; Tejero, 2017) porque se unen dos conceptos: ocupación y pobreza, que pueden ser medidos de diferentes maneras y que, además, se refieren simultáneamente a una situación individual (tener empleo o no) y a otra que habitualmente está referida al hogar (ser pobre, teniendo en cuenta todas las rentas del hogar). De acuerdo con Eurostat, para que una persona sea considerada activa y ocupada, debe haber estado trabajando al menos 7 meses durante 15 horas a la semana. Por otra parte, para que un hogar sea considerado pobre, los ingresos deben ser inferiores al 60% del ingreso mediano equivalente. El porcentaje de personas que tienen empleo e ingresos por debajo de ese umbral supera el 10% de los trabajadores en España. Concretamente, en 2018, se sitúa en un 13%, es decir, 3,4 puntos porcentuales más que la media comunitaria según la Encuesta Europea de Ingresos y Condiciones de Vida (SILC).
1. Evolución del ingreso salarial anual
En este proyecto se ha seleccionado a todas las personas que han tenido algún tipo de ingreso derivado del trabajo por cuenta ajena durante los años 2007 a 2018, utilizando los datos de la Muestra Continua de Vidas Laborales (MCVL), que parte de su relación con la Seguridad Social en cada año (empleo, desempleo, pensiones). Para la población indicada, se ha calculado el ingreso salarial anual durante el período 2007 a 2018 (gráfico 1) eliminando el efecto de la subida de los precios para disponer de una medida de ingresos con una capacidad de compra estable (salario en términos reales).
Para llevar a cabo este análisis se calculan la mediana y los cuartiles. La mediana es el valor que deja la mitad de los datos a cada lado. De la misma manera, los cuartiles dividen a nuestra población en cuatro partes iguales. El primer cuartil marca el límite en el que se sitúan la cuarta parte de los trabajadores con menores ingresos. Y el tercer cuartil marca la cantidad a partir de la cual se sitúan el 25% de los trabajadores con mayores ingresos.
Dado que el valor de la mediana en 2007 es de 18.919 euros, la mitad de los trabajadores ha tenido un ingreso anual inferior a dicha cantidad, y la otra mitad lo ha obtenido mayor (gráfico 1). Podemos observar que la mediana llega a un máximo de 20.216 euros brutos en 2009, registrándose el mínimo en 2017 (18.478 euros). El primer cuartil se sitúa en el entorno de los 13.000 euros, mientras que el tercer cuartil está en torno al doble de esta cantidad.
Si se representa la evolución del ingreso anual como un índice que toma valor 100 en 2007 (gráfico 2), observamos que en 2008 y 2009 los ingresos crecen, y vemos que lo hacen en mayor medida los que son más elevados (a partir del tercer cuartil). Así, mientras que el tercer cuartil en 2009 supera en 7,6 puntos porcentuales el nivel de 2007, el primer cuartil solo ha aumentado en 3,8 puntos. Cuando los salarios empiezan a reducirse, el efecto es mayor para los más bajos. La caída que se experimenta desde 2010 supone que, en 2012, los trabajadores situados en el tercer cuartil vuelven a los niveles salariales de 2007, mientras que los del primer cuartil pierden 2,7 puntos porcentuales.
Desde 2012, el grupo del tercer cuartil ve reducido sus ingresos únicamente en el período 2016-2017, situándose 2,3 puntos por debajo de los ingresos en 2007. En cambio, el grupo con salarios más bajos ve reducidos sus ingresos progresivamente cada año, de manera que, en 2017, su ingreso laboral anual es 7 puntos menor que el nivel que obtenían en 2007. En el último año considerado, 2018, se observa una ligera recuperación salarial en el grupo con menores salarios, aunque aún no alcanzan el nivel de ingresos de 2007.
Si atendemos a la evolución de la mediana, podemos observar que, durante los dos primeros años de la crisis, el salario mediano en términos reales creció un 2,6% en 2008 y un 4,1% en 2009, hecho que, en su momento, provocó un gran debate sobre las causas del mismo, dado que a la vez que aumentaban los salarios, el número de empleos se reducía intensamente. Como dato, baste señalar que, en 2008, se destruyeron más de 1,3 millones de puestos de trabajo.
No quedaba claro en qué medida este incremento salarial respondía a la destrucción de empleo de baja calidad y con salarios bajos, y al mantenimiento de empleos con salarios medios y altos que, por tanto, contribuían a que el salario mediano aumentara. Se sugería como alternativa que la rigidez de la negociación colectiva impedía realizar ajustes salariales y, como consecuencia, las empresas optaban por reducir sus niveles de empleo (Cuadrado et al., 2011).
A pesar de esta falta de respuesta inicial a la crisis, a partir de 2010 los salarios se reducen, especialmente durante 2012, año en el que caen un 3,4%. Hay que tener en cuenta que las reformas laborales aprobadas en 2009, en 2010 y, especialmente, en 2012 modificaron aspectos sustanciales de la negociación colectiva, lo que contribuyó a esta reducción de los salarios (Pérez Infante, 2015; Malo, 2015).
Tras el fuerte impacto de la crisis, en 2014 la economía española empieza a recuperar empleo. Sin embargo, los salarios no se recuperan. Entre 2013 y 2015, las variaciones son pequeñas, manteniéndose el ingreso mediano anual en torno a 19.000 euros (en términos reales). Pero en 2016 y 2017 ha vuelto a reducirse más de un 1% anual. Globalmente, la caída acumulada hace que el salario mediano en 2017 sea, en términos reales, un 8,6% menor que el correspondiente a 2009. En 2018, se ha producido un ligero aumento del 0,3%.
El análisis de la variación interanual por cuartiles nos puede dar la impresión de que la caída de los salarios afectó de manera muy similar a todos los trabajadores (gráfico 3). Sin embargo, debemos tener en cuenta que, aunque la evolución es similar, cuando se produce crecimiento, este resulta mayor en el tercer cuartil (trabajadores que cobran más) que en el primero (los trabajadores que cobran menos). Así, en 2008 y 2009, los salarios del primer cuartil crecen un 1% y un 2,7%, respectivamente. Los incrementos para los salarios del tercer cuartil son superiores (2,6% en 2008 y 4,9% en 2009). Ocurre lo mismo en 2013 y 2015, es decir, los aumentos salariales son mayores para los trabajadores de mayores salarios que para los de menores ingresos. En 2018, en cambio, la pequeña subida experimentada afecta en mayor medida a los trabajos con salarios más bajos (primer cuartil), con un incremento del 0,9%.
Los datos en función del género muestran que la evolución es similar en hombres y mujeres, pero los salarios de las mujeres son sustancialmente más bajos que los de los hombres. Así, ya sea considerando la mediana o los cuartiles, el salario de las mujeres se sitúa en torno al 80-85% del salario de los hombres, lo que refleja la bien conocida brecha salarial por género (gráfico 4).
2. Evolución y perfiles de los trabajadores con salarios bajos en 2007-2018
Una vez analizada la evolución del ingreso salarial, en este apartado se estudia a los trabajadores pobres. Aquí, en lugar de utilizar el ingreso anual, se ha utilizado el salario diario para evitar que se produzcan diferencias derivadas de un menor número de días trabajados. Se define como trabajador pobre a la persona que recibe un salario inferior al 60% de la mediana. En el gráfico 5 se muestra la evolución del porcentaje de trabajadores pobres en el período objeto de estudio. Se parte de un 10,9% en 2007, cifra que aumenta hasta alcanzar un máximo del 14,4% en 2014. A partir de 2017 disminuye, situándose en 2018 en un 12,8%. Debemos tener en cuenta que, además de la mejor coyuntura económica, en 2017 y 2018 tiene lugar un fuerte incremento del salario mínimo interprofesional, que se sitúa en 707,7 y 735,9 euros mensuales respectivamente, lo que supone un aumento del 12,3% respecto a 2016, cuando desde 2012 a 2016 únicamente había crecido un 3,4%.
Un aspecto adicional que se ha de destacar en el análisis de los bajos salarios es su diferente incidencia según el perfil de los trabajadores. Así, tal como se observa en el gráfico 6, la proporción de trabajadoras pobres es superior al porcentaje correspondiente a los hombres trabajadores pobres. En 2007, el número de mujeres casi duplicaba al de hombres, diferencia que se ha ido reduciendo durante el período analizado. No obstante, en 2018 sigue existiendo una brecha de casi 5 puntos porcentuales.
Por grupos de edad, los jóvenes entre 25 y 29 años son los que tienen mayor riesgo de experimentar pobreza laboral (gráfico 7). La diferencia según el tramo de edad ya era relevante en 2007, pero crece de forma muy rápida durante la crisis, de manera que, en 2014, la proporción de trabajadores de menor edad pobres es muy superior a la correspondiente a los trabajadores con edades superiores a los 35 años. Así, un 23% de los jóvenes entre 25 y 29 años se encuentra en dicha situación, mientras que el resto de tramos de edad se sitúan por debajo del 15%. Ocurre algo similar en el tramo de edad entre 30 y 34 años, aunque sin alcanzar las cifras correspondientes al tramo de edad anterior. Entre los 35 y los 59 años, existe una gran estabilidad. El porcentaje de trabajadores pobres se situaba ligeramente por debajo del 10% en 2007, habiendo aumentado en torno a dos puntos porcentuales durante la crisis.
Respecto a las cifras correspondientes a 2018, se han reducido visiblemente en los grupos en los que más había aumentado la pobreza laboral. En cambio, en los trabajadores mayores de 35 años, la disminución es escasa y, de hecho, las cifras son superiores a las de 2007.
El nivel de estudios marca otra de las grandes diferencias (gráfico 8). Así, se observa una relación negativa con el porcentaje de trabajadores pobres, de modo que este porcentaje es menor cuanto mayor es el nivel educativo. Además, el incremento que se ha producido entre 2007 y 2014 es mayor entre la población con menor cualificación. Es decir, que el nivel educativo protege de los bajos salarios.
3. Conclusiones
Aunque los salarios tardaron en reaccionar a la crisis económica, entre 2010 y 2014 el salario mediano disminuyó un 5,2%, y el correspondiente al primer cuartil, un 7,5%. La recuperación del empleo que se registra desde 2014 no ha venido acompañada de una recuperación salarial, puesto que los salarios han seguido reduciéndose, si bien a menor ritmo. Únicamente, en 2018 se ha registrado una ligera subida. El resultado es que los salarios en dicho año aún se sitúan en niveles inferiores a los de 2007 y 2008.
La pobreza laboral ya era un problema antes de la gran recesión. Debido a la precariedad y los bajos salarios, más de un 10% de los trabajadores se podían calificar como pobres ya en 2007. La crisis ha aumentado el problema, especialmente entre jóvenes, personas con bajo nivel formativo y mujeres. Estos colectivos son, a su vez, los que tienen más precariedad y mayores dificultades de empleabilidad.
La situación que se vive actualmente ha frenado la recuperación económica. El contexto presente es muy distinto al del año 2008, pero las previsiones sobre los efectos del confinamiento derivado de la crisis sanitaria, que, inicialmente, eran de corto alcance, se van extendiendo en el tiempo. Desafortunadamente, serán los colectivos más precarios los que sufran, de nuevo, las peores consecuencias en términos de desempleo y bajos salarios.
4. Referencias
CUADRADO, P., P. HERNÁNDEZ DE COS y M. IZQUIERDO (2011): «El ajuste de los salarios frente a las perturbaciones en España», Boletín Económico del Banco de España, 2.
GUTIÉRREZ, R., e I. GARCÍA ESPEJO (2010): «Empleo y pobreza en España», Panorama Social, 12.
MALO, M.A. (2015): «Los impactos de la reforma de 2012 en la negociación colectiva», Cuadernos de Información Económica, 246.
PÉREZ INFANTE, J.I. (2015): «Las reformas laborales en la crisis económica: su impacto económico», Ekonomiaz, 87.
TEJERO, A. (2017): «Permanencia en la pobreza laboral: la influencia de la pobreza pasada en la presente», Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 157.
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